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La declaración Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un acto en el que anuncia su compromiso a que España reconozca el Estado palestino esta legislatura

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El capricho del tiempo ha querido que en estos días hayamos conocido que una activista propalestina ha destrozado un lienzo en la Universidad de Cambridge que representaba a Arthur Balfour, artífice del Estado judío.

Este señor se ha quedado sin lienzo, pero no por ello mucha gente lo vamos a eliminar de nuestra memoria. Siendo responsable en 1917 del Foreign Office, dirigió una carta en nombre del Gobierno de su majestad británica poniendo las bases políticas de lo que sería luego el Estado de Israel en tierras palestinas. En realidad, hablaba de “hogar nacional”, un eufemismo que utilizaban las organizaciones sionistas y lobbies judíos para decir lo mismo.

Se habían barajado diferentes localizaciones para el tal hogar, incluso las tierras más al sur de la República Argentina, de lo que dan fe mis amigos argentinos judíos, algunos de ellos residentes en Sevilla fruto de tantas fugas por la llegada al poder de aquel país de autoritarismos de diverso cuño.

Lo cierto es que aquella idea de los británicos de sentar reales en tierras árabes se barajaba desde antes incluso de que terminara la Gran Guerra. Británicos y franceses se estaban repartiendo los despojos de la descomposición del Imperio Otomano. Un acuerdo secreto a voces, el Sykes-Picot, ya autoconcedía mandatos en las tierras árabes otomanas para ambas potencias. Se habla poco de esto, pero sin entender el papel de Reino Unido y Francia y sus injerencias  históricas en el Levante no se podría explicar que aquel lugar sea el principal –estelar, diría yo– foco de inestabilidad de todo el mundo.

Lo único que ha cumplido Israel ha sido su propia creación, pero no la otra, la creación, a su vez, del Estado palestino

Las consecuencias y afrentas a la nación árabe tras desgarrarse del Imperio Otomano continúan hoy. En realidad, como dije más arriba, Balfour no hablaba de Estado. Tanto es así que cuando le ofrecieron la presidencia del nuevo Estado de Israel a Albert Einstein, declinó el ofrecimiento e incluso afirmó, él que había simpatizado con el sionismo, que no compartía la idea de crear un Estado en esas tierras.

Desde la Declaración Balfour hasta la creación del Estado de Israel pasaron treinta años. Durante esas décadas el proceso de preparación fue constante y metódico, con llegadas masivas de judíos europeos y dinero, que permitieron acumular tierras para lo que había de venir.

Todo se descompone, y la presencia de franceses y británicos en esas tierras se desvaneció también a partir de la II Guerra  Mundial, cuando acabaron los mandatos. Pero no se fueron así por las buenas, dejaron cumplido el encargo, a saber, el nacimiento del Estado de Israel en tierras palestinas. En 1948, se creó Israel y poco antes, en 1947, la ONU aprobaba la Resolución 181 que establecía un plan de partición del antiguo mandato británico que los árabes no aceptaron, dando origen al primer conflicto armado.

Una parte de esa resolución es lo único que ha cumplido Israel, es decir, su propia creación, pero no la otra, la creación, a su vez, del Estado palestino. Desde entonces ya se conoce lo que pasa, aunque se olvida la historia: guerras, anexiones territoriales, expulsión de palestinos y usurpación de propiedades. Y ahora, sin disimulo, el exterminio, genocidio, de lo que apenas queda del pueblo palestino.

El señor presidente del Gobierno de España quiere reconocer un Estado que no existe, aunque sí su derecho a serlo

Toda esta breve narración para poner de relieve la palabra de Pedro Sánchez que nos ha dicho a la paciente ciudadanía que, en esta legislatura, España va a reconocer el Estado de Palestina. Sin prisas. España tardó en reconocer a Israel en 1986, Felipe González magreó el asunto durante tres años, aunque ya de antes jóvenes dirigentes socialistas, algunos hoy aún en activo, veraneaban con deleite en las playas de Tel Aviv.

Hay que reconocerle a Sánchez que ya no hay condicionalidad, pero se le sigue notando la intimidación. Recién ha dicho, por enésima vez, como otros dirigentes europeos, que Israel tiene derecho a defenderse y que debe respetar el derecho internacional humanitario. La pregunta es: ¿tiene Israel que respetar el derecho internacional a secas o no? Porque podría imponerse la paz, depende de que lo necesite EEUU o simplemente Joe Biden y que lo permita la industria armamentística yanqui y el cabildo judío mundial, pero, ¿empezarían a respetar el derecho internacional y las resoluciones  de la ONU?

El señor presidente del Gobierno de España quiere reconocer un Estado que no existe, apenas tiene virtualidad consecuencia del abandono de las democracias cristianas, en terminología otomana, aunque sí su derecho a serlo, como mínimo desde 1948 cuando se creó esa realidad fáctica que hoy es Israel. Si tenemos que creer a Sánchez, creámoslo, pero desde luego la Declaración Sánchez no pasará a la historia como sí lo hizo la de Arthur Balfour.

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