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Soluciones climáticas a largo plazo

Una abeja pecoreando.

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El cambio climático se ha consolidado como uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. En este año 2024, la urgencia de abordar este fenómeno se manifiesta con mayor claridad a medida que los impactos devastadores se vuelven más evidentes. Desde eventos climáticos extremos hasta cambios en los patrones meteorológicos, la magnitud del problema exige una acción inmediata y significativa.

Nos encontramos en un momento crítico donde la inacción podría resultar irreversible. Los informes científicos alertan sobre la rápida aceleración de los efectos del cambio climático, poniendo en peligro ecosistemas, comunidades y la estabilidad global. El aumento del nivel del mar, la pérdida de biodiversidad y la frecuencia de fenómenos climáticos extremos son solo algunas de las señales de alarma que requieren nuestra atención y acción.

Frente a este escenario apremiante, es esencial comprender que la lucha contra el cambio climático no es responsabilidad exclusiva de gobiernos o empresas. Cada individuo, comunidad y nación tiene un papel crucial que desempeñar en la construcción de un futuro sostenible. La toma de conciencia colectiva y la adopción de prácticas más respetuosas con el medio ambiente son la base de un cambio transformador.

La interconexión entre las acciones individuales y el impacto colectivo es un principio fundamental que subraya la importancia de abordar el cambio climático en todos los niveles. Desde decisiones cotidianas, como la elección de alimentos y el uso de energía, hasta la participación activa en movimientos y campañas ambientales, cada paso cuenta en la construcción de un mundo más sostenible.

El futuro del mundo tal y como lo conocemos depende de soluciones y una acción por el clima sostenibles.

La acción por el clima también ocupa un lugar destacado en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un llamamiento urgente y unánime a la acción.

Los sistemas agroalimentarios –que abarcan todos los aspectos de la producción, la distribución y el consumo de alimentos– son responsables de alrededor de un 30% de las emisiones de equivalentes de dióxido de carbono

El actual Decenio de acción para la realización de los ODS incita a acelerar la adopción de soluciones a los mayores desafíos mundiales que, a menudo, están interrelacionados y que comprenden, entre otros, la pobreza y el hambre, la desigualdad, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas y la desertificación.

La agricultura constituye una parte importante de nuestros desafíos climáticos y ambientales. La cruda realidad en cifras:

Los sistemas agroalimentarios –que abarcan todos los aspectos de la producción, la distribución y el consumo de alimentos– son responsables de alrededor de un 30% de las emisiones de equivalentes de dióxido de carbono.

En 2021, solo el 20% de la financiación para el desarrollo relacionada con el clima se destinó a los sistemas agroalimentarios, lo que supone un descenso del 12% respecto al año anterior. El potencial único que tienen los sistemas agroalimentarios para combatir la crisis climática solo podrá desarrollarse ampliando las inversiones en soluciones y medidas para los sistemas agroalimentarios.

La degradación de la tierra favorece el cambio climático a causa de la emisión de gases de efecto invernadero y las menores tasas de absorción de carbono. También socava directamente nuestra capacidad de producir alimentos, lo que afecta a la vida de más de 3.200 millones de personas.

Dado que a la agricultura corresponde el 72% de las extracciones de agua dulce, se necesitan medidas e inversiones para producir más con menos agua y apoyar sistemas agroalimentarios resilientes al cambio climático que se adapten a él.

Los sistemas alimentarios y las prácticas agrícolas sostenibles pueden servir para que los países y las comunidades se adapten, fomenten su resiliencia y mitiguen las emisiones

Con todo, más que cualquier otro sector, la agricultura podría ser nuestra mejor esperanza para frenar el cambio climático.

Ante los efectos del clima cada vez más acusados y los lentos avances en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los sistemas alimentarios y las prácticas agrícolas sostenibles pueden servir para que los países y las comunidades se adapten, fomenten su resiliencia y mitiguen las emisiones, garantizando la seguridad alimentaria y la nutrición al tiempo que revierten la degradación ambiental y sus efectos.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ya presta apoyo a los países para que aporten soluciones. Sin embargo, la transformación de los sistemas agroalimentarios para combatir la crisis climática solo podrá desarrollarse ampliando la inversión en medidas en los planos local, nacional y mundial.

La transformación hacia sistemas agroalimentarios más eficientes, resilientes y sostenibles debe ser equitativa, inclusiva y atenta a las cuestiones de género, así como abordar las pérdidas y los daños de los sectores agrícolas.

La ciencia, la innovación y los datos son fundamentales para las políticas climáticas y la toma de decisiones fundamentadas, también en relación con la adopción de medidas proactivas para prepararse a fenómenos meteorológicos extremos.

La búsqueda de consensos y la presentación de argumentos basados en evidencia científica pueden contribuir a superar la polarización y avanzar hacia políticas más sólidas y efectivas

Es preciso que los países desarrollen enfoques holísticos e integrados y estrategias nacionales para hacer frente a los desafíos interrelacionados relativos al clima, la alimentación, la nutrición, el agua, la biodiversidad y la energía.

La industria, la agricultura y los patrones de consumo contribuyen significativamente al cambio climático. La producción industrial intensiva y las prácticas agrícolas no sostenibles a menudo generan emisiones significativas. Abordar estos desafíos implica la implementación de tecnologías más limpias, prácticas agrícolas sostenibles y un cambio en las actitudes de consumo hacia modelos más circulares y respetuosos con el medio ambiente.

La búsqueda de consensos y la presentación de argumentos basados en evidencia científica pueden contribuir a superar la polarización y avanzar hacia políticas más sólidas y efectivas.

Miro a los ojos de mi nieta Julia, observo su inocencia, padece los efectos de las altas temperaturas de estos días, la animo a jugar al aire libre para que disfrute y ame la naturaleza. Me preocupa la deriva del planeta y su futuro. Combatir el cambio climático es una responsabilidad mundial que comienza con iniciativas a nivel local. Hagamos posible la construcción de un futuro más sostenible y prometedor para las próximas generaciones. 

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