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Robben, Robben
En esta apartada orilla hay más tontos útiles que listos torpes, que ya es decir, y crece la tabla de elementos sospechosos hasta el punto de que hay quien está a punto de establecer mecanismos para mandar a más de uno al mismo carajo. Están todos metidos. Todos queremos ser como ellos. Fútbol cruel. Vecinos molestos. Trepas en el aire. Observen la enfermedad en boga, el exhibicionismo voraz. Esta crisis va a resultar un éxito. La marca Expaña ya no marca ni de penalti injusto. Expaña es un país donde cabemos todos, salvo usted, que quiere acabar con nuestro chollo, dijo el mafioso oficial no sin antes pensar seriamente en cambiar las leyes de la gravedad. ¡Digo!
A vueltas con el dolor, la culpa y el arrepentimiento, dimiten en masa los historiadores de mañana. Un país encanallado enfila la recta final de su huida hacia adelante. Mientras tanto, aplican curas de humildad en el Mundial de la Desigualdad. Alguien cuelga un cartel: “Liberté, egalité, beyoncé”. Suena una bella melodía jevi, los viejos melenudos siguen marcando paqué en el palacio de congré.
La gente cambia de contraseña por si las moscas, el ultramarinos de la esquina ya no fía, el vecino de abajo engorda su producto interior bestia con papafritas Santa Ana, encaja goles tontos, soporta las arbitrariedades del trencilla de turno, se come las injusticias a caraperro y busca excusas. Como el baranda de los empresarios, que echa la culpa a las amas de casa, o el señor Ánsar, que propugna matarnos de hambre directamente.
A nosotros, que no somos rentables, nadie nos quiere privatizar. Los hijos de papá gobierno chocan borrachos, los socavones de la calle piden socorro, no hay presupuesto, cuatro reyes tiene la baraja. Se venden, o a unas malas se alquilan, varios raseros de medir en este mercadillo tirano de mirada turbia. El señor Trampas pone piedras en el camino, todo el mundo sabe que su destino es rodar y rodar, robar y robar. Robben, Robben, maldito extremo naranja. La patria de la cartera y la ambición trata de vencer dividiendo, lo mismo que pierde dividendos, juegan con nuestras pensiones en el casino europeo, canta la retaguardia en el sur del mundo, cantan por fandangos los defensas de Camerún de la Isla.
Cabezazos a la plancha, recortes en seco, mequetrefes dándose a la fuga, “no tenemos nada que ver, no fue tan grave”, nos flagelan los malos de la película. Los que están causando tanto dolor en esta tierra, los amos del calabozo, ni sienten culpa, ni tiene pinta de que vayan a arrepentirse una tarde de julio al calor de una intención oculta en plena batalla cínica contra el populismo y la demagogia. Nos nutren de pequeños escándalos, y cuando los atropellan los renuncios, salen najando por patas. Y a las víctimas de estos campeones de la sangre fría y del reparto equilibrado de la miseria les entran ganas de darse a la fuga no sin antes …
Las marcas anunciantes no van a permitir que la gente se venga abajo. Si hace falta, apelarán a la típica llamada de cariño, qué sé yo, usted no sabe con quién está hablando, un poquito de intimidación, estos tíos no meten la pierna, este partido lo vamos a empatar.
Por ventura, tras el maracanazo, vendrá la calma, pillarán sus merecidas vacaciones los bandidos y sus lacayos, fletaremos al Caribe a tanto director de control de calidad del cuarto baño, a tanto asesor sin escrúpulos, a tanto verdugo suelto, a tanto facha de la Faes. Y seremos libres dentro de una canción.
En esta apartada orilla hay más tontos útiles que listos torpes, que ya es decir, y crece la tabla de elementos sospechosos hasta el punto de que hay quien está a punto de establecer mecanismos para mandar a más de uno al mismo carajo. Están todos metidos. Todos queremos ser como ellos. Fútbol cruel. Vecinos molestos. Trepas en el aire. Observen la enfermedad en boga, el exhibicionismo voraz. Esta crisis va a resultar un éxito. La marca Expaña ya no marca ni de penalti injusto. Expaña es un país donde cabemos todos, salvo usted, que quiere acabar con nuestro chollo, dijo el mafioso oficial no sin antes pensar seriamente en cambiar las leyes de la gravedad. ¡Digo!
A vueltas con el dolor, la culpa y el arrepentimiento, dimiten en masa los historiadores de mañana. Un país encanallado enfila la recta final de su huida hacia adelante. Mientras tanto, aplican curas de humildad en el Mundial de la Desigualdad. Alguien cuelga un cartel: “Liberté, egalité, beyoncé”. Suena una bella melodía jevi, los viejos melenudos siguen marcando paqué en el palacio de congré.