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España como prosopopeya política

Me pasó como a Pierre Bourdieu en una de sus memorables clases en el Collége de France, hace de esto muchos años. Encontró, mientras educaba con sus inmensas reflexiones sobre el Estado, la definición de prosopopeya. Utilizaré la del diccionario de la RAE: figura retórica que consiste en atribuir a seres inanimados o abstractos características o cualidades propias de seres animados.

Ahí me quedo, aunque no me resisto, al hablar de seres inanimados, a recordar a Ortega y su España invertebrada, es decir, reptil. Se refería Bourdieu a esa especie de sortilegio evocatorio tan común: el Parlamento dice, el pueblo dice, España ... Un referente imaginario en cuyo nombre hablan, según palabras del citado maestro. A algunos les habla España, privilegiados que son; otros hablan en nombre de España. Pura prosopopeya política.

Fernández , el líder gestor del socialismo español, ha aturdido con su prosa los cimientos de la menesterosa dirigencia del partido centenario. Ha hablado y mucho de lealtades, será porque no las hay, pero sobre todo ha discurrido de manera prosopopéyica de su lealtad a España. El PSOE, Fernandez dixit, se ha abstenido por lealtad a España y, además, nos ha iluminado el camino: la agenda del socialismo debe ser la agenda de España. La misma lealtad que exhibe y ofrece Rajoy, como don, a todos nosotros, para seguir iluminando su firme mando sobre los destinos de su España,que debe ser la misma que la de Fernández.

Volviendo a Bourdieu, Fernández, en una organización ayuna de líderes, ha actuado como profeta, es decir, el que le dice al grupo lo mejor de ellos mismos, el que les dicta, en realidad, la moral colectiva, lo cual remite, sigo con don Pierre, a la hipocresía piadosa. Todo para justificar y justificarse. Pero, ¿qué España? Y, ¿dónde quedan las Españas de los doceañistas de Cádiz?, de la que se siente deudora la izquierda, un canto al pluralismo territorial, a las Españas distintas que compiten en un batalla agónica desde siglos. ¿Qué nos proponen con su moderación editorializada por los amigos? Una alternativa difusa, turnante, dos maneras de ver parecidas una misma conservadora realidad. No las Españas gozosamente posibles, sino la jibarización de España, gestionada entre dos, en manos de plutócratas, apropiadores indebidos de la España común y diversa, la única de todos.

La prosopopeya socialista ocurre en unos días muy señalados. Ni con el informe del Consejo de Estado el poder cede. No son suficientes trece años de maltrato e ignominia a los familiares de 62 honestos servidores de la patria. Nadie se hace responsable en esta España de estos años de humillación, no ya a las familias, sino a un razonable estado de derecho y obligaciones. Rajoy nombró embajadores, ascendió a sus congéneres, premió, indultó a reos de conductas indecentes.

Es inevitable no recordar a Arturo Barea, y la segunda parte de La forja de un rebelde: la ruta; donde describe el increíble entramado de corrupciones del ejército español en Marruecos. Poco parece haber cambiado esta España. Mientras discutía acalorado sobre la indecencia de este caso, un querido amigo militar, me narraba por máquina la indignación entre la oficialidad militar de todos los cuerpos contra la indigna actitud Trillo, del embajador de España ante su Graciosa Majestad.

En estos mismos días, el Tribunal de Cuentas se ha negado a fiscalizar los números públicos de la Iglesia Católica. Organización, no sólo defendida por el bipartito cristero, sino regalada por el poder, desde los Acuerdos con la Santa Sede, hasta los beneficios otorgados por el gobierno de Zapatero y su socialismo vaticano. Hoy, la Unión Europea, nos pone colorados, incluida España, por sus privilegios fiscales y el medieval derecho de la Iglesia de inmatriculación de bienes inmuebles, rechazado en una Europa a la que pertenece España.

En estos mismos días, la más alta representación de España en sus relaciones exteriores, el rey, está en Arabia saudí , madre de wahabismo, la madre de toda violencia terrorista en el mundo musulmán. Este país, en el que no se respetan los derechos humanos, va a proceder a la ejecución mediante crucifixión de varios activistas por el solo hecho de ejercer sus derechos, como cualquier demócrata podría hacer en Europa.

El rey, mudo, va como rey taumaturgo, a hacer milagros en forma de contratos. Un sindicalista gaditano, si de Astilleros, qué tiempos, se refería a “su majestad” como la esperanza de nuevos contratos para la decrépita industria naviera andaluza. El rey va en nombre de España, de esa España emparentada con esa Arabia Saudí, con barcos pero sin honra. Va el titular que ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas, la Constitución dixit, que también dice que es irresponsable: un irresponsable al mando de las Fuerzas Armadas, algo a pensar en la espero pronta reforma de la Constitución.

De qué España nos hablan, entonces. Hay otra, la de los preferentistas, los precarios y temporales, de los parados, desahuciados, víctimas de los abusos bancarios o de las energéticas, o de los grupos mediáticos convertidos en colaboradores necesarios del gran latrocinio del poder. Hay una España que habla, ejecuta y domina y otra a la que no se le escucha, sufre y encima se la maltrata. La democracia de partidos, virtud constitucional, consiste en la diferenciación de las opciones, no en la disolución de los mensajes para conservar así, eternas relaciones de dominación económica y territorial del estado. El PSOE debe definirse y explicar claro cuál es su España.

Me pasó como a Pierre Bourdieu en una de sus memorables clases en el Collége de France, hace de esto muchos años. Encontró, mientras educaba con sus inmensas reflexiones sobre el Estado, la definición de prosopopeya. Utilizaré la del diccionario de la RAE: figura retórica que consiste en atribuir a seres inanimados o abstractos características o cualidades propias de seres animados.

Ahí me quedo, aunque no me resisto, al hablar de seres inanimados, a recordar a Ortega y su España invertebrada, es decir, reptil. Se refería Bourdieu a esa especie de sortilegio evocatorio tan común: el Parlamento dice, el pueblo dice, España ... Un referente imaginario en cuyo nombre hablan, según palabras del citado maestro. A algunos les habla España, privilegiados que son; otros hablan en nombre de España. Pura prosopopeya política.