Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
¿Vamos hacer algo para evitar el colapso?
En el preciso instante en nos comunicamos, ahora, rigurosos científicos buscan las claves contra diversos tipos de cáncer, y otros la de la regeneración celular y otros más escrutan nuestro insondable cerebro o también el universo. Se dejan las pestañas y la vida en empresas complejísimas. Y gracias a ello alcanzan logros, curas, avances con los que la especie humana ha pasado de vivir 30 o 40 años, lo bastante para procrear y criar a la siguiente generación, a duplicar el umbral vital hasta los 80 años.
Propongo que nos lo recordemos porque en la actual encrucijada de criminal invasión de Rusia sobre Ucrania, de exterminio por el régimen de Putin de indefensos civiles ucranianos, de amenaza nuclear global y destructiva onda expansiva sobre nuestras economías se nos repite y repetimos el mantra de que todo es muy complejo como si eso implicara que no tiene solución, que no podemos hacer nada.
Llevan mucho intentando que claudiquemos. A poco que frenemos nuestro remar sin rumbo en la galera y bajemos decibelios al tam-tam de las redes sociales advertiremos que sumamos varias décadas de sobresaltos, crisis, desastres que nos llevan al empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría social mientras las elites se enriquecen sin que los ciudadanos nos decidamos a actuar de forma inteligente y organizada para proteger nuestros intereses.
Cuando llegaron a Europa un millón de huidos de la guerra en Siria y conflictos en Oriente Medio a los europeos que, por trabajo o activismo, lo vimos en directo, se nos cayó la venda, pero la mayoría aún quiso creer que “la tragedia” quedaba “lejos”
En 2015-2016 cuando, en un año, llegaron a Europa por el Egeo un millón de huidos de la guerra en Siria y conflictos en Oriente Medio a los europeos que, por trabajo o activismo, lo vimos en directo, se nos cayó la venda, pero la mayoría aún quiso creer que “el problema”, “la tragedia” quedaba “lejos”. Si entonces avisábamos de que no se podían socavar los derechos humanos, sino reforzar los principios democráticos se nos miraba como a “débiles mentales” que nos habíamos quedado “pillados” con “el tema de los refugiados”. Ahora que en tres semanas de guerra sobre Ucrania han cruzado la frontera tres millones de personas urge dejar de autoengañarse.
Porque, por supuesto, Vladimir Putin es el culpable de la invasión y asesinatos de ucranianos y de la represión de los rusos que claman contra la guerra, pero justo porque el asunto es complejo, muy complejo, esto no va de un villano de la Marvel. Aquí se está jugando una partida involucionista global peligrosísima y que nos afecta ya en lo concreto, cada día, a nosotros, nuestros hijos, familia, amigos, vecinos…
Las alegrías son menos alegres y nos llueven problemas. La subida del precio del gas, la electricidad, gasoil, gasolina que ya viene de hace meses, ahora se dispara. El inquietante desabastecimiento de productos básicos que, crisis del covid mediante, tuvo en 2020 un ensayo general, vuelve ahora a hacernos temblar por unos paros de transportistas cuya naturaleza urge dilucidar. Porque no es lo mismo que sean legítimas protestas amparadas por la Constitución que boicots que ponen en riesgo a otros transportistas saboteando sus camiones y que atentan contra la salud colectiva al impedir la alimentación animal y humana y el reparto de medicamentos a hospitales y farmacias. Existe el grave preferente del bloqueo de radicales camioneros antivacunas, este enero, que puso en jaque la seguridad del mismísimo primer ministro de Canadá.
Todo cuesta más caro y llega menos o sin fecha a las tiendas, la gente se pone nerviosa y acapara, agravando el problema, en estas circunstancias los trabajadores aceptan cualquier empeoramiento de las condiciones laborales que sus empresas les impongan (algo demoledor para el brote de esperanza que supuso la aprobación en diciembre de la reforma laboral). Se vislumbra destrucción de empleo. Se nos hace vivir en la incertidumbre y el miedo. Se usa la comunicación de masas para aumentar la sensación de caos sin solución.
Despertar de la sociedad civil organizada
Pero por supuesto hay salidas. La búsqueda y hallazgo de soluciones a problemas complejos es la historia de la humanidad. La razón por la que llegamos hasta aquí. Actívese ver esa materia gris. Además de organizar multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Ucrania que estoy echando en falta, hay que pensar y actuar. No sólo en el ámbito de las ciencias experimentales, también en las humanidades, artes, ciencias sociales (historiadores, juristas, sociólogos, filósofos, antropólogos, periodistas, escritores, economistas…). Profesionales de cada área, en grupos de trabajo, en las asociaciones y redes de las que formamos parte tenemos que implicarnos no solo en nuestros proyectos particulares, sino en la construcción colectiva y hacerlo ya, hoy mejor que mañana, o nos vamos a quedar sin condiciones dignas de trabajo y de vida. ¿Exagero? ¿Qué hay del tornado sobre las vidas de hongkoneses y ucranianos?
Igual que los científicos buscan y hallan curas para enfermedades, como sociedad debemos no claudicar ante los complejos problemas actuales, sino trabajar con rigor y coordinados en construir la alternativa que necesitamos.
Quien en España prevé cosechar los votos del malestar es el neofascista Vox de Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona y demás nostálgicos del franquismo y admiradores del dictatorial nacionalismo de Vladimir Putin (como su amiga Le Pen que ahora se deshace de sus fotos con él). Encuestas como la del CIS esta semana muestran que Vox crece hasta pisar los talones a un PP al que le han colado el caballo de Troya Ayuso y que, liderado por el supuesto moderado Feijóo, pacta gobiernos con ellos y asume como propia su minimización de la violencia de género.
Tanto en España, como en el panorama internacional nos encaminan, es evidente, a un mundo rearmado, militarizado. Un articulista como Luis Bassets terminaba su columna del jueves en El País (precursora de un editorial en la misma línea el viernes) con la soflama de que: “Cerrar filas con la OTAN al lado de Ucrania y aumentar el gasto en defensa son políticas de izquierdas”. Cuando el propio presidente ucraniano Volodímir Zelenski se esmera en sembrar esperanzas de paz para sus ciudadanos con su renuncia expresa a integrarse en la OTAN, siguiendo el modelo de países UE como Austria o Suecia.
Nos empujan a un panorama violento, medioambientalmente insostenible, generador de un pánico ascendente, donde ¡cruzar los dedos confiando en China! y resistir sedados. Como si fuera inevitable y no lo que le conviene al ultracapitalismo y sus élites de beneficiarios. Como si estuviéramos abocados a la Gran Coalición del pensamiento único. Como paso previo al Gran Dictador.
Pero, ¿tenemos o no claro qué vida queremos para nosotros y los nuestros? ¿Democracia o dictadura? ¿Salarios o miseria? ¿Derechos o represión? Y bien, ¿vamos a hacer algo para que no nos arrebaten el futuro de las manos? ¿Qué?
En el preciso instante en nos comunicamos, ahora, rigurosos científicos buscan las claves contra diversos tipos de cáncer, y otros la de la regeneración celular y otros más escrutan nuestro insondable cerebro o también el universo. Se dejan las pestañas y la vida en empresas complejísimas. Y gracias a ello alcanzan logros, curas, avances con los que la especie humana ha pasado de vivir 30 o 40 años, lo bastante para procrear y criar a la siguiente generación, a duplicar el umbral vital hasta los 80 años.
Propongo que nos lo recordemos porque en la actual encrucijada de criminal invasión de Rusia sobre Ucrania, de exterminio por el régimen de Putin de indefensos civiles ucranianos, de amenaza nuclear global y destructiva onda expansiva sobre nuestras economías se nos repite y repetimos el mantra de que todo es muy complejo como si eso implicara que no tiene solución, que no podemos hacer nada.