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Feminismo de gobierno o lemas que se lleva el viento
El viernes hará un año del 8 de marzo de 2018 en que el feminismo español destacó en la gran ola feminista global. Días antes se palpaba una movilización sin precedentes de mujeres de todas las profesiones y edades. En los medios informativos fue una pista el Telegram Las periodistas paramos que, en 48 horas, se hizo multitudinario y creó un manifiesto que ocho mil profesionales firmamos. Pero las expectativas se vieron superadas llegado el día. No sólo en Madrid o Barcelona, sino en capitales de provincia, ciudades y pueblos donde, junto a la huelga, hubo manifestaciones sucesivas, simultáneas.
Yo, desemboqué a mediodía en la de la plaza de Las Setas desde la del Ayuntamiento de Sevilla cuando estudiantes atronaban: “¡Escucha, hermana, aquí está tu manada!”. Y apreté en mi puño el de mi hija, pensando: Tú no heredarás nuestro miedo. Por la tarde, en la Plaza Nueva, sin avanzar por el éxito de asistencia le dije: “Mira, hija, que esto es historia viva”. Los políticos del PP y Ciudadanos que tanto habían criticaron la convocatoria, antes de acabar la jornada la valoraban vestidos de malva.
Dos impresentables se permitieron difundir un vídeo, grabado en la manifestación, llamándonos “guarras que no trabajan”, “golfas” y mandándonos “a fregar”. Tan burdos y primitivos que se descalificaban a sí mismos. Tan retrasados en la cadena civilizatoria que no podían ni ser representativos, ni constituir peligro. Sólo que nueve meses después, en las elecciones a la Junta de Andalucía del 2 de diciembre, para asombro español e internacional, consiguió 12 diputados de 109 el partido machista, racista y neofascista al que los sondeos más propicios daban 1: Vox. Una hazaña que ellos afrontan como el primer paso para su reconquista siguiendo el modelo del Cid y Don Pelayo sobre Al-Andalus y el de los franquistas de 1936 sobre la II República.
Suena tan arcaico y ridículo como el vídeo faltón del párrafo anterior. Sin embargo, para las generales del próximo 28 de abril, de los 350 escaños del Congreso, los sondeos les dan ya entre 17 y 20 diputados y señalan que serán clave para formar un gobierno como el que ya tenemos en Andalucía, donde Vox es apoyo necesario para el PP y Ciudadanos.
Esta Junta actual mantiene ocultos en su manga los presupuestos para que no veamos, antes de volver a votar, qué medidas dañinas para las mujeres aplicarán. Pero Vox ni disfraza de cabritillo al lobo en la puerta: ha pedido una lista de los funcionarios que evalúan casos de violencia de género y, cuando se le ha denegado, por aplicación de la ley de protección de datos, ha reiterado que insistirá hasta lograrla. La postura anti mujeres está en el historial de su líder en Andalucía, el ex juez Francisco Serrano, condenado por prevaricación dolosa a favor de un padre en el reparto de visitas del hijo y, por ello, inhabilitado temporalmente. Está también en el presente de la formación que acaba de registrar en el Parlamento andaluz su primera proposición no de ley de lucha “contra el feminismo supremacista”. Y es una aversión activa en el inminente futuro, pues Vox ya contraprograma al 8M en Andalucía con una protesta el 10M “contra el feminismo maquinador y supremacista”.
No van de farol. Vienen a por nosotras. Ya han logrado del líder del PP, Pablo Casado, la vuelta al pasado en tema de aborto que ha llamado la atención; y algo más inadvertido, la idea de “evaluar a funcionarios” en la línea de “caza de brujas” de Bolsonaro en Brasil y Vox en Andalucía. Ya han logrado un clima hostil, con mensajes amenazantes circulando por nuestras calles y nuestros móviles. Clima en el que, no sólo no descienden los asesinatos, ni el maltrato a las mujeres, sino que proliferan las denuncias de violaciones grupales. Tras los casos de la llamada Manada en Pamplona y Pozoblanco (Córdoba), este enero se ha juzgado a los tres violadores grupales en Collado Villalba (Madrid), y aún se busca a los denunciados por la víctima de 17 años este febrero en Gines (Sevilla). En 1988, era algo de la película Acusados con Jody Foster. Treinta años después, a la sombra de la agresividad verbal de quienes van alcanzando poder político, crece la sensación de impunidad entre machistas de a pie y, con ella, la criminalidad.
Ante ese gran desafío, este 8M siguiente al hito de 2018, las mujeres y hombres demócratas, que deseamos la igualdad de derechos, laboral, salarial, de seguridad y auto-realización entre unas y otros no podemos dejarnos vencer por tristeza, miedo, ni impotencia sino, al contrario, redoblar el esfuerzo. Este año hay que volver a parar de forma masiva y llenar las calles para demostrar a los machistas de Vox, PP y el Ciudadanos equidistante -que tanto denuncia equidistancias en lo territorial, cuyo liberalismo incluye prostitución y embarazos como servicios de pago-, que no vamos cejar en lograr la justicia. Pero este 2019 hay que dar un paso más: tenemos que ganar nuestra libertad, nuestros derechos, nuestro progreso en las elecciones.
No hay otra: o elegimos a representantes y partidos que impulsen avances concretos y blinden lo ya conquistado o los machistas en el Gobierno nos arrastrarán a la caverna. Eso es algo que saben hasta las votantes y políticas de derecha. Así que, adelante. El voto es secreto. Cada una de nosotras tiene su cita con la urna. Hay un objetivo común previo a muchas discrepancias legítimas. Alcancémoslo.
El viernes hará un año del 8 de marzo de 2018 en que el feminismo español destacó en la gran ola feminista global. Días antes se palpaba una movilización sin precedentes de mujeres de todas las profesiones y edades. En los medios informativos fue una pista el Telegram Las periodistas paramos que, en 48 horas, se hizo multitudinario y creó un manifiesto que ocho mil profesionales firmamos. Pero las expectativas se vieron superadas llegado el día. No sólo en Madrid o Barcelona, sino en capitales de provincia, ciudades y pueblos donde, junto a la huelga, hubo manifestaciones sucesivas, simultáneas.
Yo, desemboqué a mediodía en la de la plaza de Las Setas desde la del Ayuntamiento de Sevilla cuando estudiantes atronaban: “¡Escucha, hermana, aquí está tu manada!”. Y apreté en mi puño el de mi hija, pensando: Tú no heredarás nuestro miedo. Por la tarde, en la Plaza Nueva, sin avanzar por el éxito de asistencia le dije: “Mira, hija, que esto es historia viva”. Los políticos del PP y Ciudadanos que tanto habían criticaron la convocatoria, antes de acabar la jornada la valoraban vestidos de malva.