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Hilvanado que no cosido
El roto producido en el PSOE, tras la asonada palaciega, es de tal magnitud que no bastará con apenas unos apresurados pespuntes de hilván en la noche del sábado; costará mucho más coser definitivamente el daño ocasionado. Aún no sabemos, sólo intuimos, el detonante de la arriesgada operación de los insurgentes, pero cabe pensar que la voluntad de Pedro Sánchez de formar Gobierno alternativo ha sido determinante. Llama la atención que, considerada la operación como de Estado, en los mentideros capitalinos, los protagonistas hayan sido segundos, que como tales, han convertido el golpe de mano en una charlotada, propia del bombero torero, con perdón, de Charlot y los bomberos.
Todo terminó, Sánchez dimitió tras un desgaste insoportable. Toca administrar la victoria. De momento, gestora permanente y Javier Fernández de presidente. Y, ¿ahora qué? Empieza el tiempo nuevo en el socialismo, entonan eufóricos, con más alegría sin contener que convicción, los partidarios del asalto, los deudores del sistema.
La primera consecuencia es que Rajoy ya tiene interlocutor, no habrá resistencia como la que ejerció Sánchez. Fernández será llamado en breve por el candidato a la investidura, fallida en dos ocasiones por la firmeza de destronado secretario general: no se resistirá. Ya se sabe, corre por Madrid qué le pedirá para dejarse investir. Sí, han leído bien. Rajoy pondrá condiciones por el favor al PSOE resultante. No basta con la abstención.Además, Rajoy pedirá el compromiso de aprobar los presupuestos y una cierta estabilidad en el discurrir parlamentario, sin excluir caminar juntos por la senda de las exigencias de Bruselas. Por el bien de España, ya lo habrán oído hasta la saciedad, nunca tanto desde Primo de Rivera y su Falange. De lo contrario, Rajoy no irá a la Zarzuela a recibir el encargo real de intentar la investidura. Rajoy no se moverá, en eso es un experto; si no hay proactividad del socialismo renovado en su nuevo tiempo, dejará pasar los días del artículo 99 de la Constitución y así iremos a otras elecciones. Eso sí, mejorado el calendario, que hasta ese tanto se apuntará el líder de la derecha, para humillación de sus detractores.
Los diseñadores de la operación, alertada desde Ultramar por Felipe González, con un secretario general suficientemente batido por la artillería mediática -con el consentimiento de los que ahora dicen que al socialismo hay que respetarlo por su historia y trayectoria-, llevaban en la cabeza la decisión de investir a Rajoy y, de camino, obviamente, impedir un Gobierno alternativo. Huyendo, al mismo tiempo, como el gato del agua de unas eventuales elecciones, cementerio probable de algunos, por las mismas razones que argumentan contra Sánchez, si las hubiere. Ese es el motivo principal, dicen, de la asonada.
Pero Rajoy, incluso si estaba en el ajo, como creo, tiene agallas y sangre fría para no cumplir. La tentación es fuerte y la presión de los que han propiciado el golpe, al ver sangre, descomposición y posibilidades de mejoras, con una ahora mayoría absoluta probable para el PP, no van a desaprovechar la ocasión. Sentará mal, pero de chico me enseñaron la historia de Viriato, Roma y los traidores, y eso siempre se repite.
Si Rajoy se deja ir y hay elecciones , el PSOE no se podrá abstener- que ya sería ruinoso-, primer objetivo de la escapada hacia la supervivencia, según ellos; tampoco se evitará otras elecciones, segundo objetivo. Y no habrá Gobierno alternativo, escapada hacia la supervivencia, dicen, de Sánchez. Todos pierden, pero, además, la izquierda se destroza y la derecha se consolida, quizá para muchas legislaturas.
Si eso fuera así, no harán falta costureras para el socialismo sino, soldadores y fontaneros. Los sargentos chapuceros, en palabras de Borrell, habrán consumado el mayor despropósito en la historia reciente del socialismo. Y si ayer cayó el secretario general, si se consuma la jugada de Rajoy, harán falta muchas más dimisiones para el tiempo nuevo de costuras, pero no de sargento para abajo, sino de sargento para arriba.
El roto producido en el PSOE, tras la asonada palaciega, es de tal magnitud que no bastará con apenas unos apresurados pespuntes de hilván en la noche del sábado; costará mucho más coser definitivamente el daño ocasionado. Aún no sabemos, sólo intuimos, el detonante de la arriesgada operación de los insurgentes, pero cabe pensar que la voluntad de Pedro Sánchez de formar Gobierno alternativo ha sido determinante. Llama la atención que, considerada la operación como de Estado, en los mentideros capitalinos, los protagonistas hayan sido segundos, que como tales, han convertido el golpe de mano en una charlotada, propia del bombero torero, con perdón, de Charlot y los bomberos.
Todo terminó, Sánchez dimitió tras un desgaste insoportable. Toca administrar la victoria. De momento, gestora permanente y Javier Fernández de presidente. Y, ¿ahora qué? Empieza el tiempo nuevo en el socialismo, entonan eufóricos, con más alegría sin contener que convicción, los partidarios del asalto, los deudores del sistema.