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Histórica cuenta atrás
Estamos a punto de celebrar una Navidad que probablemente será la última de un orden político llamado a cambiar sustancialmente, si no a desparecer, tras las citas electorales del año que estamos a punto de estrenar.
Con todos los interrogantes abiertos y el temor instalado en el cuerpo de los partidos tradicionales, 2015 es el año en que la ciudadanía ha adquirido conciencia plena de poder cambiar una política que no le gusta, unos políticos que les han defraudado y una sociedad que les ha sido secuestrada por esos denominados poderes fácticos, que ahora se sienten más amenazados que nunca.
Es el empoderamiento ciudadano lo que da alas a formaciones como Podemos, que tienen como principal mérito a los ojos de cada vez más españoles el romper con unas formas de actuar que han emponzoñado la vida pública hasta extremos insoportables. Durante décadas, el establishment político y social ha considerado el voto ciudadano como un mero trámite, para seguir perpetuando un sistema de privilegios en que siempre han sido los mismos quienes han tomado las decisiones. Hasta tal punto se ha interiorizado semejante situación que para muchos se considera inmutable y, si en otros tiempos las élites lo eran por la gracia de Dios, ahora lo estaban siendo por la gracia de unos votos impotentes de no poder cambiar un escenario, que tiene más de democracia formal que real.
Ha tenido que ser el descubrimiento de la corrupción, generalizada entre los partidos y las administraciones, lo que esté provocando esta especie de catarsis ciudadana que comienza por la indignaciòn, continúa con la repugnancia y sigue con la reacción contra todo lo que pueda identificarse con la política tradicional.
Probablemente desde la Transición, la sociedad española no tenía tanta conciencia de su poder, de su capacidad para proceder a un cambio histórico del sistema. Probablemente y tras el tsunami de indignación generalizada, esa misma sociedad haya experimentado ilusión por cambiar el viejo régimen caduco y corrupto, por otra realidad que si bien está por ver cómo es capaz de dar respuesta a los problemas, traiga a los españoles la esperanza de un futuro, que muchos entienden está seriamente comprometido por quienes ahora intentan meternos miedo ante lo desconocido.
Ante un panorama tan impensable hace tan solo cuatro años, la única respuesta que recibimos, tanto del PP como del PSOE, es la de “lo malo conocido”, lo cual pone de manifiesto el desconcierto en que viven esas formaciones, incapaces de articular un compromiso creíble con la ciudanía, más allá de ese pacto antiPodemos, en el que los españoles solo ven un desesperado intento por mantenerse en el poder a toda costa..
Se equivocan en Génova y Ferraz culpando de todos sus males a Podemos. El partido de Pablo Iglesias -que raro se me hace escibir esto sin referirme al PSOE-, es solo la consecuencia de un nivel de indignación insoportable, generado por sus formas de entender la vida pública. Gracias deberían dar Rajoy y Sánchez a que Podemos haya aparecido en el mapa, sirviendo como válvula de escape a una caldera que de otra forma estaba a punto de estallar, quién sabe con qué consecuencias.
Sorprende la incapacidad de populares y socialistas para dar respuesta al nuevo escenario generado por sus trapacerías, lo cual demuestra que mientras la sociedad a quien dicen representar ha elevado sus estándares de exigencia, ellos siguen anclados en un mundo que no volverá a repetirse.
Así las cosas, disfruten ustedes de la última Navidad del Antíguo Régimen antes de un año que sin duda será histórico para este país, porque ustedes harán que lo sea.
Estamos a punto de celebrar una Navidad que probablemente será la última de un orden político llamado a cambiar sustancialmente, si no a desparecer, tras las citas electorales del año que estamos a punto de estrenar.
Con todos los interrogantes abiertos y el temor instalado en el cuerpo de los partidos tradicionales, 2015 es el año en que la ciudadanía ha adquirido conciencia plena de poder cambiar una política que no le gusta, unos políticos que les han defraudado y una sociedad que les ha sido secuestrada por esos denominados poderes fácticos, que ahora se sienten más amenazados que nunca.