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Más igualdad después de la pandemia

7 de marzo de 2021 21:17 h

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Hace apenas tres años, en 2018, las reivindicaciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fueron las primeras tras el surgimiento del movimiento MeToo, que marcó un antes y un después en el clamor por la igualdad de derechos de las mujeres. Las movilizaciones de aquel 8M fueron históricas a nivel global y España fue un referente mundial tras registrar miles de personas inundando las calles de 120 ciudades.

Todas y todos lo recordamos bien. El éxito fue tal que debió de producir vértigo y hacer saltar las alarmas en la órbita de esa mentalidad que considera que el privilegio del hombre sobre la mujer forma parte del orden natural. Así hemos llegado hasta hoy. Que los árboles no nos impidan ver el bosque: aunque el clamor por la igualdad es imparable, asistimos actualmente a una revuelta –llamémosle así–, la del pensamiento machista de siempre, que de la mano de la ultraderecha ha puesto sobre la mesa la agenda de la desigualdad y del descrédito para hacer retroceder al feminismo. Y lo ha hecho aprovechando la coyuntura de la pandemia.

Hoy celebramos de nuevo el Día Internacional de la Mujer, nuestro 8 de marzo, una celebración que este año sin duda está condicionada, como todos los aspectos de nuestra vida, por la crisis sanitaria. Y es aquí donde, como feminista y como representante del Gobierno de España en Andalucía, quiero compartir una reflexión que pretende sumar en el debate al que estamos asistiendo acerca, precisamente, de la reconstrucción tras la pandemia. 

Algunos analistas comparan la época que viviremos en los próximos años con la misma etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial donde, en el marco de acuerdos internacionales, se sentaron las bases de la sociedad que conocemos: la del Estado del Bienestar. Esta sociedad ha hecho posible que dispongamos en Europa de mecanismos y herramientas que ha usado un Gobierno progresista como el de España para darnos protección frente a esta pandemia: la sanidad pública y universal o las prestaciones y ayudas a los trabajadores y trabajadoras afectados por la crisis económica o por el cierre de los negocios. 

El Gobierno de España ha entendido también que la igualdad debe ser uno de los ejes fundamentales que marcan la estrategia trazada para salir de la crisis, el Plan de Recuperación y Resiliencia. También quiero destacar que para encaminarnos hacia ese cambio de mentalidad que es necesario para alcanzar la igualdad es clave la defensa de la coeducación, tal y como recoge la nueva Ley de Educación. 

La apuesta por la igualdad sigue siendo esencial como recoge el documento de la ONU titulado “Las mujeres como fuerza motriz de la recuperación económica y la resiliencia durante la pandemia de COVID-19 y después de esta”, dirigido a los ministros de finanzas y gobernadores de los bancos centrales de los países del G20. Aquí se pedía que se aprovechara la coyuntura actual “para situar a las mujeres en el centro del diseño de las inversiones en aras de una recuperación sostenible”. 

El documento recoge que las mujeres representan alrededor del 70% del personal sanitario o que han sido desproporcionalmente mucho más afectadas en situaciones de despido, reducciones temporales de empleo o quiebras de negocio. Además, habría que sumar a este panorama que durante la pandemia se han disparado los casos de violencia de género a causa, probablemente, de los confinamientos.

Todo esto viene a constatar que las mujeres seguimos sin disfrutar de una igualdad plena, una realidad que ha desenmascarado, sin ningún tipo de maquillaje, la crisis de la Covid-19. Si hace tres años el 8M iluminó las calles del mundo, hoy, cuando se han cumplido 90 años de un hito histórico como el de la conquista del voto de las mujeres en España gracias a la valentía de Clara Campoamor, el machismo de siempre, camuflado en formatos contemporáneos, está tratando de culpabilizarnos a las mujeres y a los hombres que defendemos la igualdad por reivindicar algo que no es ideológico sino que es, sencillamente, lo justo. Esta igualdad es la finalidad del feminismo. Ni más ni menos. 

La pandemia nos ha hecho reinventarnos. Y las y los feministas sabemos que ni en este 2021 ni en los próximos años va a silenciarse la voz de las mujeres que claman por la igualdad, aunque no podamos reivindicarlo hoy llenando las calles como antes. El feminismo es tolerante y paciente, y lo suficientemente inteligente para saber que toca seguir reivindicando la causa de la igualdad sin poner en riesgo la salud. 

Estoy convencida de que tenemos una gran oportunidad de salir mejores de esta crisis. Estamos todas y todos llamados a contribuir, con lo mejor de cada cual, a la reconstrucción de nuestra familia, de nuestro barrio, de nuestro pueblo o ciudad, de nuestro país y de nuestro mundo. Sólo será posible crear algo nuevo si es algo bueno: un mundo justo donde las niñas y los niños, las mujeres y los hombres, sean iguales. Es posible: vamos a ello.

Hace apenas tres años, en 2018, las reivindicaciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, fueron las primeras tras el surgimiento del movimiento MeToo, que marcó un antes y un después en el clamor por la igualdad de derechos de las mujeres. Las movilizaciones de aquel 8M fueron históricas a nivel global y España fue un referente mundial tras registrar miles de personas inundando las calles de 120 ciudades.

Todas y todos lo recordamos bien. El éxito fue tal que debió de producir vértigo y hacer saltar las alarmas en la órbita de esa mentalidad que considera que el privilegio del hombre sobre la mujer forma parte del orden natural. Así hemos llegado hasta hoy. Que los árboles no nos impidan ver el bosque: aunque el clamor por la igualdad es imparable, asistimos actualmente a una revuelta –llamémosle así–, la del pensamiento machista de siempre, que de la mano de la ultraderecha ha puesto sobre la mesa la agenda de la desigualdad y del descrédito para hacer retroceder al feminismo. Y lo ha hecho aprovechando la coyuntura de la pandemia.