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¿Una ley para explotar a migrantes?

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Cada vez que el ministro Escrivá pone cara de no haber roto un plato en su vida sabemos que se avecina una barrabasada. En estos días ha tenido la idea de facilitar el arraigo a las personas migrantes mediante el acceso al mercado laboral. No en vano, el Ministerio que dirige se encarga, ni más ni menos, de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, ahí es nada. La barrabasada, como no podía ser de otra forma, la descubrimos en las horas posteriores.

Lo que parece que propone la reforma que prepara el ministro es que los migrantes realicen todo el trabajo basura que nadie con papeles está dispuesto a aceptar, o sea, unos 109.000 puestos, según sus propios cálculos, casi todos en el sector servicios. A mí eso me ha llevado a recordar el chiringuito del barrio malagueño de El Palo que hasta hace poco frecuentaba con mis amigos.

Hace no tanto, todos los camareros eran españoles, muchos empleados desde antiguo, antes de que la propietaria actual heredara el negocio de sus padres. Después, a medida que el local se iba llenando de banderitas, y banderazas, patrias, esos camareros empezaron a ser relevados por otros, latinoamericanos y marroquíes, en su mayor parte.

Una tarde vimos en otro chiringuito a uno de los antiguos camareros, y le preguntamos a qué se debía su cambio. Bueno, todo había ido de manera gradual, según supimos, hasta tocar fondo de manera un poco abyecta: un mediodía se acababa de incorporar a su puesto después de que le hubieran administrado la vacuna de la COVID, y a causa de la reacción tenía un poco de flojera, pero decidió no ausentarse y se tomó un refresco, a ver si se espabilaba. La propietaria se lo cobró, y a él eso le pareció la última gota en aquel proceso gradual de humillaciones. A otro de los camareros, este latinoamericano, la dueña le había hecho pagar la cuenta entera de una mesa ocupada por una pareja que se marcó un “sinpa”, es decir, que antes de que llegara la nota se esfumaron. A la postre, fue como si ese camarero hubiera trabajado la jornada a cambio de nada. Pero él, claro, tenía que tragar, y si le quedaba alguna duda al respecto ahí tiene al ministro de gesto santurrón para recordárselo.

Eso es, en definitiva, lo que valida este borrador, como bien han argumentado UGT y Comisiones Obreras en este comunicado. El borrador de la ley, dicen, es “clasista”, “un traje a medida” que “responde a los intereses de ciertos sectores económicos” y no de los trabajadores. En definitiva, no propone mejorar las nefastas condiciones laborales que han dejado a la hostelería de los lugares turísticos sin camareros. Y tiene sentido que no lo haga, ya que esa competencia corresponde a Trabajo, el Ministerio de Yolanda Díaz.

En mano de la ministra estaría incrementar las inspecciones para que no se produjeran abusos, como ese del chiringuito de banderazas en El Palo, y solo así este borrador no dividiría a la población en rangos de dignidad: los que no deben aceptar las humillaciones, porque tienen DNI español, y los que sí deben, solo porque carecen de ese mismo documento. De hecho, según el borrador, a estos últimos, si ya residen en España, se les relajarán los mecanismos para adquirir la ciudadanía. Pero ¿y si son contratados en origen en programas de migración circular?

En ese caso deben regresar a su país en cuanto terminen su actividad laboral, no se les vaya a ocurrir andar por aquí de vacaciones. Si el trabajador se comporta con la sumisión requerida y repite este mecanismo durante cuatro años, al final igual sí le dan papeles.

Lo que ha propuesto Escrivá, en suma, supone aceptar que desde el Ministerio de Trabajo de Díaz no se van a mejorar las condiciones de los sectores más precarizados. De este modo se sanciona por ley la explotación laboral con marcados tintes neocolonialistas, xenófobos, racistas y clasistas. Así, como si ninguno de los dos hubiera roto un plato en su vida.

Cada vez que el ministro Escrivá pone cara de no haber roto un plato en su vida sabemos que se avecina una barrabasada. En estos días ha tenido la idea de facilitar el arraigo a las personas migrantes mediante el acceso al mercado laboral. No en vano, el Ministerio que dirige se encarga, ni más ni menos, de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, ahí es nada. La barrabasada, como no podía ser de otra forma, la descubrimos en las horas posteriores.

Lo que parece que propone la reforma que prepara el ministro es que los migrantes realicen todo el trabajo basura que nadie con papeles está dispuesto a aceptar, o sea, unos 109.000 puestos, según sus propios cálculos, casi todos en el sector servicios. A mí eso me ha llevado a recordar el chiringuito del barrio malagueño de El Palo que hasta hace poco frecuentaba con mis amigos.