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Lunes de resaca, silencio ovino
Hoy ya no es el Día de Andalucía. Es día de llevar los disfraces de andaluces al tinte, darle cafelito a los trajes oscuros y de guardar la bandera en el baúl. También día de un merecido descanso para el piloto del helicóptero. Los tópicos de la fiesta patria serán sustituidos por los tópicos andaluces de cada día y el teléfono estará otra vez abierto por si llaman los cortijeros de Madrid. Es el ritual de todos los años. Solo ha faltado poder agasajar a los forasteros con pescaditos y flamenquito. Cosas de la peste.
Habrá que estar al liquindoi por si Moreno Bonilla sigue de andalucista moderado con su gobierno detrás. Un andalucismo tan moderado que seguirá teniendo como normal que la bandera de la Falange esté presente en el Parlamento. La misma Falange en cuyo cuartel de la calle Trajano de Sevilla estuvo preso Blas Infante, antes de que, al cabo, un pelotón de falangistas –que lo había arrancado días antes de su casa de Coria– lo pasaran por las armas del fascismo en la carretera de Carmona.
Tan moderado que seguirá impasible ante el testimonio diario, como un martillo contra la decencia, de un general Queipo de Llano –el virrey de Andalucía– reposando en la Basílica de La Macarena, a apenas 200 metros de la sede de la soberanía popular andaluza, su Parlamento, y muchos menos de la muralla en la que tantísimos leales a la Constitución republicana, y hermanos macarenos, fueron fusilados.
Tan moderados que se apoyan en la extrema derecha que niega la existencia de Andalucía, su derecho al autogobierno y considera a Infante un moro separatista. Días antes, en su moderación, en una cadena de radio, la SER, el presidente de la Junta consideraba a sus socios dentro de los límites de la Constitución.
Pasado el gran día, mientras si se feijooiza o no, Moreno Bonilla seguirá exhibiendo los galardones de su cargo, reinterpretando los símbolos propios de Andalucía, su escudo, aprobado en Ronda en 1918. Coronas y laureles para un escudo que representa la emancipación, sin coronas ni señores o señoritos de allende Despeñaperros. Con los de aquí tenemos de sobra. El Gobierno andaluz se comporta lanarmente silente, como corderos, ante la presencia del extremismo de derecha que tanto sufrimiento causó a este bendito país que tanto nos emociona, a algunos solo cada 28 de febrero.
Leo que Ian Gibson cree que hoy García Lorca luciría la blanquiverde; y yo. También que preferiría un chino honrado a un andaluz corrupto; y yo. Así somos, así deberíamos ser; no hay patriotismo ni bandera que esconda la corrupción y las conveniencias con la extrema derecha.
Los andalucistas moderados deberían saber que ese pensamiento es incompatible con la xenofobia, el totalitarismo, la violencia, el machismo, que es federalista, republicano, cree en la libertad e igualdad de los pueblos, respeta sus lenguas y la propia, y predica la solidaridad y la justicia social; entre otras, la tributaria.
Decía Juanjo Téllez que Carlos Cano se consideraba un andaluz triste, al igual que Luis Cernuda. Ayer fue un día de reencuentro entre andaluces, sus valores y sus sueños. De un poquito de felicidad pero un día también triste. Con los tres sabios citados, yo también me considero un andaluz triste. Triste porque Andalucía no puede estar acogotada en manos de andalucistas moderados colgados del fascismo.
Hoy ya no es el Día de Andalucía. Es día de llevar los disfraces de andaluces al tinte, darle cafelito a los trajes oscuros y de guardar la bandera en el baúl. También día de un merecido descanso para el piloto del helicóptero. Los tópicos de la fiesta patria serán sustituidos por los tópicos andaluces de cada día y el teléfono estará otra vez abierto por si llaman los cortijeros de Madrid. Es el ritual de todos los años. Solo ha faltado poder agasajar a los forasteros con pescaditos y flamenquito. Cosas de la peste.
Habrá que estar al liquindoi por si Moreno Bonilla sigue de andalucista moderado con su gobierno detrás. Un andalucismo tan moderado que seguirá teniendo como normal que la bandera de la Falange esté presente en el Parlamento. La misma Falange en cuyo cuartel de la calle Trajano de Sevilla estuvo preso Blas Infante, antes de que, al cabo, un pelotón de falangistas –que lo había arrancado días antes de su casa de Coria– lo pasaran por las armas del fascismo en la carretera de Carmona.