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Matraca y PP para siete años

Ya lo decía el Guerrita: “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Y además lo han confirmado quienes debían hacerlo, La Caixa y otras 2.000 empresas más, que son las que más saben de posibilidades, tras mirar sus cuentas de resultados. Así que tranquilos todos y vayan preparando el cuerpo, que si bien no habrá apocalipsis hispano, esto sólo acaba de empezar y nos quedan meses o años por delante para hablar de singularidades culturales y económicas y de café para todos.

Nuestra jefa, Susana Díaz, que ha estado muy callada en todo este asunto (y ha hecho bien) tendrá que estar muy atenta, no sea que en la negociación que se avecina nos pongan a los andaluces mirando para Antequera, otra vez.

Hablando de matraca, para abrir boca ya tenemos en marcha una campaña electoral de dos meses, a la vez que echa a andar (como los cangrejos) la comisión propuesta por el PSOE en el Congreso para estudiar la reforma constitucional, otro año por lo menos. Si a todo ello se le suman los procesos judiciales que se inician ahora, y dada la celeridad de la Justicia española, nos pondremos en el año 2020, justo a tiempo para las elecciones generales, que volverá a ganar el PP subido a lomos de la bestia rojigualda que han despertado Puigdemont y sus secuaces carlistas y anarquistas.

Aparte de que en estos dos próximos años no se volverá a hablar de las cosas de los pobres, ni de la telaraña de corrupción del PP, ocultas tras la enorme bandera que nos han desplegado ante las narices, lo que nos espera son aburridísimas y cansinas sesiones de matraca nacionalista, de la que ha dado fe ese pobre preso de confianza de la cárcel de Soto del Real, al que le tocó compartir celda con el presidente de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Sánchez, y que tras una semana pidió el traslado a una celda de aislamiento, para disfrutar del bendito silencio. Un día más y no descarto que se pidiera el corredor de la muerte.

Hacer el oso en Osetia

Menos mal que de este insufrible tedio nos puede salvar el mismísimo Carles Puigdemont, que investido de salvador de la patria se está esforzando en alegrarnos la espera con su indómita actitud, que sólo encuentra parangón en la excelsa figura del presidente de Libertonia, el honorable Rufus T. Firefly (Groucho Marx) en Sopa de ganso, y nunca mejor dicho lo de ganso. Así tras una peligrosa y accidentada huida en avión (seguramente en Ryanair), nuestro esforzado paladín recaló en Bélgica para pedir asilo político o en su defecto para seguir dando la paliza, a la espera de que el mundo le reconozca como el William Wallace del Ampurdá. Pero su gozo en un pozo, ya que los belgas, tras un primer amago de acogerle han dado marcha atrás, no en vano es un país serio, cuna de los Pitufos y de Tintín.

Tras este fiasco, nuestro chafardero indomable (periodista tenía que ser) ya está buscando otro país más propicio a sus intereses. Podría ser una de las dos superpotencias que ha reconocido a la República Catalana, Osetia del Sur, un paisete donde tendrá absoluta libertad para hacer el oso, como acostumbra. También podría probar con las Islas Marianas (que no deben su nombre a Rajoy), también conocidas como Islas de los Ladrones. Un buen lugar para reunir a la cúpula del PdCAT. Y del PP.

Pero como no todo es negativo, también el proccés ha traído alguna cosa buena, como la cura de humildad que ha recibido Podemos,proccés que buena falta le hacía, en verdad, y que puede propiciar que el PSOE de Pedro Sánchez mejore sus expectativas, que también sería muy fácil, todo hay que decirlo. Tras el coqueteo de Pablo Iglesias con las posturas independentistas y sus feroces críticas al 155, es reconfortante comprobar cómo aplica el mismo artículo a sus conmilitones catalanes cuando se le salen del tiesto. Una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo.

Pasado ya lo peor, ya sólo nos queda lo más tedioso, a no ser que las fuerzas vivas y muertas del PP y de la Judicatura quieran hacer sangre con los derrotados, que sólo nos faltaba que resurgieran de sus cenizas a base de hacerles mártires. Tampoco digo que deban quedar sin castigo, sobre todo por los millones que se han gastado a lo tonto. Un castigo severo, además. Por ejemplo, concertar con Bélgica un tratado de no extradición, y rogarles que se queden a Puigdemont durante los próximos 20 años y un día, para que pueda disfrutar de un país que entre semana cierra a las seis de la tarde y que los domingos y festivos, ni abre. Y si abre es para servir mejillones con patatas fritas. Alegría flamenca.

Ya lo decía el Guerrita: “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Y además lo han confirmado quienes debían hacerlo, La Caixa y otras 2.000 empresas más, que son las que más saben de posibilidades, tras mirar sus cuentas de resultados. Así que tranquilos todos y vayan preparando el cuerpo, que si bien no habrá apocalipsis hispano, esto sólo acaba de empezar y nos quedan meses o años por delante para hablar de singularidades culturales y económicas y de café para todos.

Nuestra jefa, Susana Díaz, que ha estado muy callada en todo este asunto (y ha hecho bien) tendrá que estar muy atenta, no sea que en la negociación que se avecina nos pongan a los andaluces mirando para Antequera, otra vez.