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El valor del resto y su poquito de insumisión

"Cansancio permanente, cansancio como estado, cansancio como justificación y como excusa, cansancio como palabra ante la que todos ceden" /Foto: Valentín García

Valentín García

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Vivir más tiempo ocupa mucho tiempo, alargar la vida te lleva media vida. Resistir a un cáncer pide, entre otras muchas cosas, una dedicación que cuando inicié mi recorrido no podía imaginar. Llevo 18 meses -los más vividos de mi edad- centrado en mi enfermedad. La disposición de mi tiempo está determinada por sus caóticas reglas. Tuve que dejar de trabajar durante más de un año y a partir de la noche del diagnóstico me vi inmerso en un universo nuevo, duro y muy exigente. Ya no era el dueño de mis actos, pasé a depender de las indicaciones de los médicos, ya mi agenda no era mía. Perdí la soberanía sobre la organización de los días y las semanas, renuncié a hacer planes que no fueran inmediatos -que eso no son planes- y en cierto modo tuve que entregar mi reloj, largo o corto, a metástasis, tratamientos, pruebas, consultas y todas esas esclavitudes que te expiden el Título de Oficio: “paciente de cáncer”. 

Pero me negué a ser sólo eso. Vi que era inevitable que el tratamiento se hiciera con las riendas. Evidentemente lo primero es lo primero, prioridad total, entre otras razones porque hay muchos días en los que mi cuerpo no responde como para hacer otras cosas. Después fui aprendiendo que esto iba para largo, que la estantería de las medicinas no era provisional y que mi modo de vida había cambiado de parámetros. Había que incluir la renuncia dentro del paisaje, cierto, pero pronto decidí que le iba a buscar las vueltas a la enfermedad.

Es tan duro tener cáncer que convertirte en enfermo profesional está a un paso, y vayan por delante todos mis respetos por aquellos que no han visto otra posibilidad, pues hay situaciones realmente duras que dejan poco margen para cultivar los alientos de la vida. Lo que yo pretendo es que el cáncer me coma el terreno imprescindible, que es mucho, pero ni un centímetro más. Necesito y debo conservar mi reino, sentir que si estoy resistiendo es precisamente para que todo el resto del tiempo tenga sentido. Que si he ido a otra sesión de quimio es para poder salir un rato el fin de semana. Que si me tomo la medicación religiosamente voy a comer divino, que si tengo que quedarme dos días acostado es para pasar un tercero al lado de mi gente.

Sin ir más lejos, la nueva fase de mi tratamiento me va a tener en total diez mañanas seguidas ocupado. Bueno, hoy al menos al salir de radioterapia he ido a hacer la compra con mis hijos. A veces cuesta mucho, muchísimo armar las fuerzas, pero la recompensa no puede ser mayor, sobre todo, si de vez en cuando cometo algún exceso. Eso me deja la cabeza nueva para quince días. Me sigue apeteciendo hacer cosas, no he perdido la capacidad de crearme nuevas ilusiones y esto me ayuda a soportar los palos del cáncer. En ocasiones me obligo, me fuerzo un poco, tiro de voluntad o disciplina frente a la tentación del cansancio. Cansancio permanente, cansancio como estado, cansancio como justificación y como excusa, cansancio como palabra ante la que todos ceden.

Pero tengo suerte, siempre lo digo, y estoy rodeado de personas y circunstancias que son en sí mismas razones para vivir y que me recuerdan y empujan a seguir siendo algo más que un cáncer con piernas. Sigo siendo un padre devoto pero con su poquito de cáncer, un amigo que ahora te necesita más, un hermano feliz como piñón en piña prieta, un hijo que bendice haber nacido de sus padres, un novio que quiere dar y no sólo recibir, un compañero de trabajo que procura arrimar el hombro todo lo posible, un loco por la radio, un vecino que agradece tu interés, un cliente del desayuno como tú sabes, un ciudadano que se cabrea, un periodista que sigue la actualidad y vibra, un tío ruidoso, alguien que sigue flipando con Antonio Vega… ¡Soy muchas cosas!

Es lógico ceder ante la gravedad de una enfermedad así, bastante tenemos con seguir en pie... pues no, no es bastante; si se puede hay que caminar. Hay que hablar de cosas que no sean la vida y la muerte, hay que ponerse guapo, hay que comprar cosas, hay que proponérselo cada día y eso lo tenemos dentro de nosotros. Genero lo que quiero recibir. Estamos aquí para algo, la cosa esa de “luchar” no es el motivo, es hacer tu vida, la que puedas, pero hazla. Seguro que tienes a alguien muy cerca que está deseando que le pidas que te eche una mano.

Frente a la dictadura del cáncer, su poquito de insumisión.

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