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A Julio
Esta noche, querido Julio, también he bajado al río a buscar en sus aguas lentas alguna respuesta, algún argumento, una razón, algún pensamiento que me consuele. Y nada. No encuentro nada. La lámina líquida que se acerca al Puente de Triana me ha echado a la orilla un poco más de dolor, rabia y miedo.
Estoy hecho polvo y así me encuentro desde que ayer tu madre, Pilar, nuestra @pilicorleone en Twitter, me mandó un mensaje: “Valentín, Julio ya tiene sus alas…” Creo que es la forma más hermosa de decir que nos habías dejado, que se acabó tu tiempo y tu sonrisa permanente entre las camas del hospital donde has estado más de dos años esperando un trasplante de una médula que te sirviera y que desgraciadamente nunca llegó.
Supongo que tu niñez hizo que creara un vínculo especial contigo y con tu madre. Un chaval no puede llevarse meses ingresado, un chaval no puede tener leucemia, un chaval no puede tener esa mirada madura,un chaval no puede ser más fuerte que yo… un chaval tiene que ser eso, un chaval y ya está. Y sobre todo, un chaval no se puede morir.
Esa es, para todos, la principal razón por la que estamos sintiendo este desgarro y por eso ayer me acerqué a ver a tu madre al maldito tanatorio. Apenas le dije nada porque -sinceramente- creo que no se puede decir nada que sirva para algo. Me ha contado que lo último que le dijiste fue “no llores mamá” y se me partió el alma al comprobar que te marchabas más pendiente de los tuyos que de tu propio trance. Nos haces muy pequeños, tío grande.
Luego ha venido el miedo porque, como sabes, yo también tengo cáncer, y eso hace que todo esto gire en torno a mí de otra manera, hiriéndome de temor a que me pase como a ti, que estoy haciendo lo mismo que tú hacías, todo lo posible por curarme y seguir vivo. Tú de un modo y yo de otro, pero el esfuerzo es igual de máximo. Coincidimos además en empeñarnos en intentar animar a otros enfermos y llevo malo casi tanto tiempo como lo has estado tú.
El cáncer te ha llevado a ti y nos recuerda que esto es así, que manda hasta que los médicos encuentran la tecla, pero ni siquiera podemos estar seguros de todo. El cáncer no entiende edad, sexo o condición, es injusto y arbitrario. Sería mucho más lógico que muriera yo, que ya he pasado los 50, y no tú, que te has quedado sin compartir tu vida y energía con tu gente. Ya sé que plantear esto es absurdo, pero el dolor que siento me tiene poco reflexivo.
La bofetada que el cáncer me ha dado contigo me lleva incluso a preguntarme si merece la pena tanta quimio, radio, médicos… Hasta me da cosa mirar las pulseras de #yomecuro que tú también llevaste y que luciste con especial alegría en la Cabalgata de los Reyes Magos. Tus alas me han puesto a mí los pies en el suelo, puedo morirme cualquier día, puede que mi tratamiento no funcione, puede que todo sea para nada.
Pero qué va, Julio, en el fondo sé que estoy tremendamente equivocado. Miro tus fotos y leo los centenares de mensajes que le están enviando a tu madre y entonces me doy cuenta de que todo vale para algo. A pesar del dolor profundo y eterno que has dejado. A pesar de los dos largos años en el Hospital. A pesar de que no seamos siquiera capaces de entender que muera un chaval como tú y que un hombre de 51 y con dos hijos pueda morir mañana.
Y es que tú, gran guerrero, has hecho que miles de personas adoren más la vida. Has demostrado que no es cuestión de -como suele decirse- ganar o perder la batalla. ¿Alguien se atreve a decir que Julio ha perdido? La clave, queridísimo JuliOne, es esa forma de vivir mientras pase lo que tenga que pasar. Esa es la lección magistral de vida que tú y tu familia nos dais. O vuestra lección de alegría por encima de todas las cosas. Ponerse manos a la obra realizando campañas para fomentar la donación de médula con una presencia que ya querrían experimentados profesionales de la comunicación. ¡¡Ahí estabas tú, con el apresto que sólo tienen los valientes!!
Cuando alguien que conozco muere de cáncer me afecta mucho y voy a tardar algún tiempo en encajar este golpe. Pero estoy más que dispuesto a seguir tu ejemplo para llegar, por lo menos, a la altura de tus zapatos. Gracias JuliOne.
Que tus alas te lleven al más hermoso lugar jamás soñado.
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