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¿Qué pasa con Fernando?
Nada me gustaría más que cuando ustedes lean estas líneas, esta columna haya perdido toda actualidad, porque Fernando Madina, líder de la banda sevillana Reincidentes, se encuentre perfectamente y en libertad. Aún en ese esperado escenario, lo ocurrido en el aeropuerto de Miami es sencillamente inaceptable e impropio de un país líder de la comunidad internacional y tan celoso de las libertades individuales.
Que alguien “desaparezca” sin más en un aeropuerto y setenta y dos horas después, la única explicación que reciban nuestras autoridades consulares es que se encuentra retenido por “razones de seguridad”, parece más propio de uno de los guiones calenturientos de Hollywood que de la realidad de un país en el que la seguridad de sus ciudadanos es una auténtica obsesión.
Según las autoridades de inmigración del Estado de Florida,, la policía aeroportuaria y la compañía aérea, no constaba ninguna denuncia contra Fernando ni se encontraba detenido. Al parecer y por llevar unas copas de más, se le impidió abordar el avión que debía trasladarle a Quito, donde junto con su banda debía intervenir en el XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Su pista se pierde la tarde del viernes y en dicho aeródromo, en el que por cierto, Los Reincidentes ya tuvieron otro incidente, aunque de menor gravedad.
El caso de Fernando no es el primero en el que ciudadanos españoles, pasan por un auténtico calvario por auténticas minucias, o por coincidir su nombre con el de personas reclamadas, circunstancia esta verdaderamente inexplicable en el paraíso de las tecnologías de la información y del espionaje telefónico.
El trato que las autoridades de EEUU dispensan a cualquier ciudadano no nacional, o al menos anglosajón, es sencillamente deplorable, colocando al viajero bajo permanente sospecha y haciéndole víctima de vejaciones de todo tipo, que serían inaceptables para cualquiera de sus nacionales en cualquier país del mundo.
El complejo de nuestro país frente a las grandes potencias en general y Estados Unidos en particular, nos lleva a no aplicar la reciprocidad en este tipo de cuestiones y a seguir recibiendo bajo palio a los ciudadanos americanos, mientras que los nuestros son escrutados como “sospechosos habituales” en cualquier aeródromo USA ... Como cuasi terroristas, si además son morenos y de ligeros rasgos árabes, lo que ocurre en un altísimo porcentaje de nuestra población.
¿Se imaginan por un momento que Bruce Springstein –incluso con tres copas-, hubiera “desaparecido” en el aeropuerto de Sevilla durante 72 horas sin ninguna explicación ni garantía de su paradero? A buen seguro que nuestro país se enfrentaría a un incidente internacional de primer nivel; el Departamento de Estado habría convocado a nuestro embajador en Washington y poco menos que los Seals estarían preparando una intervención de rescate en Sevilla, al estilo de Tom Cruise en Misión Imposible.
En nuestro caso, la primera reacción diplomática ha llegado casi 72 horas después de la desaparición de Fernando y por supuesto, la Legión no se ha movilizado para desplazar un comando de rescate a Miami. Claro que aquí estábamos de puente y Fernando Madina no es Miguel Blesa haciendo escala tras uno de sus safaris.
¿Quién va a resarcir a Fernando, a su familia y a sus compañeros de grupo, de semejante arbitrariedad? Me temo que nadie y lo que es peor, albergo escasísimas esperanzas de que nuestro país ponga pie en pared y saque los colores a los “iuesei” ante la comunidad internacional.
Así pues, mientras nuestro gobierno siga manteniendo actitudes de sumisión vergonzantes ante estos auténticos “atracos”, sólo nos quedará tararear la visionaria letra de “Desconexión en Miami”, canción de los Reincidentes que dice así: “Qué bien que me toquen los huevos, qué bien que me toquen ahí, en todos los aeropuertos, en ferrocarril...”.
Nada me gustaría más que cuando ustedes lean estas líneas, esta columna haya perdido toda actualidad, porque Fernando Madina, líder de la banda sevillana Reincidentes, se encuentre perfectamente y en libertad. Aún en ese esperado escenario, lo ocurrido en el aeropuerto de Miami es sencillamente inaceptable e impropio de un país líder de la comunidad internacional y tan celoso de las libertades individuales.
Que alguien “desaparezca” sin más en un aeropuerto y setenta y dos horas después, la única explicación que reciban nuestras autoridades consulares es que se encuentra retenido por “razones de seguridad”, parece más propio de uno de los guiones calenturientos de Hollywood que de la realidad de un país en el que la seguridad de sus ciudadanos es una auténtica obsesión.