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Trabajar mata incluso cuando ya no trabajamos
Decía mi profesor de Sociología, allá en los lejanos tiempos en que estudié la carrera de Periodismo, que esa que impartía era una ciencia dedicada a demostrar lo que todo el mundo ya sabía. Seguro que podemos recordar sesudos estudios, con profusión de datos, que prueban, no sé, que muchos jóvenes están enganchados a Instagram, o que las personas ancianas que viven solas están más apagadas que cuando tenían compañía.
Más allá de la broma, la fundación Fedea publicaba la semana pasada los resultados de un estudio sobre los efectos de retardar la edad de jubilación, esa medida tan cara al PSOE desde los tiempos de Zapatero (un personaje que de manera amnésica ahora algunos recuperan como ejemplo de la izquierda). No sé si el estudio prueba lo que todo el mundo ya sabía, pero desde luego sí lo que intuíamos: la tasa de mortalidad aumenta por cada año extra en nuestra trayectoria laboral. De hecho, el informe no se anda con rodeos. Si retrasar un año la salida del mercado laboral aumenta el riesgo de morir entre los 60 y los 69 años en 4,4 puntos porcentuales, se debe “al efecto inmediato de la pérdida de acceso a los regímenes de jubilación anticipada”. Aquí tienen el estudio completo, donde encontrarán otras afirmaciones contundentes, como que todo esto se traduce en “una pérdida social valorable en 8.564 euros por individuo”, si es que al Ministerio de Seguridad Social le hacen falta cifras sobre lo que valen nuestras vidas.
Por si no queda claro: hacernos trabajar más años no solo nos amarga la vida, sino que además tampoco comporta los beneficios económicos con los que se justificaba esa medida, especialmente para la hucha de las pensiones. Hasta ahora sabíamos que legislar contra la clase trabajadora, que en último término es lo que supone retrasar la edad de jubilación, resultaba impropio del gobierno más progresista de la historia. Ahora sabemos que también es de tontos. Creo que mi profesor de Sociología estaría orgulloso.
Todo indica que el único beneficio lo obtienen las empresas para las que trabajamos cada vez más años, sin que, como es notorio, en España la distribución de riqueza resulte precisamente ejemplar
Cabe la posibilidad de que el gobierno contrarreste este informe con otro propio, aunque seguramente lo ignore. Lo que a día de hoy parece evidente es que retrasar la edad de jubilación está creando un problema social. Todo indica que el único beneficio lo obtienen las empresas para las que trabajamos cada vez más años, sin que, como es notorio, en España la distribución de riqueza resulte precisamente ejemplar. Si lo fuera, de hecho, esa hucha de las pensiones estaría llena sin necesidad de retrasar nuestra trayectoria laboral. La lógica de hacernos trabajar más y más, por tanto, atiende únicamente a criterios neoliberales. Se parte de la premisa de que algunas migajas del pastel de los ricos caerán bajo la mesa por si los demás pescamos algo.
En una vuelta de tuerca todavía más truculenta, ahora el gobierno pretende reforzar un mecanismo perverso que ya lleva tiempo entre nosotros: contratar por temporadas a trabajadores migrantes en origen para sectores infrapagados y de condiciones lamentables, para luego, en lugar de concederles la residencia, obligarlos a regresar a sus países. Es una medida fabulosa: así no les da tiempo a asentarse y, no sé, cometer la locura de afiliarse a un sindicato u organizarse de cualquier otro modo. Además, nos ahorramos, precisamente, sus futuras pensiones, al tiempo que con sus cotizaciones contribuyen a las nuestras. Si hiciéramos un estudio demoscópico entre estos trabajadores, encontraríamos otras verdades que todos sabemos con antelación: esos migrantes consideran que únicamente se les trata como mano de obra barata, no como personas con plenos derechos.
Alguien podría ahora elaborar otra prospección sociológica y dar la razón a mi viejo profesor con más conclusiones obvias, como que la mayoría de las personas trabajadoras en España corroboran que la anterior edad de jubilación, en efecto, merecía ser modificada, pero, asómbrense: ¡para adelantarla! ¿Saben cuál sería el estudio verdaderamente interesante? El que demostrara los beneficios, en todos los ámbitos, de esa medida. Igual entonces sí nos sorprendíamos de verdad.
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