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4D
White&green washing

Archivo - Bandera de andalucía a media asta en la Av.de Andalucía. Sevilla a 8 de mayor 2020

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Más de una y más de dos nos hemos quedado con las patas colgando con el decidido giro andalucista del Partido Popular de esta tierra. Como suele decirse ahora, esto no lo vimos venir. Yo, al menos, no. Como tampoco vi venir la decisión estratégica de Moreno de sacudirse las siglas en la campaña electoral y de volverse tuteable y tuiteable. O don Juan o Juanillo: de Juan Manuel Moreno Bonilla pasamos a Juanma sin solución de continuidad. Estas cosas no son casuales, ahí –como en el resto de fuerzas políticas, qué duda cabe- están quienes saben de márquetin político, dándole a la calculadora de caladeros y nichos (qué nombres) de votos a corto y medio plazo.

Ahora toca sentir los colores hasta desteñirlos. El PP andaluz ha tenido los redaños de oficializar el 4D, efeméride señera de la lucha de buena parte de la sociedad civil por la autonomía, como el Día de la Bandera. Me pregunto si hubiera tenido el mismo arrojo de haber vivido la funesta suerte de contar como vicepresidenta de su Gobierno a la que nos envió, tarifando, la ultraderecha. Aquella Olona de lunares y volantes extirpó todo rastro de la blanca y verde de su campaña. De la máxima ideologización de la bandera por parte de Vox (recuerden a Buxadé renegando de ella porque es la “de los almohades y los moriscos que no quieren la reconquista de España”) al intento de desideologización de la misma por parte de los populares andaluces, hay un tremendo viaje. Permítanme –y perdónenme- que lo llame white&green washing.

Los colores blanco y verde connotan ideales políticos y sociales muy potentes, que no todas las fuerzas suscribieron por igual, pero que, quienes los lucharon, los conquistaron para todas las andaluzas y andaluces

Si greenwashing le llaman al lavadito de cara que, gracias al márquetin, hacen las empresas para parecer responsables ante el cambio climático, white&green washing vendría a ser la estrategia por la cual el Partido Popular enarbola el andalucismo. Algo así –es decir, que la derecha se ponga tan autonomista- será normal y hasta histórico en el País Vasco y Cataluña. Pero Andalucía is different. Para nuestro referéndum del 28 de febrero, la derecha abogó por la abstención o el voto en blanco, y la extrema derecha por el no. La autonomía andaluza y la lucha por la misma, qué duda cabe, fue política. Ideológica, dicho sea, no en el sentido marxiano (más que marxista) del término, sino en el mejor sentido del término, como ideológicas son la democracia y la dictadura, el latifundio y la parcela, la obesidad de los más pobres, la bandera y la llama que le prende fuego. ¡Si hasta las sevillanas que bailaba cuando chica eran políticas!: “Andalucía, guapa, gitana, mujer morena, despierta que eres libre, gitana, de tus cadenas. ¡Despierta!”.

La autonomía fue un camino por la que las abuelas y los padres de muchos de nosotros sintieron la dignidad y el orgullo de ser andaluces y dueños de su destino, y lucharon democráticamente por ello. Los colores blanco y verde connotan ideales políticos y sociales muy potentes, que no todas las fuerzas suscribieron por igual, pero que, quienes los lucharon, los conquistaron para todas las andaluzas y andaluces. Nuestro proceso tuvo la ideología de querer que Andalucía fuese reconocida como sujeto político al mismo nivel de otras nacionalidades históricas como País Vasco, Cataluña y Galicia, ¿les parece poco? Eso fue lo que votaron quienes votaron sí.

Olvidar de dónde venimos suele poner en riesgo saber hacia dónde vamos. Recordar que Andalucía se hizo responsable de su momento político porque buena parte de su sociedad se echó a la calle a reclamar autogobierno, avances sociales y su identidad hecha desde dentro, no desde la españolada impuesta, nos vincula, libera y da sentido.

El autonomismo andaluz está forjado a base de conciencia política y social, de identidad, de movilización ciudadana, elementos por suerte realmente complicados de convertir en tabula rasa lista para desideologizar

Me pregunto si existe una especie de autonomismo blanco, es decir, no político, descafeinado, inocuo, desmovilizador, poco molesto. Lo mismo me pregunto del feminismo, el ecologismo o de otros movimientos y procesos que necesariamente interpelan al poder económico y político establecido. Que nos colaran ese gol sería una triste guasa. Pienso en Ayuso y su defensa a esgalla de su comunidad como potencia económica de bajos impuestos. Se trata de una defensa radicalmente liberal, de chaqueta roja pantone 032, que viene al pelo de su himno –un fascinante himno, cuyo autor es Agustín García Calvo, que me sorprende que no lo hayan derogado ya- que reza lo siguiente: “¡Viva mi dueño! / Que solo por ser algo / soy madrileño”. El autonomismo andaluz está forjado a base de conciencia política y social, de identidad, de movilización ciudadana, justicia social, solidaridad y la reivindicación, elementos por suerte realmente complicados de convertir en tabula rasa lista para desideologizar.

 

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