Centros de enseñanza cooperativos: más de medio siglo creando una comunidad educativa alternativa en Andalucía

Hay lugares por los que pasa (o debería pasar) todo el mundo. Uno de ellos es la escuela. Un espacio central y vital de nuestras vidas, que habitualmente se suele clasificar en tres modelos educativos básicos: las escuelas públicas, las concertadas y las privadas. Sin embargo, hay una cuarta, que está a medio camino entre las públicas y las concertadas, que son las cooperativas o escuelas levantadas gracias a la economía social. Es decir, con el concurso y el respaldo financiero de los profesores y los trabajadores de estos centros.

Estas escuelas cooperativas están integradas en la Asociación Andaluza de Centros de Enseñanza de la Economía Social (ACES), que gestiona los 147 centros educativos asociados que hay en comunidad autónoma y que ofrecen una alternativa a los modelos tradicionales de educación pública y privada. “No se imponen cuotas para las familias de los alumnos y la voluntad es crear una comunidad”, explican.

Sustentados económicamente por los empleados que trabajan en ellos, los centros están en todas las capitales andaluzas y en muchos municipios de diferente tamaño, lo que permite que la transferencia de conocimiento, por las características de cada lugar, enriquezca aún más este proyecto cooperativista. “Nuestros 147 centros educativos de Andalucía son, vistos desde afuera, colegios concertados normales, pero no cobramos cuotas recurrentes”, explica José Luis Hervás, presidente de ACES.

Desde el exterior, los centros gestionados por estas cooperativas pueden parecer colegios concertados comunes, pero su estructura y filosofía son “únicas”. A diferencia de la mayoría de los colegios concertados, que a menudo están ligados a instituciones religiosas y requieren cuotas de las familias, estos centros operan bajo un principio fundamental de accesibilidad. Son laicos.

Más de medio siglo de historia

El modelo de cooperativas educativas en Andalucía tiene sus raíces en los años 70 y 80, una época de grandes cambios en el sistema educativo español. Durante este período, se hizo obligatorio que los niños permanecieran en la escuela hasta los 16 años, lo que creó una demanda urgente de nuevos colegios y profesores. “En aquel momento faltaban colegios, faltaban profesores, faltaban recursos para poder escolarizar a toda la población”, recuerda José Luis Hervás. Ante esta necesidad, surgieron las cooperativas educativas, que ofrecieron una solución innovadora: los profesores se organizaban, obtenían préstamos, construían sus propios colegios e impartían clase.

Además de eliminar las barreras económicas, sobre todo en aquellos casos en los que los colegios se levantan en barrios más humildes, estos centros también se distinguen por su inclusividad religiosa. “No discriminamos a la población, somos inclusivos totalmente, ni tampoco por temas religiosos”, apunta el presidente de ACES. En un contexto educativo donde muchas instituciones aún tienen vínculos con organizaciones religiosas, las cooperativas educativas de Andalucía ofrecen un espacio neutral y abierto para estudiantes de todas las creencias.

De ello sabe bien Beatriz Ordóñez, docente en el Colegio del Aljarafe en Sevilla, adoptó en 1985 este modelo educativo. Natural de Mérida, lleva 25 años ligada a este centro y conoce de primera mano cómo se gestionan este tipo de instituciones. “Nuestro colegio es un reflejo de la diversidad del barrio. Aquí convivimos con estudiantes de diferentes orígenes y religiones y eso enriquece la experiencia educativa para todos”. Esta diversidad se fomenta en la escuela a través de actividades de todo tipo, que sirven para educar y sufragar los gastos de mantenimiento de los colegios. Así, la inclusión es uno de los pilares que sustenta el éxito de las cooperativas educativas.

El corazón de este modelo radica en su estructura cooperativa. A diferencia de las escuelas tradicionales, donde las decisiones suelen ser tomadas por una administración centralizada, en estos centros todos los socios tienen un voto igualitario. “Es un proyecto colectivo donde todos somos responsables. Todos estamos implicados en un proyecto que nos ilusiona”, explica José Luis Hervás, presidente de ACES. Este sistema no solo democratiza la toma de decisiones, sino que también genera un profundo sentido de pertenencia y compromiso entre los educadores.

“Teníamos una idea y mucha ilusión”

Pedro Oliveira es docente de física y química en el centro decano de esta modalidad en Andalucía: el Colegio Hispanidad de Huelva, abierto en 1973. “Ser parte de una cooperativa educativa no es solo un trabajo, sino que es un compromiso con la comunidad. Todos participamos activamente en las decisiones que afectan a nuestro colegio, desde la gestión financiera hasta la pedagogía. Esta participación nos motiva y nos impulsa a mejorar constantemente”.

Este compromiso se extiende más allá de las horas de clase. Muchos de los profesores en estos centros son antiguos alumnos que, tras completar su formación, regresan para trabajar en sus barrios, enseñando a la próxima generación. Hay algunos centros cuyo éxito es tal que hay listas de espera para poder matricularse. De hecho, en el Colegio del Aljarafe se han formado figuras conocidas como Rafael Cobos, guionista ganador de dos premios Goya, o el actor Julián Villagrán, también ganador del mismo galardón.

Otro ejemplo revolucionario de cooperativa educativa es el Centro Ramón y Cajal de Granada. Una de sus cabezas visibles es Javier Martínez, que además es el presidente de Federación Andaluza de Empresas Cooperativas (FAECTA) en Granada. Conoce el proyecto desde su origen, por lo que recuerda aquella época con nostalgia: “Éramos un grupo de jóvenes con una idea y mucha ilusión. Decidimos que no íbamos a esperar a que nos ofrecieran trabajo. Íbamos a crearlo. Nos juntamos, pedimos un préstamo y empezamos a construir nuestro propio colegio. Fue un desafío enorme, pero el resultado valió la pena”.

Este enfoque no solo fue más eficiente en términos de costos, sino que también permitió la creación de un entorno educativo más personal y comunitario. El primer centro de este tipo en Andalucía fue el Colegio La Hispanidad en Huelva, fundado hace más de 50 años. Este colegio pionero no solo sentó las bases para el modelo cooperativo en la región, sino que también demostró la viabilidad y el éxito de este enfoque.

Hoy en día, el modelo cooperativo no solo está consolidado en Andalucía, sino que también ha sido exportado a otras regiones de España. “Nosotros estamos integrados dentro de una organización a nivel nacional e intentamos exportar el modelo a toda España”, afirma el presidente de ACES. Esta expansión es un testimonio del éxito del modelo y de su relevancia en el contexto educativo actual. Al tiempo que forman parte de FAECTA, la Federación Andaluza de Empresas Cooperativas, desde donde se fomenta el cooperativismo no solo en la escuela si no en todos los ámbitos empresariales.

147 en Andalucía

En total, hay aproximadamente 600 cooperativas educativas en España, de las cuales 147 están en Andalucía, representando casi el 25% del total nacional. Es decir, los centros andaluces tienen una gran importancia en cuanto a la implementación y el desarrollo de estos proyectos de educación cooperativista. Proyectos cuya inversión inicial, por parte de los socios, varía desde los 500 euros de un centro en un pequeño pueblo, hasta los 50.000 que suele ser lo más habitual en las grandes capitales. “Depende de múltiples factores y del número de alumnos que haya”, apuntan desde ACES.

Uno de los aspectos más destacados de estos centros es la calidad de la relación entre los profesores, los alumnos y las familias. José Luis describe cómo, en contraste con otros modelos educativos, en las cooperativas educativas se prioriza la atención directa y afectuosa. “Nuestros centros suelen estar llenos de niños. El secreto está en la atención que tenemos a nuestros alumnos y familias, que es una atención muy directa y de mucho afecto”, comenta.

Beatriz Ordóñez, del Colegio Aljarafe de Sevilla, añade que esta cercanía es clave para el éxito del modelo. “Nosotros no solo educamos, sino que acompañamos a las familias en todo el proceso. Conocemos a nuestros alumnos, a sus padres y sus historias. Eso crea un ambiente de confianza que es difícil encontrar en otros centros”. Esta proximidad ha generado una demanda constante que confían que siga en aumento con el paso del tiempo.

A pesar de su éxito, las cooperativas educativas en Andalucía se enfrentan a desafíos constantes, especialmente en términos de financiación y recursos. Pedro Oliveira, docente del Colegio Hispanidad de Huelva, señala que, aunque el modelo ha demostrado ser sostenible, siempre existe la necesidad de innovar y adaptarse a las nuevas realidades educativas. “La educación está en constante cambio, y nosotros también debemos estarlo. Es un desafío, pero también una oportunidad para seguir mejorando. Hay que intentar llegar a las necesidades de todo tipo de alumnado”.

Javier Martínez, del Colegio Ramón y Cajal, por su parte, cree que el futuro del modelo pasa por su capacidad para seguir expandiéndose. “Hemos llegado lejos, pero aún queda mucho por hacer. Nuestra misión es asegurar que cada vez más niños tengan acceso a una educación de calidad, independientemente de su origen o situación económica”.

El modelo de cooperativas educativas en Andalucía no es solo una respuesta a las necesidades educativas de una época pasada, sino que es un sistema que sigue demostrando su relevancia y eficacia en la actualidad. Con un enfoque inclusivo, una estructura democrática y un compromiso con la comunidad, estos centros ofrecen una educación de calidad que es accesible para todos. Como señala José Luis Hervás, el éxito de estos colegios no solo beneficia a las familias y a los estudiantes, sino que también contribuye al bienestar general de la sociedad. “A nosotros nos interesa el bien y el beneficio de toda la sociedad”, concluye.