Elecciones en Andalucía 2018: una campaña en dos bloques y dos tiempos

Se preveía una campaña electoral en dos bloques y así ha sido. El bloque a la derecha, con los líderes nacionales de Ciudadanos (Albert Rivera) y PP (Pablo Casado) dominando el discurso, las cámaras y los titulares conscientes de esta su primera batalla en las urnas por un mismo nicho electoral. La presencia de periodistas de todos los puntos de España acreditados para esta campaña lo corrobora. Lo han hecho a costa de eclipsar en mayor o menor medida a sus dos candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía, Juan Marín y Juanma Moreno, y mantener en un segundo plano sus respectivos programas electorales, incluso cambiándolos como la propuesta de recentralización de la educación de Casado que Moreno no lleva en su programa.

En el bloque a la izquierda han competido Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) y Susana Díaz (PSOE) por arrogarse la defensa de Andalucía y del debate sobre la región, dejando lejos a sus líderes nacionales, que han aparecido en pocas ocasiones (tres veces Pablo Iglesias; dos, Pedro Sánchez). Mientras Díaz mantenía un perfil bajo, sin entrar en conflicto, con una campaña “en positivo”, y pedía a los suyos ausencia de sorpresas, Rodríguez apelaba a los socialistas desencantados porque “el susanismo no es socialismo”. De hecho, no en pocos mítines de Adelante Andalucía se ha pronunciado la frase “el socialismo está aquí”. 

Pero, además, ha sido una campaña en dos tiempos. Dos tiempos cuyo termómetro podrían ser perfectamente los debates celebrados. La primera semana, el primer debate, retransmitido por Canal Sur, ejemplificó el tono de lo que serían esos primeros días. Moreno y Marín se destrozaron mutuamente con recurrentes acusaciones. El primero, acusando a Ciudadanos de ser la muleta del PSOE los últimos tres años y medio, como viene haciendo toda la legislatura. El segundo, reprochando al PP no haber hecho “nada” en 40 años de oposición al PSOE y presumiendo de logros. Mientras, Teresa Rodríguez evitaba el cuerpo a cuerpo con Susana Díaz y la actual presidenta dejaba hacer a sus adversarios.

El segundo tiempo se marca en el segundo debate. En esta segunda cita televisada (en RTVE), el tono se elevó por parte de todos los candidatos y entró como parte del centro del debate la fuerza de ultraderecha Vox. La que lo puso sobre la mesa fue Susana Díaz que no se cansó de preguntar a Ciudadanos y PP: “¿Pactarán con Vox si suman para gobernar?”. Es cierto que esta fuerza política ha estado sobrevolando toda la campaña después de que el CIS le diera carta de posibilidad con un escaño por Almería. Pero fue en ese momento en el que entró para virar el discurso de los cuatro partidos con representación parlamentaria.

Y Vox entró en escena

A partir de ese momento, el PSOE ha agitado el “miedo a la derecha” ejemplificándola en Vox en sus últimos mítines con la intención de movilizar al votante de izquierdas y dar por hecha la fragmentación del voto a la derecha, lo que sin duda le beneficiaría en un reparto de los llamados “restos”. Sin embargo, no todos los socialistas están seguros de que sea una estrategia acertada “abrir la caja de Pandora” dando carta de protagonismo a un partido ultraderechista. Aún así, la líder socialista ha dado punto y final a su campaña en línea con la última semana: “después de años, esa extrema derecha vuelve a aparecer y esta tierra la reconoce porque tiene memoria, porque no olvida”.

Ante el envite, Teresa Rodríguez ha acusado a Díaz de ser una “irresponsable” y “miserable” por sacar a Vox en el debate: “no todo vale para mantenerse en el poder”. Aunque ha definido a Adelante Andalucía como “un muro de contención de la derecha”. Y durante el cierre en Málaga ha planteado un discurso para  arrinconar todo lo posible a Susana Díaz. 

Por su parte, el PP y Ciudadanos se han visto abocados a contestar preguntas sin fin acerca de esta formación política, sobre si contarían o no con ellos para un pacto y de si los consideran ultraderecha.  En el caso del PP, Casado ha sido el encargado de endurecer un discurso que ya traía bastante escorado para llamar a esos votantes “que se han ido a otras formaciones o están pensando en irse”. O como dijo Esperanza Oña: “los votantes de Vox pueden volver a casa. Van a sentirse cómodos” porque “ahora tenemos un líder sin complejos”.

Este endurecimiento ha puesto en apuros al candidato a la Junta que ha intentado rebajar el tono de algunas de las declaraciones de su líder nacional consciente de que un discurso así podría enviar votantes de centro derecha a la formación naranja. Un ejemplo, ha sido el tema de la inmigración donde Casado ha formulados frases y propuestas de las más polémicas de la campaña. Ese votante perdido en otras formaciones ha sido, de hecho, el protagonista del cierre de su campaña en Sevilla, con una amplia frase de Casado en la que llamaba a “todos los que se han sido a otras formaciones”, y con la referencia a Ciudadanos sin nombrarlo por parte de Moreno: hasta el punto de que también ha sobrevolado el cierre de campaña celebrado este viernes, quien  les ha echado en cara el “sacrificio” de las víctimas de ETA (como Jinénez Becerril)  a esa “ formación política que ha dicho que para que ha servido el PP en Andalucía en estos 40 años”. 

Ciudadanos, en este último tramo, ha optado por agarrarse a la participación, convencido de que saldrá beneficiado. Por eso ha hecho un llamamiento a votar “masivamente” y así lo ha reiterado la última noche de este viernes en el Parque de los Príncipes de Sevilla. “Un 1% más de voto pueden suponer 5 escaños más, que lo cambian todo” ha sido el mantra. Los de Marín, frente al viraje hacia la derecha de Casado, han intentado colocarse de nuevo en el centro del tablero que habían perdido estos últimos meses. Aunque no han dejado de enlazar el problema catalán con las urnas andaluzas, y poner sobre la mesa los presupuestos generales del Estado y las “negociaciones con independentistas” y su propuesta de regeneración democrática: “Andalucía se merece un presidente sin mochila”.

Con todo, el tercer tiempo se juega el domingo. Cuando los más de seis millones de votantes andaluces depositen sus papeletas en las urnas y decidan las cartas que les dan a cada partido para jugarlo.