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A 6 años del 15M, cuánto hemos cambiado
Un presunto caso de corrupción ha sacudido al grupo municipal de Málaga Ahora, en la capital de la Costa del Sol, según han reconocido sus propias portavoces. A lo largo del año pasado, uno de los concejales presuntamente retiró de manera sistemática dinero en efectivo de la dotación del grupo municipal y dejó sin justificar casi 4.000 euros, la mayor parte en los dos meses previos a la última cita electoral para la Generales de junio de 2016, según acaba de certificar una auditoría externa. El concejal abandonó el grupo, pero no su acta, y pasó a figurar como “no adscrito” en octubre de 2016. Llama la atención que, ante la evidencia de los hechos, la reacción de la persona señalada y su entorno, lejos de asumir responsabilidades, haya consistido en manidos insultos, plagados de clasismo y machismo, incluso con cierto tufo Brummel, muy del Régimen del 78 que supuestamente se pretende destituir, y también en este caso “dimitir” parece ser un nombre ruso.
Ninguna organización está exenta de malas prácticas por parte de personas concretas. Lo que demuestra la honestidad de la organización es que se actúe con inmediatez, antes de que la cuantía aumente hasta límites intolerables y no le tiemble el pulso para tomar medidas. De hecho, este caso nos sirve para extraer algunas conclusiones de carácter general.
Hemos vivido en los años recientes acontecimientos que han transformado subjetividades y prácticas políticas en el país. El primero de ellos, el 15M, agregó a una multitud en las plazas, y más allá generó un proceso de aprendizaje y politización acelerada de muchas personas. Los aprendizajes pasaban por una democracia radical: asamblea, grupos de trabajo, respeto a la diversidad, escucha activa, construcción del consenso, liderazgos distribuidos, construcción en red (de abajo a arriba, de las periferias al centro), respeto a la autonomía de los movimientos, construcción inmanente de la realidad perseguida, etc. Además, en coherencia con todo ello, encontramos el aprendizaje y práctica de los Feminismos.
Al 15M se le acusó de falta de resultados, de inoperancia, ensimismamiento, etc. En parte por estas críticas, pocos años después surge el denominado “asalto a las instituciones”, el segundo de los acontecimientos. El volumen del desafío y las prisas de los plazos justificaron grandes cotas de pragmatismo que a la larga se fueron convirtiendo en hábitos, aprendizajes, y factor atractor-repelente de subjetividades políticas.
De esta manera, la asamblea dio paso a direcciones; la diversidad a corrientes; la construcción común y el consenso a permanentes contiendas internas y al rodillo de las mayorías; el liderazgo distribuido a liderazgos localizados y enfrentados; la construcción en red a la centralizada; el respeto a la autonomía a la fagotización de movimientos; la construcción de las “utopías” desde la práctica a postergarlas para cuando se “gane”. Y con todo ello, los feminismos al patriarcado.
Esta dinámica se produjo principalmente en Podemos, pero las candidaturas municipalistas no son ajenas a ello. No pretendo afirmar que todas las personas del 15M o de las nuevas opciones electorales, ni las dinámicas internas que se dan, coincidan ineludiblemente como esta descripción, pues siempre hay matices. De hecho, es justo matizar que muchas de las candidaturas municipalistas nacen de y han practicado métodos muy propios del 15M. Aun así, a veces la aceleración de los ritmos institucionales, el “tocar poder”, las alianzas y pactos pre o post electorales, etc. han dificultado esas prácticas y atraído ciertas subjetividades políticas.
Si el 15M era un proceso destituyente del Régimen del 78, cabe preguntarse en qué medida el nuevo ciclo institucional que lo sucedió también lo es, con su necesidad de pactos y alianzas con organizaciones del Régimen, con su entrada en las tripas de este, con su pragmatismo y aceleración, etc.
Este artículo no es una enmienda a la totalidad del enorme trabajo que se viene realizando dentro de las distintas opciones electorales de la llamada “nueva política”, tampoco pretende dar por cerrado el denominado “ciclo institucional”. Aspira tan solo, a partir de un hecho (desagradable) concreto, provocar una pausa para repensar prácticas, dinámicas, o hipótesis de continuidad: ¿el sumatorio, la llamada unidad, garantiza el cambio? ¿en qué medida suma (agregando nuevas personas) y en qué medida resta (repeliendo a otras)?, ¿cuál es el clima grupal que se genera, y los perfiles subjetivos que permanecen? ¿Las alianzas se han de fraguar a partir de cálculos electorales y construcción programática o se han de fraguar antes desde la construcción de consensos en torno a principios y métodos? ¿El “ganar” es siempre equivalente a gobernar?
Estas son solo algunas de las muchas preguntas que convendría realizarse como balance de estos años y sobre todo de cara a la continuidad. Es tiempo y, lo más importante, hay margen, para el balance. Las personas que se han inmerso de lleno en la experiencia institucional harían un flaco favor al común, y en especial a sí mismas, si se enrocan en posiciones irritables o herméticas ante las críticas que pudieran llegar. A su vez, las que se han mantenido al margen de la etapa institucional tampoco ayudarían con una actitud destructiva o de indiferencia.
El ciclo está teniendo sus luces y sus sombras, estś sirviendo para identificar los límites de la a veces sobrevalorada vía institucional, también para inocular desde dentro algunos buenos virus al Régimen. Pero llegado a este punto sería conveniente revisar algunas de los nociones comunes con las que se emprendió el desafío, que pasaban por intensificar el doble proceso destituyente-constituyente que se inició con el 15M, y para ello poner las instituciones al servicio de la emergencia, consolidación y proliferación de contrapoderes e instituciones del común que catalicen el proceso constituyente en marcha.
Precisamente una de ellas acaba de surgir en Madrid con el Centro Social La Ingobernable. Su valor trasciende la ciudad, y supone a la vez un potencial y desafío para el municipalismo democrático que gobierna la ciudad. Qué se está haciendo mal o qué ha cambiado para que Ahora Madrid o Barcelona en Común, candidaturas de referencia del municipalismo y que en su ADN tienen inscritos los centros sociales, no estén apoyando explícitamente esta nueva institución del común.
El papel previsto para los perfiles institucionales pasaba por cotas de enorme generosidad, el respeto inflexible a la autonomía o huir de la falsa noción de “neutralidad institucional”. Por su parte, desde los movimientos el compromiso venía por una buena dosis de paciencia, de huir de posiciones “puristas”, sabiendo establecer desde la autonomía cauces de comunicación, planificación y cooperación con la interfaz institucional.
Es evidente que el plan no está yendo todo lo bien que estaba diseñado, pero no es menos cierto que en eso consiste cualquier proceso de experimentación como en el que nos encontramos. Aún hay margen y tiempo para la evaluación y la redefinición de hipótesis, siempre desde una actitud flexible y abierta a las diversas posibilidades que se nos abren dentro de las nociones comunes de las que nos habíamos dotado.
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