En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
Las cartas de tu ex
El miércoles no pasé el carné de familia numerosa en la máquina para comprar el billete de tren de vuelta a Cádiz desde Sevilla. Era el último tren, casi las diez de la noche, iba con el tiempo justo. Cola en las taquillas y la máquina de Renfe tiene una pantalla infernal que falla muchas veces y para beneficiarse del descuento por familia numerosa hay que meter todos los numeritos del carné, que son muchos. Pensé, total, ¿para qué? Estaba enfadada y triste, Candela no paraba de llorar, porque como dice Laura Gutman la maternidad es “el encuentro con la propia sombra”.
Esa tarde nos habíamos merendado un buen puñado de titulares en los que se decía que habíamos estado pagando irregularmente alquileres de los diputados por unas cantidades que también cobrábamos como dietas. No teníamos ni puñetera idea de a qué se referían porque nadie nos había comunicado absolutamente nada oficial ni oficiosamente, solo las llamadas de los periodistas usando todas esas palabras feas. Qué importaba ya si yo metía o no el dichoso carné de familia numerosa para ahorrar 3 euros en el billete de tren si yo supuestamente me había quedado con 20.000 o algo así.
Además, el tema estaba precisamente relacionado con las dietas del Parlamento con las que llevábamos dando el coñazo desde el primer día que pusimos un pie en el Parlamento hace 7 años. Ya daba igual, podía ir descalza andando en penitencia de Sevilla a Cádiz que yo parecía esa tarde parte de los papeles de Pandora. Lo de las dietas en el Parlamento es que es una vergüenza infame, no me canso de decirlo: nos pagan a los diputados del Parlamento dietas que van entre 800 y 2.500 euros al mes, sin tributar, para pagar gastos que no tenemos que justificar con un triste ticket, además de nuestro salario. Dietas que se pagan los meses de vacaciones, durante las bajas por enfermedad, los permisos de maternidad o, por ejemplo, durante el confinamiento, cuando las reuniones eran todas on line. Nos pagan, además, más por kilómetro de carretera que a un funcionario de la Junta, como si la gasolina nos costara más cara. Como esto nos ha parecido siempre la vergüenza infame que es, hemos dado mucho la lata con eso. Mucho. Hemos tocado las narices al resto de sus señorías a porfía, con las dietas, con los complementos para los miembros de la mesa de comisiones fantasma que no se han reunido ni una sola vez y se embolsan 6.000 pavos extras al año, con las cesantías que cobran los diputados al irse incluso si les espera un trabajo fuera, con la falta de control absoluto sobre el trabajo de representación de Andalucía de los senadores y senadoras que elegimos en el Parlamento, porque el Senado es ese lugar en el que pagar lealtades, silencios o jubilaciones. Como se puede comprender, no hemos sido los más simpáticos del hemiciclo para el resto de sus señorías. Y devolvérnosla ahora con una cosa así... Habíamos estado “pagando irregularmente los alquileres de los diputados” con dinero del grupo parlamentario mientras “cobrábamos dietas” por el mismo concepto. Wow. Salivaron sus señorías.
Y esto que nos ha pasado, afirmo sin miedo a parecer una hipócrita mentirosa, nos ha pasado precisamente por querer ser austeros
Y esto que nos ha pasado, afirmo sin miedo a parecer una hipócrita mentirosa, nos ha pasado precisamente por querer ser austeros. Los diputados y diputadas trabajamos fundamentalmente entre nuestra provincia y Sevilla, por estar allí la sede del Parlamento, de la mayoría de los organismos oficiales andaluces y la sede central de muchas de las organizaciones sociales con las que trabajamos habitualmente. Pensando en ser austeros, decidimos que, en lugar de vivir en hoteles durante nuestras estancias en Sevilla, como hacen otros, íbamos a alquilar dos pisos para compartir los ocho diputados que pernoctan regularmente en la ciudad por motivos de trabajo, cuatro en cada piso. Con lo que le huelen los pies a un diputado, con la edad que ya vamos teniendo, compartiendo piso porque no nos gustaba la idea de vivir en un hotel. Aunque nos lo pagara el Parlamento.
Hay algunas cuestiones técnicas que quizá la gente no sabe, vamos, que no sabe seguro. El Parlamento asigna una partida para funcionamiento de los grupos parlamentarios, que se ingresa trimestralmente por anticipado a todos los grupos y que varía según el número de diputados, y dietas que se ingresan personalmente a mediados de mes. Como habíamos decidido mancomunar los gastos de alojamiento en los dos pisos compartidos y asesorados por nuestro equipo económico y contable, lo más fácil para pagar los alquileres del 1 al 5 de cada mes era adelantar el dinero de la partida del grupo y luego hacer balance a la interna con cada diputado a mediados de mes en otra cuenta corriente. Al contribuyente no le salía más caro que operáramos de esta manera porque tanto las asignaciones como las dietas son cantidades fijas. De hecho, los grupos parlamentarios normalmente ingresan todo directamente al Partido, donde se pierde la pista del dinero, y luego en las cuentas del partido el dinero va a lo donde le dé la gana a su dirección, sean sedes, mítines, cocaína o puticlubs. Pero nosotros separamos la contabilidad del partido de la del grupo parlamentario porque entendíamos que son dos cosas distintas aunque tengan una relación evidente.
Es como cuando tu ex recibe una carta de Hacienda para ti y la guarda en un cajón para dejar pasar los plazos y jugártela. Es muy feo. Sobre todo, porque ellos saben lo importante que para nosotros es este asunto
Para nosotros es importante dejar claro que no es que nos hayan sancionado, multado, condenado o denunciado, lo único que ha ocurrido es que a la Intervención del Parlamento le resultó extraña la imputación del gasto y planteó dudas al grupo parlamentario sobre este proceder y lo hizo confidencialmente en junio, cuando envía a cada grupo el Informe de Fiscalización previa una vez auditada la contabilidad del ejercicio anterior, en ese caso 2020, donde se recogen las cuestiones que necesitan ser aclaradas, justificadas o documentadas. ¿Qué pasó? Que quien recibió el reparo previo de la Intervención fue el actual grupo Unidas Podemos, nuestros excompañeros, y estos, en lugar de ponerse en contacto con nosotros, dejaron pasar los plazos hasta que el reparo acabara en un requerimiento final plasmado en un informe que posteriormente filtraron a la prensa. Es como cuando tu ex recibe una carta de Hacienda para ti y la guarda en un cajón para dejar pasar los plazos y jugártela. Es muy feo. Sobre todo, porque ellos saben lo importante que para nosotros es este asunto. Al parecer, algunos entienden la unidad como la destrucción de todo lo que no sea uno mismo. Martina Velarde, mi paisana, dijo el viernes en rueda de prensa que si te llega una carta de un vecino no vas a buscarlo para dársela sino que la devuelves a correos. Joder, incluso si tu vecino vive al otro lado del patio, incluso si tu vecino resulta que era tu compañero de batallas, ¡tu paisano! Y si la carta es de Hacienda… En fin, que hay que hacer distingos entre quienes andan buscando abrazos a la izquierda del PSOE, un PSOE andaluz resignado ya a tener a Macarena Olona de vicepresidenta de la Junta si hace falta (quizá consejera de Educación), hacer distingos entre quienes están tratando de generar esperanza y encuentros y quienes no se bajan de la apisonadora ni para repostar, incluso si son de la misma organización. No sé lo que pasaría después pero ojalá alguien cogiera el teléfono y nos llamara sin tener que pedir permiso a ningún señoro.
Algunos compañeros y familiares me dicen, “nadie va a creer que os quedabais con dinero, si has estado pidiendo devolver tus dietas de los permisos de maternidad y cuando te han dicho que no, las has donado; si durante el confinamiento habéis donado la mitad de vuestros ingresos al Servicio Andaluz de Salud; si lleváis siete años donando dietas a causas sociales, a trabajadores en lucha, a ONGs; si habéis presentado tres reformas al reglamento y siete enmiendas al presupuesto, una por año, para obligar a justificar las dietas contra factura que os han votado sistemáticamente en contra el resto de grupos. Coño, si hasta los diputados afines a Teresa de la anterior legislatura, no todos los de Podemos por cierto, renunciaron a 16.000 € en cesantías. Alguien que hace eso, ¿para qué va a querer quedarse con el dinero por duplicado?”. Y yo me acuerdo de la infame cuarteta de los Chichos: “el cristal cuando se empaña se limpia y vuelve a brillar, ni más ni menos, ni más ni menos, la honra de una mocita se ensucia y no brilla más” Pues sí señores, la mocita soy yo y al parecer hemos metido la pata, pero juro por mi madre, con lo feo que está eso, que no hemos metido la mano. Nunca. Mi madre, poresita, tiene casi 80 años, se ha apuntado a informática y no tiene otra cosa que buscar el nombre de su hija en el Google justo en estos días, qué suerte, eh, ya se podía haber apuntado a la zumba...
Bueno, al grano, me explico, la cosa es que el Reglamento no dice que no se pueda hacer así, no dice prácticamente nada de cómo gastar esa partida de los grupos, solo un lacónico “para funcionamiento de los grupos parlamentarios” y las dietas se refieren, generosamente eso sí, en principio solo a los días de pleno y comisión, pero para eso está la Intervención del Parlamento, para asegurarse de que el dinero público se gasta de la mejor manera posible. Multitud de organismos oficiales actúan conforme a la ley y luego reciben reparos u objeciones de la Intervención que opera ante vacíos legales o interpretaciones posibles. Eso no significa que sea ilegal sino que le plantea dudas; eso dice el informe de la Intervención, y como UP no responde a las dudas -cosa que si hace religiosamente con las otras cuestiones que se le indican en la fiscalización previa- ni nos avisa para que lo aclaremos nosotros, la cosa acaba en el Informe definitivo de fiscalización tres meses después que va a la Mesa del Parlamento que es la que tiene que decidir sobre los reparos que quedan por resolver.
La Mesa del Parlamento son básicamente todos los partidos del Parlamento menos nosotros. Ahí es donde están todos nuestros adversarios políticos, que no nos quieren mucho precisamente por el coñazo que hemos dado con las dichosas dietas, donde están todos los partidos excepto nosotros por otra cabronada que nos hicieron que ahora no viene a cuento, donde su presidenta no termina de enterarse que tiene que ser ecuánime y no ser siempre jueza y parte; ahí, cargan las tintas y piden el reintegro, cosa con la que no tenemos absolutamente ningún problema desde el primer momento, y filtran a la prensa el tema precisamente para tratar de dejarnos fuera de juego en la pelea ética, para deslegitimarnos y que no volvamos a abrir el pico con el temita de las dietas. Van listos… Eso sí, confieso que el miércoles no pasé el carnet de familia numerosa para comprar el billete de tren y lo hice porque estaba enfadada y triste; de eso soy culpable, no volverá a pasar.
El miércoles no pasé el carné de familia numerosa en la máquina para comprar el billete de tren de vuelta a Cádiz desde Sevilla. Era el último tren, casi las diez de la noche, iba con el tiempo justo. Cola en las taquillas y la máquina de Renfe tiene una pantalla infernal que falla muchas veces y para beneficiarse del descuento por familia numerosa hay que meter todos los numeritos del carné, que son muchos. Pensé, total, ¿para qué? Estaba enfadada y triste, Candela no paraba de llorar, porque como dice Laura Gutman la maternidad es “el encuentro con la propia sombra”.
Esa tarde nos habíamos merendado un buen puñado de titulares en los que se decía que habíamos estado pagando irregularmente alquileres de los diputados por unas cantidades que también cobrábamos como dietas. No teníamos ni puñetera idea de a qué se referían porque nadie nos había comunicado absolutamente nada oficial ni oficiosamente, solo las llamadas de los periodistas usando todas esas palabras feas. Qué importaba ya si yo metía o no el dichoso carné de familia numerosa para ahorrar 3 euros en el billete de tren si yo supuestamente me había quedado con 20.000 o algo así.