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A Donald Trump no le gustan las aceitunas
El pasado 20 de noviembre el departamento de comercio de EEUU emitió una resolución que planteaba imponer, de forma cautelar, aranceles a la aceituna de mesa que llega desde España. Esta resolución es una agresión (algo que incluso en la literalidad de su concepto recuerda, sin duda a su presidente) no sólo a nuestra región, sino a toda la política agraria de la Unión Europea.
Esta medida llega tras la presión del lobby de la gran empresa olivarera de California al mismo Trump denunciando una supuesta competencia desleal por parte de nuestras aceitunas. El motivo alegado es que nuestras aceitunas, como muchos otros productos de nuestra agricultura, son objeto de subvenciones de la Unión Europea a través de la PAC (política agraria común). Trump, poniendo en práctica su “America first” -el demagogo slogan que utilizó en la carrera presidencial que le llevó a la Casa Blanca-, sin miramientos, sin consultar a los organismos internacionales de la materia, ha dado por válidas estas alegaciones y ha impuesto aranceles a la importación de aceitunas españolas, golpeando así duramente a Andalucía.
Andalucía lidera las ventas de aceituna a Norteamérica con casi un tercio del valor exportado y el 77% de la producción nacional de este alimento. Tanto es así que las exportaciones de aceituna de mesa españolas a Estados Unidos alcanzaron en 2016 un volumen de 70,9 millones de euros, por ende, de ello dependen cientos de miles de puestos de trabajo y familias de nuestra tierra.
Según la Junta de Andalucía, este sector genera en la comunidad autónoma más de dos millones de jornales y reúne más de 16.000 explotaciones con alrededor de 95.000 hectáreas en total. Además, concentra 300 empresas entre las que se encuentran 206 envasadoras (54% del total del país) y 106 envasadoras. Sin embargo, la exportación de aceitunas de mesa españolas a EEUU sale hoy, tras el arancel de Trump, entre un entre el 2,31% y el 7,24% caro, lo que supone un varapalo para las cientos de miles de nuestras familias que trabajan vinculados al sector.
La medida de la Administración Trump refleja toda la incoherencia y desatino de su política exterior. Acusan a nuestra política agrícola de subvencionarse cuando su propia agricultura es altamente dependiente de subvenciones. La PAC y las subvenciones que reciben los productores europeos son aceptadas por la Organización Mundial del Comercio (OCM), organismo que regula el comercio internacional a nivel global y donde EEUU ocupa un importante lugar.
La agresión de la Administración Trump a nuestro campo ocurre en un momento en el que la Unión Europea está revisando su política agraria. Debemos aprovechar el momento para desarrollar resistencias a ataques como el estadounidense. El arancel a la aceituna, puede sentar un peligroso precedente para las exportaciones de otros productos de nuestra agricultura que cuente con subvenciones de fondos europeos.
Para desarrollar esa resiliencia, la futura PAC debe garantizar precios justos para los productores, así como asegurar la dignidad de las personas trabajadoras del sector. La futura PAC debe primar a los pequeños y medianos agricultores y agricultoras, las personas trabajadoras en el sector y la sostenibilidad de nuestro mundo rural sobre los beneficios de la gran empresa agro-industrial. La futura PAC debe de apostar por los precios justos para los productores, una producción y comercio interno, para superar los riesgos que supone la apuesta por la exportación y la volatilidad de precios internacionales. La futura política agraria europea debe promover y comprometerse con la soberanía alimentaria de los diferentes territorios, las producciones locales y sostenibles, así como alinearse con las pautas internacionales de comercio justo.
Esta semana se discuten en el Parlamento Europeo las medidas de Trump contra nuestras aceitunas. Las consecuencias de que a Trump no le gusten nuestras aceitunas son severas para nuestra gente, por ello debemos exigir a la Unión Europea una contundente reacción a las sanciones norteamericanas que incluya medidas centradas en asegurar la dignidad de nuestro mundo rural.
A la par, la Unión Europea debe tomar nota de lo sucedido y aprovechar la reforma de la PAC para reorientarla y ponerla al servicio de los ciudadanos y de la sostenibilidad. El reto es mayúsculo, nos jugamos el presente y el futuro de Andalucía. Hoy son las aceitunas de mesa y el aceite que llenan de alegría nuestra mesa, mañana miles de empleos y vidas perdidas
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