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Esperanza o el resurgir del lince ibérico
“Los linces ibéricos se estima que ya existían en la Península ibérica hace no menos de un millón y medio de años. Desde entonces, nuestro Planeta y la Península ibérica han sufrido períodos glaciares, como la pequeña edad del hielo que aconteció en el medioevo europeo. Probablemente, el lince ha estado a punto de extinguirse. Ha llegado hasta el siglo XXI y quizás sea ésta su última oportunidad” (Lince ibérico: aspectos jurídicos para la conservación de la especie; Calzada, Javier y otros autores, prólogo de Miguel Delibes), Sociedad española de conservación, Málaga, 2010.
En 1986, la UICN catalogó al lince ibérico en peligro crítico de extinción. En los años 90, en los dos núcleos andaluces quedaban menos de 50 ejemplares en Doñana y cerca de un centenar en Sierra Morena. En 2000, los científicos dan la voz de alarma, pues se estima que la población total de lince ibérico no llega al centenar. Uno de los problemas era la disminución de su alimento preferido, el conejo, debido a las enfermedades de la mixomatosis y la neumonía hemorrágica vírica, que diezmó la población del conejo.
Si en 2001 se contabilizaban 62 ejemplares adultos, en 2022 había 648. Hoy, 2024, la población total del lince sumando ejemplares jóvenes y adultos sobrepasa los 2.000 ejemplares. Según la lista de roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), el lince pasa ahora de estar “en peligro de extinción”, a la categoría de “vulnerable”. Esta es la buena noticia. Según la UICN, la población del felino más amenazado del mundo, sigue estando amenazada por los atropellos, la caza furtiva y el Cambio Climático. El Presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, mostró su satisfacción: “Nos podemos sentir muy orgullosos de que el lince se pueda ver ya con regularidad”, al igual que la Ministra de Transición Ecológica y Reto demográfico, Teresa Ribera: “Hoy estamos en condiciones de poder alumbrar una luz de esperanza para el lince, tras el éxito de los programas de conservación y reintroducción”.
La puesta en marcha del programa Life-Lince (Miguel Ángel Simón) y del Plan de Cría en cautividad fueron decisivos para la supervivencia del felino más amenazado del mundo. Si Miguel Delibes puso en marcha el uso de radiotransmisores, a partir de 2003, Astrid Vargas, bióloga y veterinaria, dirigió con éxito el Plan de cría en cautividad, o programa de conservación Ex-situ en el Centro de recuperación de especies amenazadas del Acebuche, en Doñana, que luego siguió Antonio Rivas. El programa comenzó con cuatro hembras y un macho reproductor. En 2012 se contabilizaban 77 ejemplares en cautividad, 40 machos y 37 hembras.
En abril de 2001, dirigiendo “Tierra y Mar” en CSTV, viajamos a Doñana el cámara José Manuel de Castro, la realizadora Elena Cano y servidor. Quedamos en El Rocío, con Paco Palomares, Javier Calzada, Gema Ruiz y Miguel Delibes, cuatro expertos del lince ibérico, un guarda del Parque Nacional y el fotógrafo de Naturaleza Antonio Sabater, que tiene un libro precioso que recomiendo, “El Lince ibérico”. En dos todoterrenos accedimos al Parque Nacional por la Cañada Mayor, afluente del Guadiamar. Paco Palomares y Gema Ruiz iniciaron la búsqueda de alguna madriguera. Tras varios intentos infructuosos, volvimos para cruzar la Cañada Mayor, pero el río venía ahora crecido, y el coche se quedó atascado en el cauce. Salimos del vehículo con la cámara y el trípode a hombros, y con el agua por los muslos. Regresamos a Sevilla. A media tarde me llamó Paco Palomares. Habían hallado una paridera con cuatro crías de lince, una muerta, y otra con signos de deshidratación. A esta última la llevaron al Zoobotánico de Jerez.
Decidí seguir el caso de esa lincesa y a los pocos días fuimos al zoo de Jerez. Fue una de las experiencias más emocionantes en mi carrera. Acompañados por Íñigo Sánchez, responsable del Plan de cría en cautividad en Andalucía, Miguel Ángel Quevedo, veterinario del Zoo, y Mercedes Mateos, de comunicación, entramos en la pequeña clínica con guantes, gorros y pantuflos protectores. Con la lincesa en las manos, Juan Miguel Cascales y Elena Cano grabaron el momento. ¡Qué sentimientos de ternura al acariciar a aquella criatura salvada de una muerte segura! Sugerí a los técnicos que podríamos llamarla Esperanza, pues simbolizaba la esperanza de los científicos y de la sociedad para recuperar la especie. A los pocos días me confirmaron que así se llamaría. Y decidí seguir a Esperanza en su vida. Al cabo de un año la visitamos en el Centro de Cría en cautividad del Acebuche, en Doñana. El cuidador Pablo Pererira nos introdujo en la jaula grande y nos sorprendió el tamaño de Esperanza. Pereira y yo nos sentamos, y Esperanza jugaba con nosotros. En un momento se me subió a los hombros, sujeté sus patas con mis manos y su cabeza estaba encima de la mía, mientras Cascales grababa aquello, y me embargaba la emoción. Luego, Pereira fue amonestado por permitir que yo jugase con ella. Pensé que aquellas imágenes con las que concluimos el reportaje sobre Esperanza sensibilizarían más a chicos y mayores que varias campañas de publicidad. Años más tarde seguimos a Esperanza que superó una enfermedad renal y un tumor mamario. En 2014, con 13 años, Esperanza murió. Tuvo tres partos y cinco crías.
Hay que agradecer a muchos científicos, técnicos, políticos, alcaldes, agricultores, ganaderos, vecinos y propietarios de fincas, ecologistas, periodistas, educadores, etc, los esfuerzos realizados en estos 25 años, para recuperar al lince ibérico, la esperanza de una especie, para el disfrute de nuestros hijos y nietos.
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