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Libre Expresión Feminista

Elisa Mandillo Cabañó

El 8 de marzo de 2013, como años atrás, asistí a la manifestación del Día Internacional de la Mujer convocada en mi ciudad. Allí se encontraban mujeres portando sobre sus hombros una hermosa vagina de gomaespuma y cantando a favor del aborto. Las feministas que formaban aquella alegre procesión iban adornadas con peinetas, flores, brillantina, pasamontañas homenajeando a las Pussy Riot… sin dudarlo me sumé a la performance. Recorrí junto a ellas las calles del centro de Málaga y frente a la Conferencia Episcopal se leyó un manifiesto contra el anteproyecto de ley del exministro Gallardón, que pretendía acabar con nuestro derecho al aborto y a la libre maternidad. De tal acción se realizó un video que rápidamente se subió a Youtube.

Tres años después me encuentro declarando en calidad de imputada por estos hechos –huy, “investigada”, perdón- porque una asociación fanática religiosa me ha denunciado por ofensa a los sentimientos religiosos -arts. 523-525 del CP-. Básicamente castigan la blasfemia. Ni es nuevo, ni es a mi sola. Ya ha ocurrido con tres feministas del movimiento autónomo en Sevilla, con la poetisa Dolors Miquel, con Ada Colau, Rita Maestre, el artista Abel Azcona, Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, con el colectivo Femen y recientemente Facu Díaz. El choque contra la libertad de expresión está servido en bandeja.

La denuncia es para leerla. La vanguardia del movimiento ultracatólico -empeñada en erigirse representante de todos los católicos y católicas- mezcla churras con merinas. La acusación redacta un curioso híbrido entre el desfile de la vagina gigante en Sevilla el 1 de mayo de 2014 y la procesión de la vagina de Málaga el 8 de marzo de 2013. Ni la Interpol sería capaz de establecer tales conexiones delirantes. Pretenden enjuiciarme también –por qué no- por “incitar al odio, la violencia y la discriminación”, así como por amenazas. Para este delito se basan, íntegramente en que se cantó “Vamos a quemar la Conferencia Episcopal”, consigna que gritaba mi madre cuando salía a defender el mismo derecho a abortar en los ochenta. Dicen que su religión es constantemente vejada y humillada y que mi actuación les rememora “otras épocas históricas, como las persecuciones romanas, o más recientemente los crímenes perpetrados contra religiosos en la República o en la Guerra Civil”.

Averiguo, gracias al expediente, que soy la única imputada y que la Policía Nacional me ha identificado porque figuré en las listas electorales de la candidatura municipalista Málaga Ahora. La cálifa de Torquemada ha invertido tiempo en tutoriales de Movie Maker editando un video con música épica e insistiendo en que soy la número 6 de Podemos por Málaga, cuando yo no he ido a un círculo de Podemos en mi vida. Algún programa de alguna televisión local también ha dedicado unos minutos a relacionarme con el partido de Pablo Iglesias. Yo he sido y soy de los movimientos autónomos feministas y empecé a raíz del 15M, como muchísimas personas con voluntad de cambiar las cosas.

Precisamente para celebrar el quinto aniversario del 15M, el programa Salvados quiso visibilizar los continuos ataques a la libertad de expresión y para ello contactó conmigo. En el espacio televisivo de Jordi Évole trato de explicar que las cuestiones de sensibilidad no pueden figurar en el Código Penal y que por supuesto, no vamos a permitir que nos inculquen miedo cuando queramos manifestarnos. Eso es lo que quisieran. Hace tiempo que el miedo cambió de bando, así que ninguna comitiva fascista nos va a hacer dudar de si salir a la calle es buena idea. No es baladí el asunto: tenemos un Código Penal que permite sentar gente en el banquillo si hacemos críticas a instituciones eclesiásticas o si ellos se dan por aludidos por algún poema, tuit u obra de arte.

Hace escasos días recibimos una maravillosa noticia: el caso de Sevilla ha sido archivado. No así en Málaga, donde el auto del procedimiento abreviado arguye que el proceso penal va a continuarse. Es terriblemente sorprendente el escrito del Juez afirmando que lo que yo entonaba y exponía esa tarde no tenía relación con el Día Internacional de la Mujer.

Afortunadamente, cuento con el apoyo, solidaridad y sororidad de tanta gente que resulta abrumador. Y con una defensa encomiable.

Si tocan a una, nos tocan a todas. No tengo ni la menor duda.

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Mail: libreexpresionfeminista@gmail.com

El 8 de marzo de 2013, como años atrás, asistí a la manifestación del Día Internacional de la Mujer convocada en mi ciudad. Allí se encontraban mujeres portando sobre sus hombros una hermosa vagina de gomaespuma y cantando a favor del aborto. Las feministas que formaban aquella alegre procesión iban adornadas con peinetas, flores, brillantina, pasamontañas homenajeando a las Pussy Riot… sin dudarlo me sumé a la performance. Recorrí junto a ellas las calles del centro de Málaga y frente a la Conferencia Episcopal se leyó un manifiesto contra el anteproyecto de ley del exministro Gallardón, que pretendía acabar con nuestro derecho al aborto y a la libre maternidad. De tal acción se realizó un video que rápidamente se subió a Youtube.

Tres años después me encuentro declarando en calidad de imputada por estos hechos –huy, “investigada”, perdón- porque una asociación fanática religiosa me ha denunciado por ofensa a los sentimientos religiosos -arts. 523-525 del CP-. Básicamente castigan la blasfemia. Ni es nuevo, ni es a mi sola. Ya ha ocurrido con tres feministas del movimiento autónomo en Sevilla, con la poetisa Dolors Miquel, con Ada Colau, Rita Maestre, el artista Abel Azcona, Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, con el colectivo Femen y recientemente Facu Díaz. El choque contra la libertad de expresión está servido en bandeja.