Yo (también) soy gitano
Antonia Núñez. Socorrista y trabajadora social
Antonia Núñez. Socorrista y trabajadora socialToñi Núñez, la joven de los vaqueros, las zapatillas, los pendientes de aro y las gafas de aviador sobre el rostro fino bronceado, aprendió a nadar en el río Genal, junto al municipio de Benarrabá. Exactamente aprendió a flotar, que es lo primero que aprenden los niños. La técnica la aprendió en la piscina del hotel de su pueblo, “y entonces era de las mejores”, bromea. Aunque Toñi Núñez se despegó de la serranía de Ronda para estudiar, cada verano desde hace seis años vuelve a su villa y a esa misma piscina para trabajar como socorrista.
La familia de Toñi llegó al Valle del Genal hace más de cien años para asentarse en Benarrabá, de menos de 500 habitantes. Su bisabuela vendía manteles. Su padre es carpintero y su madre, ama de casa. Ella es la primera universitaria de la familia, aunque dos de sus hermanas le siguen los pasos. “Me gustaba el deporte, quería hacer INEF. Mi madre me decía: Yo os puedo ayudar. La historia de no estudiar ya sabéis lo que es; si queréis escribir otra historia, está en vuestra mano”, recuerda.
En invierno, Toñi Núñez, que también ha estudiado Trabajo Social, vive en Sevilla y participa en campañas de salud en favor de pueblo gitano. Corre, se mantiene en forma. A sus 26 años, ha escuchado muchas veces: “tú no eres gitana”. Lo achaca a la “imagen sesgada” que gran parte de la sociedad tiene del colectivo por falta de información. Dice que su respuesta es siempre: “¿Y qué tengo que hacer, según tú, para ser gitana?”.
Jesús Peña. Taxista
Jesús Peña. TaxistaEl joven bien parecido de pelo negro ondulado que aparece conduciendo el Toyota Prius eléctrico junto a la plaza de toros de Sevilla es Jesús Peña, taxista. Parece un tipo tímido, educado y risueño. Tiene 34 años, es el quinto de seis hermanos y es un pilar de la familia porque, tras el fallecimiento de su padre, heredó el volante y desde entonces se encarga de llevar el sustento a casa. Entonces también dejó aparcado un “sueño”: estudiar Historia del Arte.
Jesús Peña es “de los Peña” de Lebrija. Abuela gitana, abuelo payo. En el salpicadero tiene una bandera romaní y a veces los clientes le preguntan: “¿Eres gitano?”. “Sí, soy gitano”. Sin más. Gitano aunque nunca ha visto en su casa los ritos del pañuelo ni del cortejo ni los que siempre encorsetan al gitano en la televisión. “No me siento identificado con eso, la verdad. Hay quien dice que si estoy apayado, que si tal, que si cual... a mí me da igual”, se encoge de hombros. Pone más énfasis al informar de que pertenece a la Hermandad de los Gitanos y a la hora de repasar cuáles son sus cantaores favoritos: Gaspar de Utrera, Juan Moneo 'El Torta', Joselito de Lebrija...
-“¿Y Mercé?”
-Mercé... cuando canta bien.
Gloria Jiménez. Filóloga
Gloria Jiménez. FilólogaEn el camino que va de Antonio Mairena a Artic Monkey pasando por Nick Cave está Gloria Jiménez, de 37 años, que es una rompedora de esquemas, no sólo del gitanismo. Bien: Gloria es rubia, menuda, de pómulos prominentes; no tiene hijos ni está casada pero vive desde hace años con su pareja, que sabe más de flamenco que ella aunque él no es gitano. Está licenciada en Filología Inglesa y trabaja como técnico de proyectos europeos en la Universidad de Sevilla, donde redacta y supervisa proyectos de becas de movilidad para estudiantes. El inglés es su herramienta.
“Yo no he tenido que romper con nada porque las mujeres de mi familia rompieron con todo desde mi bisabuela, supongo. No me siento identificada con el estereotipo falso del gitano en el que se insiste constantemente desde el sistema, que además no habla de los rasgos culturales de un pueblo sino de los rasgos culturales de una población que vive en la marginalidad. Yo no sé lo que es una ley gitana ni una palabra de gitano...”, observa. El sistema son los medios de comunicación y, justo en la raíz, también es un sistema educativo en el que no hay rastro de la comunidad. Libros que “invisbilizan” la historia del pueblo gitano.
Gloria tiene un blog en el que investiga en la relación entre moda y música que se llama Trapitos&Rock, y pertenece a la Hermandad de los Gitanos. Dice que su vida “es normal”: “Me siento gitana y me siento andaluza, que son dos cosas que tienen todo que ver”.
José Vega. Locutor de radio
José Vega. Locutor de radioA José Vega, de 28 años, sevillano del barrio de la Macarena, también le dicen que no parece gitano, que es un “gitano raro”, aunque físicamente no da lugar a dudas. Ocurre porque es trabajador social pero tiene el periodismo como su gran pasión y es un tipo habituado a la charla, a tratar con interlocutores diversos, y emprendedor. O simplemente le dicen que es un “gitano raro” porque no busca chatarra y lleva una vida normal.
“Los primeros que nos invisibilizan son los medios de comunicación, y de ahí la sociedad, que deja de identificarte como gitano desde el momento en que sales lo mínimo del estereotipo. No formas parte del esquema. ¿Qué esquema? Me pregunto yo. El esquema es muy diverso. Tengo unos valores que son respetar a los mayores, respetar a mi familia... Desde fuera todo es el pañuelo, la fiesta y la sociedad machista, siempre ahondando en un sector de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza. No es cultura gitana, es cultura de la marginalidad”, analiza.
A José Vega, el ciudadano y periodista, le interesan los orígenes culturales de la región. Prepara un programa de radio que se llamará Andalucía cinco culturas, y que emitirá la EMA-RTV (Asociación de Emisoras Municipales de Andalucía) para “romper esquemas”. “Árabes, judíos, gitanos y más recientemente los inmigrantes de otros países están enriqueciendo la cultura andaluza desde hace siglos. Nos interesa analizar todos los préstamos de todas las culturas que han pasado o están pasando por aquí: la historia, la gastronomía, el vocabulario... Las formas de vivir que tanto se asemejan a la del gitano en el sentido del gusto por la libertad, el sentido del tiempo, el vivir aquí y ahora”.
En la fiesta de fin de curso del Instituto, a José Vega su profesor de latín le dijo que “qué gitano tan saborío era” porque no quería bailar. Él se sintió ofendido. Con los años, piensa que debería haber respondido: “gitano no hay que parecerlo, hay que serlo”.
Sandra Heredia. Cursa un doctorado
Sandra Heredia. Cursa un doctorado
Su bisabuelo tenía un bar, su abuelo era anticuario y su padre, platero. Así que cuando Sandra Heredia (Córdoba, 1985) decidió estudiar la doble titulación en Empresariales y Turismo sí estableció un hito en su familia. Ella también forma parte de la generación que está rompiendo barreras en la comunidad gitana en términos educativos: a partir de los 18 años es un 21% el porcentaje de gitanos que sigue estudiando y sólo el 2% de la comunidad accede a estudios superiores, según estimaciones de la Fundación del Secretariado Gitano (FSG).
Sandra Heredia trabajó en un hotel de lujo en Córdoba antes de trasladarse a Sevilla para ocupar un puesto de trabajadora social en Fakali, la Federación Andaluza de Mujeres Gitanas, vinculado a proyectos educativos. Mientras, cursa su doctorado en sociología, centrado en la investigación del antigitanismo y del auge que los movimientos de extrema derecha están experimentando en una Europa podrida por la crisis.
Para Sandra el racismo no es solo la deportación de gitanos en Francia, sino ejemplos más próximos, ejemplos de barrio: la cadena de productos de estética que acepta una dependienta gitana en prácticas “siempre que no se le note mucho...”, o la cadena de supermercados que admite de buen grado un dependiente gitano “porque así podría empatizar con los posibles ladrones”. Ha lidiado con ambos casos.
Javier Amaya. Abogado
Javier Amaya. AbogadoEmpezó la carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones pero acabó encontrando su vocación tardía al estudiar Derecho. Ahora trabaja en un bufete llamado Advocare Abogados, que tiene su sede junto al Guadalquivir, en unas oficinas señoriales de lujo antiguo, mármoles, paredes de madera y sofás de piel. Allí está con la corbata ajustada Javier Amaya, experto en asesoría jurídica de empresas, en un hueco de una mañana ajetreada de viernes.
Tiene 28 años aunque aparenta algunos más, quizás por su pose seria, de abogado, y está casado, casado con una gitana. “Siempre quise casarme... cómo decirlo, con alguien que viviera y sintiera igual que yo, lo cual no tiene nada que ver con la familia, porque mi madre siempre nos dijo: con que sea buena para ti...”. Para su hermana, el bueno fue payo.
“¿Discriminación? Verdaderamente, no la he sufrido nunca ni he sufrido un hándicap por ser gitano. Otra cosa son comentarios en el colegio, en el debate de siempre, o en la universidad. Que si los gitanos roban, que sin son delincuentes, que si tiene sus propias leyes. Uno analiza a su familia y su estado personal y aquello no encaja. A un profesor de Derecho Procesal le tuve que explicar que cuando yo tenía problemas acudía a las leyes ordinarias de este país, como todo el mundo”, recuerda.
A Javier Amaya también le han dicho “tú eres diferente” pero él es muy conciso con este tema: “Soy una persona normal con una vida de lo más normal, soy gitano pero no lo tengo que ir diciendo por ahí, soy un ciudadano, sin más”.
Beatriz Carrillo. Activista social
Beatriz Carrillo. Activista social“Tú no eres gitana”. Beatriz Carrillo, rubia con los ojos azules, universitaria y activista social, también ha escuchado cientos de veces la coletilla. Se explaya: “Como si los gitanos no tuviéramos derecho a prosperar. Lo que se sabe de nosotos es una amalgama de estereotipos tremendamente negativos que nos ha condenado a estar en el último vagón de la sociedad. Cuando el gitano está en un espacio de poder, nunca es destacado su origen étnico. La cosa cambia cuando está próximo a le exclusión: parece que la manera de justificar hechos negativos es que viene genéticamente marcado por la cultura a la que pertenece”.
Beatriz Carrillo fundó en 2001 Amuradi, un movimiento para la representación de las gitanas universitarias. “Fue pionero y llamó la atención”, recuerda. El colectivo abrió camino a otras organizaciones y federaciones como Fakali, la Federación Andaluza de Mujeres Gitanas, que preside ella misma y que ahora se proyecta hacia el resto del país. El objetivo de la organización es doble: luchar por el reconocimiento cultural del pueblo gitano, y mejorar las condiciones de los gitanos en situación de exclusión.
Después de quince años de activismo, la presidenta de Fakali cree que la sociedad no ha superado el estereotipo del gitano y sentencia que tampoco lo han hecho los propios gitanos, que muchas veces hipotecan su futuro porque están condicionados por el propio imaginario colectivo. “Cuando la sociedad te dice lo que tú eres o lo que tienes que ser desde pequeño, tienes más posibilidades de serlo”. En psicología lo llaman el efecto Pigmalión.