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La foto en sepia de Ciudadanos en Alhaurín de la Torre: cómo pasó de la victoria a la desaparición en cuatro años

Pegada de carteles de Ciudadanos en Alhaurín de la Torre, en 2018 | Facebook

Néstor Cenizo

5 de junio de 2022 20:02 h

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Hubo un tiempo, no hace tanto, en que votar a Ciudadanos estuvo de moda en muchas zonas de Andalucía. El partido naranja enarbolaba una sensibilidad regeneradora, se presentaba sin mochilas de corrupción y conectaba muy bien con un electorado urbano, joven y poder adquisitivo medio-alto. Aquello era sexi. “Ibas con cuatro globos y una camiseta, y los coches te pitaban y la gente te sacaba la mano”, recuerda hoy un exmilitante de Alhaurín de la Torre, donde el partido naranja se impuso al poderoso Partido Popular en las autonómicas de 2018. Aquel día hubo fiesta, primero en la agrupación y luego en la capital, pero algunos ya palpaban la grieta que acababa de abrir la fulgurante irrupción de Vox.

Menos de cuatro años después, resulta imposible encontrar a quien rinda cuentas del partido en Alhaurín de la Torre. No hay sede y ni siquiera hay rastro virtual: la dirección de correo devuelve los envíos y la única actualización en Facebook en casi dos años es la foto de portada, que ahora ocupa Inés Arrimadas. La agrupación estalló en junio de 2020, cuando sus dos concejales renunciaron al acta y se dieron de baja, como casi todos los militantes. Algunos son ahora activos simpatizantes de Vox.

“Sus votantes se los van a repartir PP y Vox”, vaticina Juanma Mancebo, exconcejal de Electores-Equo y buen conocedor del ecosistema político local. “Dudo que hagan campaña para las autonómicas y a nivel municipal no creo que se presenten”.

En tiempos de política acelerada, las fotografías cogen color sepia en lo que dura una legislatura.

De la victoria agridulce…

“Recuerdo la euforia, pero intentábamos mantener los pies en el suelo”, dice hoy Francisco Basagoiti, concejal de Ciudadanos desde 2015 hasta que renunció al partido y al acta, hace ahora dos años. Basagoiti tiene 41 años, es ingeniero informático, “verdaderamente liberal” y se había afiliado en 2014 buscando la regeneración prometida. “Ciudadanos recogía bien la indignación que no se iba a Podemos”, dice.

Más o menos por entonces llegó también María José Aragón: “Me gustó porque todos procedíamos de la empresa privada. Éramos gente preparada y competente con un discurso nuevo y coherente”. Ayudó el empuje económico y social de su líder, Antonio Lara, médico del SAS y gerente del colegio El Pinar. Alguien con músculo financiero y buenos contactos.

En las municipales de 2015, Lara y Basagoiti lograron dos concejalías, un hito en un municipio donde el PP de Joaquín Villanova arrasa cada cuatro años. La siguiente prueba iban a ser las autonómicas. Poco antes, el 16 de junio, un acto con Albert Rivera, Mario Vargas Llosa, Kike Sarasola o Javier Imbroda abarrotó con 4.000 simpatizantes la Plaza de la Constitución de Málaga. Aquello fue casi litúrgico. “Sentíamos que si empujábamos podían cambiar las cosas. Veíamos que Alhaurín estaba en la onda del perfil de votante de Ciudadanos, y en la jornada electoral algunos periodistas ya nos decían que íbamos a ganar”, rememora Basagoiti.

Así fue: el 23,53% de los votos frente al 22,39% del PP. El propio Villanova llamó a Lara para felicitarlo. De aquella noche, Basagoiti recuerda la alegría por el “mero hecho del cambio” en la Junta de Andalucía, pero también el sabor agridulce por depender de Vox para materializarlo.

… al sorpasso de Vox en un año

Finalmente, el partido de extrema derecha no sólo condicionaría al llamado “Gobierno del cambio”, sino que va camino de alzarse sobre los restos del naufragio de Ciudadanos. Alhaurín de la Torre es un ejemplo: en las elecciones generales de abril de 2019 el partido naranja obtuvo el 23,01% de los votos por el 16,38% de Vox. En la repetición de noviembre, Vox se convirtió en la primera fuerza, con el 25,48%, y Ciudadanos se hundió del segundo al quinto lugar (10,55%).

Entre medias, la repetición electoral de 2019 y las autonómicas confirmaron que Ciudadanos prefería mirar a su derecha. Rivera optó por gobiernos continuistas de coalición con el PP en Murcia y Castilla y León. “¿Por qué aquí sí queríamos cambio y allí no? La clave fue casarte con alguien, más allá del programa que proponíamos”, reflexiona Basagoiti, que tampoco compartía el personalismo en torno al líder.

De nada sirvió el pataleo. Tampoco alinearse con la corriente crítica ni las propuestas de cambio que llevó a Madrid: “Cuando llegué a la asamblea, ya sabía que no iban a cambiar”. “No contábamos. Éramos un instrumento que utilizaban y se convirtió en un partido al uso”, añade Alcalá. Prácticamente todos los afiliados locales se dieron de baja del partido. A diferencia de otros en la provincia (Juan Cassá o Juan Carlos Maldonado) Basagoiti sí entregó el acta, denunciando que la democracia interna era una farsa. “Ciudadanos se había convertido en un partido más, con otro ideario. Y yo para eso no estaba”, dice.

Un ascenso fraguado en las zonas urbanas de Cádiz y Málaga

Cuatro años después, los sondeos no pintan bien. Este lunes se conocieron dos: el de 40dB para El País y la Cadena Ser les deja sin representación parlamentaria, mientras que el barómetro del Centro de Estudios Andaluces es algo más benévolo: conservarían uno o dos de los 21 que lograron en 2018.

Alhaurín de la Torre es uno de los tres municipios del área metropolitana de Málaga donde Ciudadanos se impuso aquel 2 de diciembre. Comparte perfil sociodemográfico con Benalmádena y Rincón de la Victoria: tamaño medio (entre 40.000 y 70.000 habitantes), jóvenes (39,4 años en Alhaurín, por 42,66 de media en la provincia -a su vez 1,1 años por debajo de la media nacional-) y una renta disponible media superior a la del entorno (21.123 euros en Alhaurín de la Torre, por 19.479 en la provincia de Málaga), según los datos del INE y de la Agencia Tributaria.

En cuatro décadas su población se ha multiplicado por ocho: de 7.600 habitantes a casi 42.000. Ha pasado de ser el Alhaurín “chico” a residencia aspiracional de clases medias, que encuentran aquí viviendas unifamiliares y conexiones rápidas con la costa, el Parque Tecnológico o el aeropuerto, cuyo gran centro logístico (la ciudad aeroportuaria) aspira a construir desde hace años. Este es un histórico feudo popular, gobernado por Joaquín Villanova desde 1996, seis mayorías absolutas mediante.

El caldo de cultivo idóneo para el crecimiento de Ciudadanos, el partido joven que venía a cambiar las cosas desde la óptica liberal. En Andalucía, la región donde mejores resultados ha obtenido históricamente, se propulsó desde las áreas metropolitanas de Cádiz y Málaga. En las autonómicas de 2018 fue primera o segunda fuerza en media docena de municipios de la Costa del Sol, entre ellos la capital. En la franja urbana de la costa occidental recogió casi 100.000 votos, y empató con el PP y el PSOE. El interior decantó la victoria provincial para los socialistas, pero el peso demográfico de la costa igualó el reparto de escaños: cuatro para cada uno. 

Mejor aún le fue en la corona que rodea Cádiz capital. Ciudadanos se impuso en Jerez de la Frontera (el municipio más poblado de la provincia y lugar de nacimiento de Inés Arrimadas), El Puerto de Santa María, Rota, Chiclana de la Frontera, San Fernando y Sanlúcar de Barrameda (lugar de nacimiento de Juan Marín), además de Algeciras, segunda población por habitantes.

Los sondeos hoy dicen que Ciudadanos podría darse por satisfecho si retiene dos de los siete parlamentarios que obtuvo entre Cádiz y Málaga. Ninguno de los cuatro parlamentarios por Málaga repetirá, y algunos están incluso pidiendo el voto para el PP.

“Lo importante es el partido, la obediencia”

Alhaurín simboliza lo que Ciudadanos fue y ya no es en muchos de estos municipios. No hay sede social, y la dirección provincial no ha localizado una voz capaz de explicar qué hace y a qué aspira aquí el partido. Tras la dimisión de Lara y Basagoiti, las actas las recogieron la cuarta y el quinto de la lista, que también habían dejado Ciudadanos. “Ahora tengo libertad absoluta para hacer lo que en conciencia creo: voto a favor del PSOE o PP sin coacción, porque me parece bien o mal. Y presento las mociones con mis valores y mi coherencia. Es duro porque estás sola, pero no estoy coaccionada por un partido”, comenta María José Aragón. Asegura que se lo pidieron sus antiguos compañeros, “para dar continuidad al proyecto”.

Fue de las primeras en llegar y se identificaba como nunca lo había hecho con PSOE y PP. Aquellos días habló con muchos vecinos. “Nos veían como una solución, un respiro, aire limpio. Era muy bonito”. Para ella, fue también la oportunidad de participar del cambio político al que aspiraba. Luego, todo se torció. En primer lugar, por dentro. “No contábamos para nada. Decían que apostaban por el talento, pero luego colocaban al que querían ellos. Se lo decíamos, pero no escuchaban”. La organización territorial era inexistente y en cinco años no celebraron ni una sola reunión para coordinar políticas a nivel provincial.

“Si las elecciones se hiciesen como se hacen las primarias de un partido, no podríamos llamarle democracia”, opina Basagoiti. “Uno se apunta pensando que las cosas serían diferentes, pero al final son partidos: cúpulas, estructuras, organización, decisiones que nadie entiende. Lo importante es la obediencia. Yo no podía aguantarme ver a gente que piensa en contra, votar algo porque su partido se lo dice. La pérdida de libertad es casi absoluta”.

Cree que los votantes que les dieron la oportunidad volverán a “su” partido, y el cabreado puede que recale en Vox. “Uno puede votar a un partido tradicional y llevarse un chasco, pero lo perdonas. Pero cuando votas con ilusión, si te desilusionan ya no vuelves a votarlo”. Ciudadanos va camino de evaporarse hasta convertirse en invisible en el lugar donde no hace tanto tocó la gloria.

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