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“Quería echar una manilla”: la solidaridad para ayudar a Ucrania se desborda en Granada

La pequeña sala donde se recogen los productos está abarrotada de ayuda

Álvaro López

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“Quiero ayudar a las familias y a los niños que se están teniendo que ir de Ucrania”, dice una mujer que llega con dos bolsas de ropa en las que hay sobre todo prendas para bebés. No es lo que se pide, pero toda colaboración es bienvenida. Sin embargo, tal es el ir y venir de personas que quieren ayudar a Ucrania que la iglesia Ángel Custodio del barrio del Zaidín en Granada casi no da abasto. Desde que se instalaran este lunes, los voluntarios que recogen los productos que les traen están completamente desbordados. Cinco minutos en las instalaciones son suficientes para comprender que la ola de solidaridad ha desbordado todas las expectativas. La recogida dura casi todo el día, de nueve a nueve.

Los voluntarios no tienen tiempo para hablar y apenas para decir gracias porque casi no levantan la mirada de las bolsas y cajas con alimentos y fármacos que les traen los granadinos. Una mujer mayor llamada Antonia se ha recorrido casi todo su barrio para acercarse a un conocido supermercado que hay junto a esta iglesia y comprar lo esencial. Arroz, alubias o productos en lata son los que llenan una cesta que comparte con su compra diaria. “Quería echar una manilla”. No es la primera vez que viene desde el lunes y tampoco será la última. Al final de la escalinata que da acceso al pequeño cuarto en el que se recogen los productos, Antonia resopla por el cansancio de transportar los alimentos, pero orgullosa por estar ayudando.

En las entrañas de esta iglesia entran y salen personas todo el rato y Ostap, el coordinador de la ayuda, de origen ucraniano, no para de atender su teléfono y de ordenar todo lo posible la ingente cantidad de cosas que le llevan. “Ucrania no necesita ropa. Necesita medicamentos y comida”, acierta a decirle a una joven que, junto a su novio, trae varias bolsas con todo tipo de prendas de vestir. Tras un rato vacilando en la puerta y sin saber que hacer, él le comenta a ella: “¿Sabes cómo vamos a ayudar?”. Acto seguido deposita las dos bolsas junto a la mesa de la puerta y se marcha. Picaresca al servicio de la solidaridad. Poco después llega Juan, un jubilado que tiene problemas de movilidad, pero que llega ataviado con dos imponentes cajas de leche. “Yo he pasado mucha hambre cuando era pequeño y no quiero que esas criaturas pasen lo mismo”.

El método de recogida es tan efectivo como sencillo. El grupo de voluntarios recoge lo que les llega y se ordena en función de qué tipo de producto se trate. La prioridad, sin duda, son los fármacos, aunque durante la visita de este medio sin duda ganan la batalla los alimentos. Hay una mesa blanca en la puerta que parece suplicar ayuda para que alguien lea que tiene un letrero en el que se piden medicamentos, pero junto a él no hay. Sin embargo, todo el que puede se acerca a dejar los fármacos que se solicitan. Sobre todo, vendas, agua oxigenada, paracetamol, omeprazol o nolotil. Un arsenal de remedios que nos recuerdan que hay una guerra librándose en Ucrania y que hay personas que necesitan de ellos para poder salir con vida.

Logística contra las penurias de una guerra

En apenas tres días, ya han enviado varios convoyes con destino a Ucrania. Aunque han salido delegaciones privadas que van a hacer un viaje muy largo, cuentan con la inestimable colaboración de la Asociación de Guardias Civiles Solidarios (AGCS). A través de sus contactos, ya han podido establecer acuerdos con la Dirección General de la Guardia Civil para poder trasladar el material con permisos especiales con el objetivo de ofrecer “seguridad” a los camiones que transportan los alimentos y los fármacos que necesitan no solo los que permanecen en Ucrania, sino los miles de refugiados que ya están llegando a países como Polonia.

De hecho, para facilitar las cosas, según informa la AGCS, los conductores de estos convoyes son de origen polaco para poder comunicarse con las autoridades del país que hace frontera con Ucrania. De esta forma resulta más sencillo atravesarlo y poder llegar hasta los puntos en los que la ayuda sea urgente. Por otra parte, la semilla de solidaridad que ha germinado en la iglesia de Ángel Custodio está brotando en otras partes de la ciudad de la Alhambra. A día de hoy, ya hay hasta cuatro puntos diferentes de recogida de productos.

Según el censo oficial, Granada cuenta con una población de alrededor de 500 ucranianos. La mitad de ellos viven en la capital y se dedican a profesiones relacionadas con la limpieza o la construcción. Como ocurre en estos casos, trabajan en España, pero en algunas ocasiones lo hacen para sus familias ucranianas. Son el sustento económico de quienes viven a 3.000 kilómetros de ellos con la esperanza de tener una vida mejor. Una vida truncada por una guerra sin sentido que al menos está teniendo rayos de luz como esta ola de solidaridad desbordante que está llenando de ayuda para Ucrania a la ciudad de la Alhambra.

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