La última laguna permanente de Doñana se seca por segundo año consecutivo cercada por la sequía y los regadíos ilegales
Ya pasó hace un año. Y ha sucedido de nuevo. Santa Olalla, la laguna permanente más grande de Doñana, se ha secado por completo. Mientras el futuro de Doñana, su entorno y su riqueza natural se debate en los despachos de las administraciones con una Ley sobre la mesa que podría ampliar los regadíos en la zona, Doñana se seca. Y las señales son claras.
La Infraestructura Científica y Técnica Singular (ICTS)–Reserva Biológica de Doñana, dependiente de la Estación Biológica de Doñana, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), actualizó hace unas semanas su cámara de seguimiento de la laguna para ver su evolución. Este miércoles constató su completa desecación. “Desde que el centro de investigación comenzó a tomar datos sobre el espacio natural hace medio siglo, nunca antes esta imagen se había repetido dos años consecutivos”, explica el CSIC en una nota. Esto señala “la grave situación en la que se encuentra el sistema lagunar de Doñana y toda la biodiversidad que depende de él”.
El Parque Nacional de Doñana fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1994 por su variedad de ecosistemas y la gran diversidad de especies. Uno de estos ecosistemas está representado por el sistema de lagunas, que albergan una gran biodiversidad y son refugio de especies amenazadas y endémicas. Sin embargo, en los últimos años, las lagunas de Doñana están sufriendo un serio deterioro, cada vez dura menos su periodo de inundación y muchas de ellas ya no llegan a inundarse, lo que afecta mucho la biodiversidad que sustentan.
Si se seca Santa Olalla, explican desde el CSIC, se levantan las alarmas porque es una de “las mayores evidencias del deterioro del sistema de lagunas, indicando la ausencia de refugios acuáticos estivales para la fauna y flora acuáticas del manto eólico de Doñana”.
Los últimos datos científicos: la actividad humana agrava el problema
Los datos científicos hablan por sí solos. Por un lado, hablan de factores meteorológicos: “A través del Programa de Seguimiento, ha constatado que el ciclo hidrológico 2021-22 ha sido el año con los niveles de precipitación más bajos de los últimos diez años (283mm), lo que no ha mejorado el año actual, en el que las precipitaciones caídas han sido similares (337mm hasta agosto). Además, en ambos años se están registrando temperaturas máximas muy elevadas y la mayor temperatura media anual (18,53°C) registradas”.
Pero hay otros factores. “En un estudio de la Estación Biológica publicado este mismo año, con los datos recopilados durante 40 años, se constata que el 59% de las lagunas de mayor tamaño de Doñana han desaparecido ya”. Los científicos ponen entre las causas las meteorológicas, pero no solo. Se señala a “la sobreexplotación del acuífero que alimenta este sistema lagunar. El 80% de estas lagunas se secaron antes de lo que se esperaría con los niveles de temperatura y precipitación registrados y el 84% se inundaron menos de lo previsto, lo cual evidencia que la actividad humana está alterando el equilibrio natural de las lagunas y está agravando el problema”.
Es en este asunto, donde merece la pena recordar la polémica abierta con la Ley para ampliar regadíos propuesta por el PP en el Parlamento Andaluz y que ha disparado la preocupación de la comunidad científica por la posibilidad abierta de amnistía a regadíos que hoy son ilegales y que utilizan pozos ilegales. De hecho, organizaciones ecologistas como WWF y Ecologistas en Acción registraron enmiendas en la cámara andaluza para eliminar todos sus artículos y proponer una oficina de seguimiento de parcelas con y sin permiso para regar. WWF, precisamente, ha lamentado la noticia en Twitter y ha reclamado la responsabilidad del país y de la Junta en la protección del ecosistema.
Para la organización Greenpeace “esto pone en evidencia el deplorable estado de conservación en que se encuentra el humedal más protegido del país, fruto de la sobreexplotación y mala gestión del agua que se hace fuera de los márgenes del espacio natural protegido”.
A esto se suma que las lagunas no se mantienen en buen estado: “Solo el 19% de las lagunas que aún se mantienen tienen más de la mitad de su cubeta invadida por vegetación y solamente un 10% se mantienen en buen estado”. La invasión vegetal de las lagunas supone un síntoma más de su deterioro. Sobre todo, en la zona noroeste del parque nacional y en las lagunas más próximas a Matalascañas, incluyendo a Santa Olalla.
La última de las lagunas permanentes
La mayoría de las lagunas de Doñana son temporales, y se inundan gracias al agua del acuífero que, cuando se recarga con las lluvias, alcanza el nivel de superficie. En la última década, no ha llovido lo suficiente para recargar los acuíferos y “contrarrestar la captación de agua para consumo en Matalascañas y para los cultivos intensivos de los alrededores del parque, que han aumentado más del 30% en 10 años”.
“Hasta hace unos años, solo tres lagunas se consideraban permanentes: Santa Olalla, la laguna Dulce y la del Sopetón. La única que podíamos seguir considerando permanente era Santa Olalla, aunque alcanzando escasa superficie inundada y elevadas concentraciones de sales en verano. Su completa desecación impide, por ejemplo, la presencia de peces. Cuando se secó en 2022, observamos la muerte de las anguilas que allí quedaban, una de las especies que actualmente se encuentran amenazadas. También estamos viendo cómo disminuye su población de galápagos”.
Las recomendaciones de la comunidad científica
“Desde la Estación Biológica de Doñana, se demanda la reducción urgente de la cantidad total de agua que se extrae del acuífero hasta unos niveles que permitan la recuperación del sistema lagunar y frenar la degradación del espacio natural”. Entre sus propuestas, inciden en “proteger al sector agrícola que opera bajo la legalidad frente a la pérdida de valor de marca de sus productos, frente a la competencia desleal de los productores ilegales y frente a la incertidumbre que les amenaza de cara al futuro”.
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