200 jornaleros de Bujalance presentan una demanda colectiva de empleo para trabajar en la fresa
Ha sido una campaña que arrastraba la sequía del año anterior y eso ha supuesto un varapalo fuerte para los recolectores de la aceituna en zonas olivareras, como la de Bujalance (Córdoba). Muchos de sus vecinos se han quedado en sus casas tras años en los que apenas daban abasto a recoger una aceituna tras otra en algunas de las fincas de la zona.
El panorama de 2013 es muy distinto: muchos de ellos no han ganado un jornal y a ello se suma el hecho de no haber conseguido las peonadas suficientes que les den acceso al subsidio agrario.
A pesar de que el Gobierno central aprobó recientemente reducir de 35 a 20 el mínimo de peonadas exigidas, el 80% de los trabajadores del campo de Bujalance que entran en esta iniciativa no llega a ese mínimo a día de hoy.
El responsable de CCOO en la localidad, Manuel Ramírez, se ha mostrado optimista y espera una resolución positiva próximamente. El principal escollo está en que los empresarios de la fresa siguen prefiriendo mano extranjera, pero eso puede cambiar porque el número de emigrantes “es cero” en esta ocasión, asegura el sindicalista. En este sentido, una de sus reivindicaciones es que el pacto andaluz por el empleo recoja que los trabajadores de la región puedan participar y trabajar en las campañas agrícolas andaluzas con mayor facilidad.
De la llegada o no de un salario y un subsidio a estos jornaleros están muy pendientes los comerciantes del municipio, ya que de ello depende un mayor o menor consumo esta próxima primavera y verano. El Gobierno central, a juicio de los vecinos de Bujalance, no ha sido sensible a estos problemas en la negociación de las peonadas.
Juan Diego Olaya, de 29 años, es uno de los que se han apuntado a la oferta colectiva de empleo después de intentar buscar por su cuenta trabajo en la fresa. “Me encontré con las puertas cerradas porque sólo querían gente de fuera”, asegura el joven. Los empresarios le dijeron que sólo contarían con él en el caso de que se incrementara considerablemente el volumen de fresa a recoger.
Olaya tiene experiencia previa en esta labor en la que comenzó con 16 años. En 2009 fue su última campaña fresera y, desde entonces, consiguió trabajo en Bujalance para luego quedarse parado, situación actual.
El acceso de la mano de obra nacional a este tipo de trabajos es difícil a pesar de la crisis. Los empresarios siguen prefiriendo a emigrantes porque no suelen ser exigentes en el cumplimiento de los convenios. “Nosotros nos agarramos al convenio y a ellos los tienen trabajando una o dos horas más, no les pagan las horas extras y, aunque les proporcionan vivienda, les descuentan más de 200 euros de sus nóminas” para cubrir ese gasto inmueble. Con resignación, Olaya resume diciendo que “esa gente no se queja”.
Desde CCOO reconocen, no obstante, que el subsidio agrario no es la panacea. Ramírez recuerda que un subsidio agrario, con lo que luego cuenta realmente, tras los descuentos pertinentes de la Seguridad Social, son unos 200 euros al mes; un dinero con el que “una persona no puede vivir”.
Con esta situación, Bujalance se despierta cada día con la esperanza de que esos 200 trabajadores puedan echar unos jornales que, al menos, den un respiro a la economía familiar de cada uno de ellos.