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Qué podemos aprehender del patrimonio defensivo que nos rodea

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Las tierras de Andalucía han constituido siempre un lugar de interacción entre culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. Fruto de esta confluencia, esta región es muy rica en patrimonio material e inmaterial. Entre el legado del primer tipo, podemos subrayar la gran cantidad de muestras de arquitectura defensiva medieval que aún hoy podemos contemplar. Aunque nos han llegado en muy diverso estado de conservación, todas ellas forman parte de los Bienes de Interés Cultural protegidos en nuestro país desde hace décadas por las leyes sobre el Patrimonio Histórico. 

Estos elementos nos recuerdan lo que pasó en periodos del pasado en los que la vida en estas tierras estuvo marcada por la inseguridad, en los que las amenazas de una invasión y los conflictos bélicos estuvieron presentes constantemente. Hoy más que nunca valoramos el periodo de paz en el que desarrollamos nuestras vidas, lo que debe hacernos reflexionar en todo momento sobre la fragilidad de este equilibrio y cómo debemos velar por su salvaguardia… la vida nos va en ello. 

Razones para un proyecto de investigación

También debemos contribuir a la conservación de este legado material, pues se trata de un conjunto de valor patrimonial y paisajístico incalculable. Estas construcciones defensivas se ubican en emplazamientos singulares, erigiéndose como hitos en el paisaje. Su diversa tipología y morfología constituyen un testimonio de las distintas formas de vertebración territorial que se han sucedido a lo largo de la historia. Los restos de las que se encuentran en los núcleos urbanos pueden hallarse más o menos consolidadas, aunque se han visto alteradas como consecuencia del crecimiento de las poblaciones. Otras muchas están dispersas en zonas alejadas y poco accesibles, lo que hace que se vean sometidas a los procesos naturales de degradación como consecuencia del abandono y del olvido, o a los ocasionados por la acción del ser humano, como el expolio, el vandalismo, las prácticas agrícolas intensivas o la construcción de otras estructuras o infraestructuras… Pese a su protección patrimonial, en la actualidad muchas de ellas presentan un precario estado de conservación.

Estas y otras razones motivaron los estudios desarrollados en el proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades titulado: “Las atalayas que defendieron el reino nazarí de Granada: análisis y documentación científica”, y en el que lleva por nombre “Documentación gráfica de los castillos y alcazabas medievales conservados en Andalucía. Puesta al día del conocimiento y difusión de este legado patrimonial” (Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020, de la Convocatoria de la Universidad de Málaga para proyectos retos y frontera de 2018). Se están llevando a cabo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Málaga (UMA) y en la Escuela de Estudios Árabes de Granada (CSIC), poniendo al día el conocimiento y la difusión sobre este legado patrimonial y sumando esfuerzos para mejorar su salvaguardia. 

Vestigios conservados

En Andalucía, solo en lo relativo a torres aisladas construidas en la Edad Media, el número supera ampliamente el medio millar, contando además con más de una centena de ejemplares construidos desde el siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Entre todas las provincias andaluzas destaca Granada por el alto número de vestigios conservados, más de 150 torres entre las de origen medieval y casi otra veintena de Época Moderna. Este hecho se debe a haber constituido el núcleo principal del reino nazarí, que fue el último territorio andalusí en la Península Ibérica. Abarcó las zonas montañosas del sudeste, debido a que las Cordilleras Penibéticas ya establecieron una frontera natural con el reino de Castilla entre 1232 y 1492. A grandes rasgos, comprendió el territorio que hoy está incluido en las provincias de Granada, Málaga y Almería, si bien sus límites con Jaén, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Murcia y Albacete constituyeron una banda fronteriza que fue reajustándose a lo largo del tiempo. Contó con más de 400 km de frontera terrestre a través de las Cordilleras Penibéticas, sometidos constantemente a las presiones del reino de Castilla, y otros tantos de franja litoral mediterránea. 

El reino de Granada estuvo dividido en una veintena de sectores o partidos administrativos que, con más o menos cambios, sobrevivieron hasta 1833, cuando se decretó la provincialización, configurándose los actuales límites territoriales de Granada, Málaga y Almería. La primera de estas provincias se articuló en torno a 12 distritos. Se trataría de los partidos de Vega y Sierra (entorno a la capital granadina), de Baza, de Guadix, del Valle de Lecrín, de la Costa, del Temple, de Las Siete Villas, de Loja, de Alhama, de Torvizcón, de las Alpujarras y de Órgiva. Por su parte, en la actual provincia de Málaga quedaron englobados los distritos de la capital malagueña, de Vélez-Málaga, de Las Cuatro Villas de la Hoya de Málaga, de Ronda y de Marbella, además de la zona de Antequera, que cayó en manos cristianas durante la primera mitad del siglo XV. En la provincia de Almería se integraron los distritos de la capital almeriense, de Adra y la parte oriental de los partidos de Baza, de Guadix y de las Alpujarras.

La investigación que se está realizando persigue contribuir a la difusión de buena parte de este legado patrimonial. A partir de ellos se puede transmitir la trascendencia que este conjunto aporta a la sociedad desde planteamientos generales a específicos, desde el territorio en su conjunto a la visión más local.

Una manera de llegar a los habitantes más cercanos a este patrimonio, y, en general, a todas las personas interesadas en el mismo, es la realización de exposiciones divulgativas, como las que se han realizado o se están llevando a cabo en Málaga, Granada, Morón de la Frontera, Huéscar, Loja... Estas son fruto de la intensa documentación que se viene realizando sobre la arquitectura defensiva del reino nazarí. El primer paso siempre ha partido de la representación gráfica de estos bienes patrimoniales, tal y como los encontramos en nuestros días. Para ello se han aplicado técnicas combinadas de levantamiento arquitectónico, desde la medición directa de las dimensiones espaciales de cada elemento, al uso de herramientas más avanzadas para mensurar diferentes parámetros de forma indirecta, siempre sin introducir ninguna alteración sobre estos bienes culturales, representando estas arquitecturas por medio de precisas planimetrías, documentando y diagnosticando a su vez el estado actual en el que se encuentran. Los datos obtenidos de estos estudios permiten establecer hipótesis tanto del estado primigenio como de la evolución y transformación de estos bienes patrimoniales, para lo cual la expresión gráfica ha sido siempre una poderosa herramienta.

Además, también se están acometiendo otros análisis, pues el estudio del patrimonio arquitectónico no se circunscribe únicamente a las cuestiones históricas, constructivas o a su estado de conservación, sino también a su análisis ambiental. La medida de sus condiciones ambientales se convierte en parte sustancial de la metodología. Los parámetros asociados a la entrada de luz natural o a la ventilación, aportan información relevante acerca de las condiciones de uso originales. Además de su contribución a la investigación histórica, es posible plantear la recuperación de esas condiciones ambientales en los procesos de restauración que se lleven a cabo.

Comprensión global del territorio

El estudio del estado de conservación pasa por aplicar metodologías tradicionales para registrar los procesos patológicos y la degradación que ha sufrido el patrimonio arquitectónico a lo largo del tiempo. Al registro de información organoléptica de daños materiales, fisuras, humedades o desplomes y deformaciones en muros y bóvedas, se une la capacidad de obtener datos acerca de la rigidez global de la estructura. Esta información permite identificar empíricamente su estado actual y su estabilidad estructural, así como comprender su comportamiento frente a acciones como los terremotos. 

El análisis constructivo permite identificar el período histórico asociado a la edificación, así como las actuaciones en fases cronológicas posteriores. La obtención de información basada en ensayos para la identificación y caracterización de los materiales de construcción se complementan con técnicas como el análisis de imagen o la termografía infrarroja, procedimientos que aportan información fundamental que sirve de base para los procesos de rehabilitación. 

Por su valor histórico y patrimonial, las diferentes tipologías de arquitectura defensiva se constituyen en hitos capaces de generar una comprensión global del territorio. Por su propia ubicación están interconectadas con espacios naturales, caminos históricos o vías pecuarias. Esta interacción con otros valores patrimoniales asociados a determinados entornos, comarcas o municipios, permite establecer itinerarios culturales capaces de mostrar toda la riqueza que atesora un lugar concreto, aportando una visión poliédrica que permite unificar la complejidad del territorio.

Se trata de entender para valorar, comprender para conservar, conocer para intervenir. Contribuir en definitiva a la difusión de buena parte de este legado patrimonial, tratando los valores de estos bienes a nivel tipológico, morfológico, constructivo, material, paisajístico, territorial, estratégico...

Las tierras de Andalucía han constituido siempre un lugar de interacción entre culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. Fruto de esta confluencia, esta región es muy rica en patrimonio material e inmaterial. Entre el legado del primer tipo, podemos subrayar la gran cantidad de muestras de arquitectura defensiva medieval que aún hoy podemos contemplar. Aunque nos han llegado en muy diverso estado de conservación, todas ellas forman parte de los Bienes de Interés Cultural protegidos en nuestro país desde hace décadas por las leyes sobre el Patrimonio Histórico. 

Estos elementos nos recuerdan lo que pasó en periodos del pasado en los que la vida en estas tierras estuvo marcada por la inseguridad, en los que las amenazas de una invasión y los conflictos bélicos estuvieron presentes constantemente. Hoy más que nunca valoramos el periodo de paz en el que desarrollamos nuestras vidas, lo que debe hacernos reflexionar en todo momento sobre la fragilidad de este equilibrio y cómo debemos velar por su salvaguardia… la vida nos va en ello.