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Rompiendo fronteras, uniendo saberes

11 de abril de 2024 19:49 h

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La ciencia se encuentra inmersa en una crisis de credibilidad sin precedentes, alimentada por el negacionismo climático, las teorías conspiranoicas, las fake news, y la desinformación en general, que no sólo están afectando a la confianza en la comunidad científica, sino que están poniendo en riesgo la sostenibilidad de nuestras sociedades, el bienestar de las generaciones venideras y el futuro de nuestro planeta. Discursos “retardistas” que niegan la crisis ecológica y argumentan contra la urgencia de acciones “exageradas” por los científicos, son cada vez más habituales en todo el mundo. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a los grandes retos ambientales del planeta o de salud pública global si una parte importante de la población ni siquiera los reconoce o no les otorga la importancia y urgencia que requieren, porque “hay tiempo de sobra para reaccionar” …?

Una sociedad desinformada es el mejor caldo de cultivo para todas estas creencias falsas o engañosas que atrapan a menudo a un sector de la sociedad con una escasa cultura científica. España es un país donde el peso de la ciencia en la política y la economía ha sido tradicionalmente deficiente, y esto tiene su reflejo en el grado de alfabetización científica de la sociedad. Así lo demuestran las encuestas de percepción social de la ciencia y la tecnología de la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades): más de la mitad de la población no muestra interés por la ciencia. El porcentaje no llega ni al 20% en cuanto a la participación en actividades de divulgación (por ejemplo, la asistencia a una feria de la ciencia). Además, la población encuestada afirma que la información que recibe de la ciencia es insuficiente y poco comprensible.

Aunque hemos mejorado respecto a años anteriores, aún estamos lejos de alcanzar cifras acordes a un país puntero en ciencia e innovación a nivel mundial. Estos datos nos ponen a los investigadores e investigadoras en el punto de mira, y nos animan a reflexionar sobre nuestra responsabilidad contribuyendo a una sociedad bien informada, crítica, con capacidad de tomar decisiones acertadas y menos vulnerable al impacto de la desinformación en la Era Posverdad.

Divulgar ciencia

No hay duda de que la desinformación se combate haciendo ciencia de calidad, pero también divulgándola. Si le pedimos a la sociedad confianza, debemos hacer un esfuerzo por hacer el conocimiento más accesible; de ello depende en buena parte que la población valore y confíe en la ciencia. Si bien la oferta de actividades de divulgación científica se ha diversificado y aumentado significativamente en los últimos años (ferias y festivales de ciencia, proyectos de ciencia ciudadana, etc), aún nos queda mucho camino por recorrer.

A menudo tenemos la impresión de que nuestras acciones de divulgación están orientadas a los “ya convencidos”, dejando fuera a una parte importante de la sociedad que por diversos motivos no se siente atraída por las manifestaciones científicas, por muy divulgativas que sean, o tienen un acceso limitado a la misma. Sin abandonar las acciones tradicionales, muy necesarias para mejorar la educación y la cultura científica, la divulgación del siglo XXI necesita ampliar sus miradas para adaptase a una sociedad compleja, en pleno proceso de transformación, a través de nuevos lenguajes, formatos y herramientas, para captar el interés de un público que busca aprender de una forma diferente con enfoques transformadores, cercanos y atractivos ¿Qué pueden aportarnos en este sentido otras disciplinas? 

Aunque nos esforzamos por difuminar las fronteras y nos gusta etiquetar nuestra actividad como multidiciplinar, pluridisciplinar, interdisciplnar o transdisciplinar, tan de moda en nuestros días, la realidad es que nos cuesta salir de nuestra zona de confort en cuanto a saberes se refiere. Gran parte de las crisis con las que convivimos tienen su origen en la dualidad y estructuración que hacemos del mundo. Un ejemplo claro es la crisis ambiental por la que atraviesa el planeta, fruto de la separación entre el ser humano y la naturaleza. Este y muchos otros desafíos necesitan más que nunca de alianzas. Si queremos una sociedad bien informada, debemos utilizar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, más allá de las que nos ofrecen nuestras parcelas de conocimiento.

En este sentido un campo con un enorme potencial es el arte, capaz de conectar con el mundo de los sentidos, las emociones y los sentimientos, pudiendo llegar allí donde la rigidez y la precisión de la ciencia no permite alcanzar. Y es que arte y ciencia están mucho más cerca de lo que imaginamos. De hecho, practicamos la creatividad propia del arte cuando diseñamos nuestros experimentos, cuando planteamos hipótesis o cuando ensayamos nuevos métodos. ¿Por qué no aplicarlo al mundo de la divulgación? Cada vez más acciones demuestran que los espacios de encuentro entre ciencia y arte no sólo no son tan improbables, sino que sus interfaces son sumamente fructíferas. El arte puede aportar ese ingrediente clave para un nuevo modelo de divulgación, más cercano y atractivo a una sociedad que necesita enfrentarse a gran escala a retos medioambientales cada vez más complejos.  

Plastisfera, un proyecto de ciencia y arte sobre el impacto ambiental del plástico

Una de estas iniciativas donde el mestizaje entre ciencia y arte se dan cita para trasmitir de forma novedosa y atractiva el conocimiento es “Plastisfera: Música y Danza para la SOStenibilidad”, un proyecto financiado por la FECYT cuyo objetivo es visibilizar la problemática del plástico. La contaminación por plástico es uno de los mayores problemas ambientales a los que se enfrenta el planeta y para el que todas las acciones de sensibilización son pocas.

En el marco de este proyecto, se estrenó el pasado 21 de febrero en el teatro Alameda de Sevilla “Plastisfera”, un espectáculo escénico creado por ArtScience Danza, compañía dedicada a la divulgación científica, en colaboración con científicas de la Estación Biológica de Doñana (CSIC). Asimismo, contó con la participación de la escritora y poeta Beatriz Gimenez de Ory, premio nacional de literatura juvenil, quien consiguió transformar de manera impactante y evocadora el mensaje científico en poesía, despertando el interés, el pensamiento crítico y la imaginación entre los más jóvenes.

La obra narra la historia de amor y odio entre el plástico y las aves acuáticas a través de la música y la danza, apelando a las emociones para enfatizar un problema de envergadura global donde los hábitos individuales juegan un papel fundamental. Se calcula que más del 90% de las aves acuáticas de todo el mundo contiene plástico en sus estómagos, muriendo millones de ellas cada año. Así lo corroboran las investigaciones que se realizan en la Estación Biológica de Doñana en el marco de diversos proyectos financiados con fondos públicos nacionales (proyecto IsoPlastic, Ministerio de Ciencia e Innovación) y autonómicos (proyecto Guanoplastic, Junta de Andalucía).

Estos datos requieren un cambio radical, no solo en la gestión de los residuos plásticos sino en nuestros propios hábitos. “Plastisfera” pretende apelar a la responsabilidad individual para limitar muestra huella plástica, a través de una puesta en escena rompedora en el mundo de la divulgación científica. Una obra que no deja indiferente al espectador y donde la multidisciplinariedad y la inclusión han sido sus sellos de identidad.

Además de conciencia ambiental, la obra promueve valores tan importantes como la igualdad de género y la inclusión, prestado especial atención a personas con discapacidad auditiva. Para ello ha contado con traducción simultánea a lengua de signos y música en directo. Numerosos estudios demuestran los beneficios para las personas sordas de “sentir” la música (escucha corporal), una dimensión mucho más amplia que la experiencia sonora a través del canal auditivo.

Según los datos del INE (2022), en España hay 1.230.000 personas censadas con hipoacusia (muchas más si se incluyen las no censadas), siendo una de las principales discapacidades a nivel mundial. Sin embargo, las personas con hipoacusia difícilmente tienen acceso al conocimiento científico a través de las acciones tradicionales de divulgación. Integrar a este colectivo supone un importante desafío, no sólo para la comunidad educativa, sino también para los científicos involucrados en divulgación.

“Plastisfera” ha puesto su granito de arena para eliminar diferentes brechas sociales (cultural, de género, de conocimiento y de comunicación), permitiendo un mayor alcance en la transmisión e impacto del conocimiento. Sin duda, una iniciativa pionera en el mundo de la divulgación científica en España, que espera servir de referente para futuras acciones divulgativas.

El estreno tuvo lugar en el marco del VII Ciclo #TEATReVES, un programa para incentivar el teatro entre los jóvenes, apostando por nuevos lenguajes, formatos y contenidos, con propuestas de espectáculos cercanas a su realidad. La obra estuvo acompañada de un coloquio en el que se debatió sobre la problemática del plástico y el proceso de creación de la obra, donde se dio protagonismo al público y cuyos testimonios recogió el programa “Cambio Climático” de Canal Sur Radio (a partir del minuto 32). Su objetivo quedó cumplido: generar espacios de reflexión entre los más jóvenes, creando conciencia y compromiso sobre uno de los problemas ambientales más importantes de la actualidad.

No todo es cuestión de imaginación…

Evidentemente, para una divulgación de calidad y amplio alcance se necesita un mayor apoyo de las instituciones, con nuevas convocatorias y mayor inversión. Actualmente, las opciones son sumamente escasas, en la mayor parte de los casos limitada a una pequeña partida de los proyectos de investigación. Salvo las ayudas para el fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación de la FECYT, no existen otras convocatorias específicas para proyectos de divulgación. Por otro lado, en base al beneficio que reporta a la sociedad y al esfuerzo que supone para el personal investigador, debe existir un mayor reconocimiento académico, desde la propia comunidad científica hasta las instituciones responsables de los procesos de evaluación. Un mayor apoyo a todos estos niveles se traduciría en una mejora del impacto en la transmisión del conocimiento y en una mayor aceptación de la ciencia por la sociedad.

La ciencia se encuentra inmersa en una crisis de credibilidad sin precedentes, alimentada por el negacionismo climático, las teorías conspiranoicas, las fake news, y la desinformación en general, que no sólo están afectando a la confianza en la comunidad científica, sino que están poniendo en riesgo la sostenibilidad de nuestras sociedades, el bienestar de las generaciones venideras y el futuro de nuestro planeta. Discursos “retardistas” que niegan la crisis ecológica y argumentan contra la urgencia de acciones “exageradas” por los científicos, son cada vez más habituales en todo el mundo. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a los grandes retos ambientales del planeta o de salud pública global si una parte importante de la población ni siquiera los reconoce o no les otorga la importancia y urgencia que requieren, porque “hay tiempo de sobra para reaccionar” …?

Una sociedad desinformada es el mejor caldo de cultivo para todas estas creencias falsas o engañosas que atrapan a menudo a un sector de la sociedad con una escasa cultura científica. España es un país donde el peso de la ciencia en la política y la economía ha sido tradicionalmente deficiente, y esto tiene su reflejo en el grado de alfabetización científica de la sociedad. Así lo demuestran las encuestas de percepción social de la ciencia y la tecnología de la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades): más de la mitad de la población no muestra interés por la ciencia. El porcentaje no llega ni al 20% en cuanto a la participación en actividades de divulgación (por ejemplo, la asistencia a una feria de la ciencia). Además, la población encuestada afirma que la información que recibe de la ciencia es insuficiente y poco comprensible.