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Bookstagramers españolas, la prueba de que los jóvenes leen: “Cuidado con creer que no se lee porque estamos siempre con el móvil”

La Bookstagramer @quequiereoleer

Alejandro Luque

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Una forma de empezar es descubrir que poca gente lee a tu alrededor. Y que necesitas tener contacto con gente que sí lo haga. Las redes sociales lo facilitan, encuentras algunos cómplices y luego más cómplices, te esmeras cada vez más en los contenidos… Y puede que llegues a convertirte en un bookstagramer conocido: un prescriptor de lecturas que comunica desde Instagram. Este sábado se reunirán en la sede de la Fundación Cajasol, en el marco de la Feria del Libro de Sevilla, algunas de las más influyentes en un encuentro organizado por la Fundación Lara.  

Patricia Ibárcena, responsable de la cuenta es el rostro y la voz que hay tras la cuenta @patibarcena (9.000 seguidores), y cuenta que sus comienzos fueron así: “Siempre me ha encantado leer y escribir, pero empecé a estudiar Derecho y lo dejé todo de lado. Hasta que con la pandemia me sentí demasiado inactiva y mi pareja me dijo: ¿por qué no recuperas tu pasión? ¡hazte una cuenta! Pero no creé una nueva, usé la mía personal y hasta hoy”, explica, y matiza a continuación: “Desde el primer momento me lo tomé como un trabajo. Intenté que todo tuviera mucha calidad y ser muy constante”.

No es la única a la que la pandemia ha hecho bookstagramer. La valenciana Carla Martí, con @azasliterature (4.800 seguidores) también se planteó durante el confinamiento compartir sus experiencias, pero nunca imaginó que un año después tendrá a tanta gente pendiente de su cuenta. “Me llena mucho esta experiencia”, proclama.

Con 12.300 seguidores, la alicantina Alba Martínez, de @albanobooksnolife, es bookstagramers consolidada. “Al principio iba un poco perdida, pero poco a poco, viendo otras cuentas, fui mejorando la calidad de mis fotos, cuidando cómo me expresaba… Y funcionó”. Y con 34.500 seguidores, la barcelonesa Judith Hernán recuerda que su cuenta @quequieroleer empezó como un ejercicio de sus estudios de Publicidad y Relaciones Públicas: “Me pidieron un proyecto de blog, y para potenciarlo creé la cuenta de Instagram. Al principio no sabía ni que existían los booktubers”, comenta.

Herramientas de márketing

Cuando se les pregunta qué tienen sus cuentas que las diferencien de otras miles, las bookstagramers titubean: “Todas las cuentas son únicas, pero supongo que mis seguidores aprecian que sea cercana y esté muy presente. Que hable a la cámara y me emocione, pero también sea sincera si tengo que decir algo malo de un libro”, explica Carla. Para Alba, sin embargo, el secreto está en “escribir unas reseñas bastante detalladas. Otras suelen hacer una breve descripción del libro, bastante cortita, pero a mí me gusta siempre contar más, aunque evito destripar nada: solo doy mi opinión. Habrá a quien le guste y a quien no, pero sé que así se marca la diferencia”.

“Es trabajo”, subraya Judith. “Generar contenidos interesantes, hacer un vídeo de Instagram TV a la semana, publicar más reels o fotos… La gente quiere ver cosas de calidad, y yo trato de darles cosas lo más relevantes posibles, lo que a mí me gustaría encontrar como usuaria”.

Tienen asumido que son parte del mercado editorial, aunque no todas se relacionan por igual con éste. Para Patricia, “el potencial que tienen estas cuentas es muy grande; según quién recomienda se pueden llegar a crear tendencias y es evidente que los editores buscan perfiles que lleguen al gran público. Nos usan como estrategia de márketing”, dice. “En mi caso, solo escribo si me interesa el libro. Por mucho que insistan, no voy a hablar de un libro que no forme parte de mis intereses”.

Alba, por su parte, cree que “hay editoriales que se prestan a colaborar, pero con algunas he tenido que ir detrás. Yo me pongo en su lugar, no pueden colaborar con todo el mundo, pero ahora que he crecido en seguidores me resulta más fácil acceder a ellas. Ni siquiera se enfadan porque exprese una opinión negativa de sus libros. Las que escribo siempre son respetuosas, y recalco que el hecho de que a mí no me haya gustado algo no significa que otros no puedan darle una oportunidad”.

“Con Planeta tengo buena relación”, dice Judith, “pero con otras editoriales tengo que ir yo detrás de ellas para que me manden cosas. Si me canso, digo: mira, me lo compro yo y ya está, como he hecho siempre”. Carla, por último, no ha trabajado mucho con editoriales, y se siente insobornable: “No pongo cinco estrellas solo porque me manden un libro”, asevera.

Otra cuestión es la posibilidad de monetizar esa influencia que ejercen, algo todavía fuera del alcance para la mayoría. “Nos preguntamos por qué a determinada gente de esta comunidad se le paga o se le envía ropa, y con los libros no ocurre lo mismo. Si hago un trabajo de promoción, lo mínimo es que me pagues, ¿no?”, dice Patricia, a lo que Carla añade: “Para eso necesitas muchísimos seguidores”.

Judith, en cambio, lo logra a través de otras vías, como los enlaces de afiliados de Amazon, aunque las cantidades no son muy sustanciosas. “Además, tenemos más ganas de compartir lecturas que de ganar dinero. Cuando alguien trata de sacar provecho de esto, pierde credibilidad”. “Tenemos el deseo de perseverar y de intentar llegar al mayor número de gente posible. Queremos que la gente lea. Me encantaría ser una referencia de la lectura en nuestro país, y poder dedicarme yo misma a escribir”, concluye Patricia.    

Las chicas leen más

Otro detalle curioso es que entre los bookstagramers haya más chicas que chicos. “Nunca he encontrado demasiados chicos lectores”, explica Carla. Y Judith agrega: “No creo que haya más de un nueve por ciento de chicos” en estos ambientes virtuales.

Lo seguro es que el fenómeno de los bookstagramers supone un claro desmentido de ese lugar común según el cual los jóvenes no leen. “Quien dice que los jóvenes no leen, se equivocan”, afirma Patricia. Podría haber más, pero hay muchos. Y la mayor satisfacción para nosotras es que alguien te diga: ‘hacía tiempo que no leía y gracias a ti lo estoy haciendo de nuevo'“.  

Carla es aún más tajante: “Yo también creía que los jóvenes no leen, de hecho en primaria éramos solo tres o cuatro chicas las que nos pasábamos libros, hasta que empezó el fenómeno de Instagram y nos dimos cuenta de que somos muchos más. Hay cuentas que llegan a tener hasta 100.000 seguidores. Y si vas a una feria del libro, ves colas largas y mucha juventud. Estamos en las redes, pero somos una parte lectora. Cuidado con creer que no se lee porque estamos siempre con el móvil: ¡a lo mejor estoy viendo los libros que me quiero comprar!”.

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