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El cartel de Barceló y el lema ‘Ole de nuevo’ suscitan las primeras polémicas de la Bienal 2024

El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz (d), junto al director de la Bienal Luis Ybarra (i) durante la presentación del cartel para la Bienal de Flamenco

Alejandro Luque

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No hay Bienal de Sevilla sin polémicas, a veces incluso airadas. Por algo se la conoce jocosamente como “la Vietnam”, síntoma de que el mayor festival flamenco del mundo se vive en la capital del Guadalquivir con una intensidad y hasta una vehemencia sorprendentes. Y la próxima edición, que se celebrará del 8 de septiembre al 1 de octubre con el periodista Luis Ybarra debutando en tareas de dirección, no escapará de la controversia.

De hecho, la presentación del cartel de la Bienal suscita por lo general la primera división de opiniones. En esta ocasión, el artista mallorquín Miquel Barceló, acreditado aficionado al flamenco y autor de portadas de discos de artistas como Camarón o Rancapino, ha realizado una imagen promocional que se ha presentado esta semana y no ha pasado precisamente desapercibida.

Mientras algunos han aplaudido su personalísima estética, son muchas las voces que en las redes sociales se han manifestado en contra, tanto por la escasa flamencura de la figura principal, en una postura más próxima al ballet que al baile flamenco, como por la elección del cardo borriquero como motivo vegetal.

También se ha criticado a Barceló por los nombres que orlan dicha figura. En su artículo de El Correo de Andalucía, el siempre ácido Manuel Bohórquez, crítico flamenco, aludía a este hecho: “Por cierto, y sin ánimo de sacar la faca: ¿Tiene este señor algún problema con los artistas de Sevilla? Ha puesto a varios en el cartel y de Sevilla, lo que se dice Sevilla capital, solo a Caracol. Luego están Fernanda y Bernarda, Antonio Mairena, Agujetas, Rancapino, Camarón y Paco de Lucía. Un poco más y no pone a ningún gachó. Pocas mujeres, para ser un cartel de un festival sevillano, si tenemos en cuenta que la Niña de los Peines era de Sevilla. No sé qué mensaje subliminal ha intentado mandarnos Barceló con el desaire a las artistas jondas y las flores, pero no tiene la maldita gracia”.

Por su parte, Rafael Iglesias, diseñador sevillano, exhibía su “indignación” en las redes en estos términos: “Enhorabuena, Sevilla. Por intentar ser 'moderna', te han vuelto a timar, a tomar el pelo, a quedarse contigo. Es recurrente, insisto impertinentemente, sólo hay que recordar los chascos habituales de las últimas ocurrencias carteleras de Maestranza. O del Festival de Cine. Y es que la falta de criterio, es lo que tiene: confundir aspectos de lo que no se conoce. Y claro, viene una lista 'apropiacionista' o un listo 'alegre' y colorista de guardería, y se aprovecha de la pólvora real económica y de la estulticia snob de los catetos que ordenan y mandan, los que arriesgan, pero jugando con la pasta que no es suya en apuestas de alto grado de incertidumbre y abisal nivel de argumentario. Mientras, diseñadores profesionales y gráficos estupendos, que haberlos haylos en esta fructífera pero muy ingrata ciudad, totalmente ninguneados. En fin, continuamos para bingo. A ver si la próxima vez acertáis, figuras. Aunque sea por equivocación”.

'Cartelitis' y opiniones matizadas

Ya decía el artista Pedro G. Romero, a la sazón también autor de otro de los carteles de la Bienal, que Sevilla padece de una cartelitis aguda, una tendencia compulsiva a criticar ferozmente cualquier cartel de cualquier evento que se presente. Pero también hay opiniones matizadas. Patricio Hidalgo, uno de los pintores de Sevilla más vinculados al arte jondo, confiesa que Barceló “es uno de mis referentes. Siento máximo respeto a su libertad, pero también creo que ha tenido carteles mejores”.

“No se puede negar su maestría y su personalidad”, prosigue Hidalgo. “Ahí está su mundo imaginario, la naturaleza, lo primitivesco, aunque el contorsionismo es más de danza que de flamenco. En cuanto al brote, bueno, la pintura se puede permitir esa carga metafórica. Lo seguro es que el cartel de la Bienal se ha convertido en un hecho noticiable por sí mismo, como el de la temporada taurina o la Semana Santa. La funcionalidad se disuelve y la obra se vuelve anecdótica. Sin embargo, una de las cosas más acertadas que he oído comentar es que está mal compuesto tipográficamente, y estoy de acuerdo. Sería mejor que se hubiera dedicado a la imagen, y luego un diseñador hubiera hecho los tipos”.  

Para el profesor de Estética de la Universidad de Sevilla, Antonio Molina Flores, “el cartel me parece como todos los carteles de las Bienales últimas (Saura, Gordillo, Pedro G.), responde a la intención de la administración de gastarse el dinero en un artista reconocidísimo, aunque Barceló no se deja hacer la foto del momento. Una figuración expresionista con bastantes tópicos, fácilmente entendible, sin ninguna elaboración intelectual. Camarón, Agujetas, Terremoto, Rancapino… No arriesga con los nombres. El único guiño a mujeres son Fernanda y Bernarda, y en la guitarra solo un guiño a Paco de Lucía. ¿Qué nos queda? El baile, y con el cardo que sale de la cabeza y del sexo de la bailarina, que más que flamenca parece una sacerdotisa de los templos hindúes, esas sacerdotisas-prostitutas con 3.000 años de Historia. La idea de hacer un árbol del flamenco queda un poco pobre para ser un artista al que se le paga bastante. Es una línea muy continuista, como los carteles de la Maestranza”.    

Un lema controvertido        

Tampoco ha pasado desapercibido el lema de la edición de este año, “Ole de nuevo”, interpretado por muchos como una alusión a la muy discutida Bienal de 2022, en la que la apuesta por una visión del flamenco más cercana a la vanguardia fue muy discutida por los sectores más puristas, hasta el punto de afirmar que “el ole”, el grito espontáneo de aprobación de los aficionados, brilló por su ausencia.

“Yo oí muchos oles en muchos espectáculos”, argumenta el director de aquella cita, Chema Blanco. “Ole en Sevilla se dice hasta para mear: yo he oído oles hasta en conciertos de rock y música electrónica, de modo que no entiendo muy bien esa afirmación. Me extraña que sea el lema de la Bienal en una ciudad en la que esa palabra ha trascendido el flamenco y es de lo más común”.

“Para mí ese lema solo puede tener dos lecturas”, prosigue Blanco. “Uno, que los flamencos estamos deseando decir ole en la Bienal, es algo parecido a un estado de ansiedad. Pero si el lema se refiere a la última Bienal, y para ratificar una cosa tienes que denigrar la anterior, me parecería una falta de elegancia, por no decir una mezquindad. Algo muy propio de esta derecha, que tiene la manía de querer destruir todo lo que se ha hecho antes de que ellos llegaran al poder. Espero que se deba a la primera cuestión, a la ansiedad por ver flamenco todos los días durante un mes, y no a la segunda. En todo caso, creo que esa idea no ha salido de la cabeza de Luis Ybarra, sino de la mano que mece la cuna”, asevera, aludiendo a un supuesto “poder a la sombra” que manejaría de facto los hilos de la Bienal.      

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