Pedro El Granaíno, cantaor: “En los mercadillos hay mucho arte, pero ser profesional es otra cosa”
Desde que empezó a cantar profesionalmente, Pedro Heredia Reyes, más conocido como Pedro El Granaíno (Granada, 1973) no ha parado de escuchar una insistente cantinela: “¿Para cuándo el disco?”. Aunque el mercado de la música ya no es ni sombra de lo que fue, para muchos un artista no ha enseñado del todo sus credenciales si no pasa por la prueba del estudio de grabación. Ese momento ha llegado para el cantaor, cuyo debut discográfico Dicen que para cantar ya está en proceso. El 15 de octubre se presentará en el Teatro de la Abadía de Madrid, en el marco de la XIX Suma Flamenca.
“Siempre he visto ese reto del disco desde la tranquilidad de pensar que las cosas llegan cuando tienen que llegar, y que es un error precipitarse. No se trata de grabar por grabar”, comenta. “Estos últimos años no he parado de cantar, y eso me ha dado mucha seguridad. También estoy muy tranquilo con el contenido del disco, porque no tienen nada que no haya cantado ya: soleá, seguiriya, taranto, granaína y alguna que otra sorpresa. Pero no queríamos cambiar nada de lo que nos ha traído hasta aquí”.
No ha habido un momento concreto para tomar la decisión, ningún ‘click’ que le haya empujado a encerrarse en la pecera ante un micrófono. Asegura que por lo general no le gusta escucharse, y que la idea de que los discos son fríos siempre pesa sobre aquellos que los graban, pero no es menos cierto que ya había hecho algunas colaboraciones en este sentido con otros artistas y espléndidos resultados, como las bulerías Las cuatro lunas de Vicente Amigo, dedicadas al torero Talavante. “En mi caso, venía mucha gente a decirme que no encontraba nada mío en Spotify ni en Youtube, que dónde podían encontrarlo… Ahora lo van a tener, y bueno, se trata también de dejar algo que permanezca”.
Huellas dactilares
Por otro lado, no es ajeno al hecho de que en el flamenco y la música en general hay cierta psicosis en torno a los discos. “El mundo discográfico ha cambiado un montón, todo el mundo está un poco loco ahora con qué grabar, cuándo, cómo… La mayoría graba un tema y lo saca como single, y nosotros no vamos a ser menos, lanzaremos el nuestro en breve. ¿Sabes lo que me gustaría a mí? Sacar como single una seguiriya. Pero eso, tal y como está el mercado, es imposible”, sonríe.
Otra muestra de lo revueltos que están los tiempos la encuentra El Granaíno en esa extendida idea según la cual el flamenco de hoy está acabado. “Yo sostengo todo lo contrario, me parece que vivimos un momento muy bueno, tengo compañeros que cantan muy bien y que cantan flamenco. Me da coraje que digan que hoy todo el mundo canta igual. Les invito a que escuchen a Antonio Reyes, a Miguel Poveda, a Arcángel, a Rancapino Chico, a Israel Fernández, a José Valencia, a Jesús Méndez… Todos son diferentes, ninguno se parece, y todos son fieles al flamenco”.
Y lo mismo, añade, ocurre con las cantaoras, “desde La Macanita a Tía Juana la del Pipa, pasando por Marina Heredia, Estrella Morente, María Terremoto… ¿Cómo pueden decir que el cante se ha perdido? Bebemos de las mismas fuentes, claro, pero cada uno tiene su sello propio, como tiene su huella dactilar. Otra cosa es que surjan los genios, que siempre son contaditos. Pero fíjate, yo defiendo que el artista flamenco es capaz de abarcar cualquier música, mientras que al revés es complicado. Y a pesar de todo, seguro que dentro de 20 ó 30 años seguimos oyendo eso de ‘hoy no se canta como antiguamente, el cante se ha perdido’”.
Doblar la espalda
Para Pedro El Granaíno son muchas las cosas que han mejorado desde que, en sus inicios, su padre trataba de quitarle las ganas de dedicarse al arte jondo. “Me decía: ‘¿Tú estás seguro, con lo mal que están los artistas? Están todos cogiendo cartones’. Y en parte llevaba razón, porque era un oficio muy precario, y lo que ganaban se lo gastaban. Yo tenía mi trabajo, era comerciante ambulante y tenía mi ruta de mercados, y para él dar el salto al cante profesional era una temeridad”.
En efecto, El Granaíno empezó siendo conocido como el artista que salió de los mercadillos, la perla escondida entre prendas de ropa amontonada y tenderetes de baratijas. Fue el Galli de Morón el primero que empezó a hacer correr la voz sobre un talento extraordinario. “Un día le dijo a Guadiana: ‘Hay un niño en Sevilla que tiene un metal muy especial, a ver si lo escuchas’. Y cuando Tío Guadiana vino, me invitaron a una fiestecita con un montón de artistas y me di a conocer. Luego Farru me invitó a un espectáculo que tenía en Madrid, y tuve que ponerme las pilas”.
Cuando se le pregunta si en los mercadillos hay más talento oculto del que se piensa, asiente, pero matiza de inmediato: “Hay muchísima gente que canta bien, pero una cosa es eso y otra profesionalizarse. Tener arte es distinto de subirte a un escenario y dedicarte a esto con conocimiento de causa. Si tienes cualidades, tienes que trabajar, estudiar, a menos que estés tocado por la varita y te puedas permitir no hacerlo”.
¿Extraña algo de su vida anterior? “Sí, me hubiera gustado que mis niños vieran cómo me ganaba la vida. Los sacrificios de ese trabajo, el calor que pasas en verano y el frío en invierno. Ahora su padre es cantaor, somos privilegiados, aunque también hago muchos kilómetros y a veces encuentro situaciones surrealistas, como festivales en los que no tengo ni dónde cambiarme. Pero sí, me hubiera gustado que conocieran cómo era esa otra vida, que vieran cómo se dobla la espalda en los mercadillos”.
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