El hijo de Cristóbal Colón que se adelantó a Internet y al Big Data
La historia no es precisamente desconocida, pero cada vez que se cuenta provoca asombro y casi incredulidad. Y Edward Wilson-Lee, joven profesor de Cambridge, ha sabido contarla muy bien. Historiador del libro, especializado en la primera era de la imprenta, buscaba algún tema que pudiera resultar especialmente atractivo para investigarlo cuando tropezó con una figura de esas que se suelen llamar “de novela”: Hernando, el hijo menor de Cristóbal Colón. Era el germen de Memorial de los libros naufragados, que acaba de ver la luz en Ariel.
“Cuando empecé a trabajar en ello, no podía creer que no fuera más conocido”, recuerda Wilson-Lee en un correcto español al que le cuesta sacudirse el acento. “En realidad buscaba algo que pudiera unir los principales acontecimientos de la época, encontré a Hernando y me encantó”. Un hombre que intentó igualar los méritos de su padre no descubriendo continentes, sino creando una biblioteca universal que contuviera todos los documentos impresos en su tiempo, desde libros hasta panfletos, estampas, partituras, pósteres de tabernas…
Un visionario
“Era un visionario con una locura muy similar a la de su padre”, explica el autor. “Colón no quería encontrar las Américas, sino una ruta para dar la vuelta al mundo. Hernando, por su parte, también encontró en su proyecto una forma de cerrar el mundo, a través del dominio de la información. En ambos casos, se trató de proyectos con vocación universal”, añade.
Un proyecto, el de Hernando, que “puso del revés las estructuras de saber de su época”, puesto que “la información que pretendía acopiar no provenía de las autoridades ni de los libros clásicos, sino de la voluntad de unir todo el conocimiento del mundo”, en lo que sería la biblioteca privada más importante del globo, una suerte de precursor de Internet y el Big Data. De 15.000 a 20.000 volúmenes llegaron a ser reunidos en su sede sevillana.
Claro que el proyecto presentaba algunas dificultades técnicas. “No solo necesitaba que le enviaran los libros desde toda Europa a Sevilla, sino que cuando llegaran había que ordenarlos, guardarlos y conservarlos. Tamaña explosión de información tenía que ser algo útil, y así fue como inventó el modo moderno de guardar libros en las paredes, y elaboró muchos sistemas diferentes para navegar en este sistema de información”, apunta Wilson-Lee.
Una colección que nadie quiso
Fue así como “al final de su vida, su biblioteca fue la mayor de su tiempo. Tuvo la mayor colección de estampas, de música impresa… Y también empezó el primer jardín botánico del mundo, justo aquí, en Sevilla, junto al río: más de 5.000 árboles llegó a reunir”, subraya el investigador. “Conoció el éxito, pero en el fondo también fue un fracaso: nadie entendió la dimensión de aquel motor del saber. Cuando a su muerte lo dejó todo a su sobrino Luis, no le interesó demasiado, y así siguió siendo por siglos. Nadie vio el valor de esta colección”.
En efecto, tras la muerte de Hernando en 1539, la colección permaneció un tiempo en el convento de San Pablo, y tras varias luchas legales acabó en la Catedral de Sevilla. “No olvidemos que Hernando quería comprar un ejemplar de cada libro en cada lengua de todo el mundo, editado en la cristiandad o más allá. Pero para la Inquisición había allí muchos textos sospechosos, en hebreo, en árabe, y pensaron que tal vez fuera un material peligroso, por lo que permanecieron encerrados en un cuarto de la catedral”. Un destino triste: “Los papeles que no se usan durante siglos, desaparecen. Y los libros son especialmente frágiles, hay calor, humedad, insectos… Por otro lado, en el siglo XIX, cuando Colón empezó a ser idealizado por los románticos, esta biblioteca fue muy deseada por los coleccionistas, y debió de ser saqueada en varias ocasiones. Lo cierto es que fue reducida a más o menos la mitad de lo que tenía”. Solo la conmemoración del Quinto Centenario hizo que lo que quedaba de aquel formidable legado empezara a ser cuidado con más mimo.
¿Por qué nadie quiso continuar aquel quijotesco proyecto? Para Wilson-Lee, la razón es que “todas las bibliotecas de la generación siguiente pasaron a ser nacionales, casi siempre en una sola lengua, con una sola tradición, para construir una imagen unitaria de nación. A causa de eso, hemos vivido mucho tiempo encerrados en corrales culturales”, asevera. “El de Hernando es un caso extraordinario de curiosidad en un mundo en que el concepto moderno de nacionalidad todavía no existe, porque es un invento de los siglos XVI y XVII. Me encanta esa visión del mundo sin países, sin separación entre los pueblos, donde hay un ansia de dominación pero a la vez un vínculo cultural compartido”.
Ecos del Brexit
Trayéndose su ejemplo a la actualidad, cree que el Brexit es el resultado fatal de “una tradición que piensa que todo puede explicarse desde la cultura de un solo país, que un solo país puede tener todas las respuestas. Trump, el Brexit, se deben a que hay gente encerrada en una burbuja informativa, que solo oye lo que quiere oír”.
Aunque no hay demasiada información sobre la vida de Hernando, para el profesor resulta muy útil la biografía que éste escribió sobre su padre, Historia del almirante don Cristóbal Colón, de la que solo quedó la traducción al italiano. “Un retrato que es un autorretrato”, dice Edward Wilson-Lee. “La obsesión en los detalles, el control de las emociones, ahora sabemos que eran atributos de Hernando, no del descubridor de América”.
“La idea de coleccionar todo, absolutamente todo, incluidas obras que podían parecer basura para algunos, fue en cierto modo una locura. Una prueba más de la locura de los Colón”, concluye Wilson-Lee. “Pero para él, como hijo ilegítimo, era muy importante demostrar que al menos poseía el espíritu de su padre. No quería el título de almirante, sino tener su actitud”.