El Festival de Tarifa reconecta con su orilla africana
Hay vueltas a la normalidad que requieren más tiempo que otras. La del Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT), que tras la pandemia de la Covid-19 pudo recuperar la mayor parte de su actividad el año pasado, ha tenido que esperar a este para poder lucir una de sus señas de identidad: tener programación física a ambos lados del Estrecho de Gibraltar, en los dos continentes que unen una cita con veinte años ya de andadura.
Después de tres ediciones “algo distópicas”, como admiten con humor los organizadores, la reconexión del FCAT con la orilla africana es una gran noticia para los seguidores del certamen, cuya programación arrancaba ayer y se prolongará hasta el 7 de mayo próximo. La inauguración, además, fue a lo grande: el recién remodelado Cinema Alcázar de Tánger, el emblemático coliseo construido en 1913, en tiempos del Protectorado Español, acogió la primera inauguración tangerina del festival, en una gala celebrada con la colaboración del Instituto Cervantes de la ciudad con el apoyo de la Embajada de España en Marruecos y FRS.
Dicha celebración, cuya bienvenida corrió a cargo de la música bereber de los Dakka Marrakchia, contó con la presencia del alcalde de Tarifa, Francisco Ruiz Giráldez, quien destacó la reivindicación que el FCAT hace del Estrecho “como un lazo que une y no que separa”, y el de Tánger, Mohammed Bachir, así como el director del Cervantes en Tánger, Javier Rioyo, y el agregado cultural de la Embajada de España en Marruecos, José María Davó.
Nostalgia de la revolución
La actriz granadina nacida en Tánger, Romina Sánchez, fue la maestra de ceremonias de la gala protagonizada por la música de la cantante Mouna Diaj acompañada por el guitarrista Mounir Tkako. La película designada para inaugurar esta 20ª edición, simultáneamente en Tarifa y en Tánger, es Entre las higueras, la primera incursión en la ficción de la directora tunecina Erige Sehiri, que fue seleccionada en la Quincena de Realizadores de Cannes el año pasado y ganó varios premios a la posproducción en la Mostra de Venecia.
La propia Sehiri comentaba a Eldiario.es que el elemento que prendió la idea de hacer Entre las higueras fue la popilar canción de Lluis Llach, L’Estaca, “un tema que yo conocía desde hacía mucho tiempo, y que había sido versionado por una cantante tunecina, Yesser Jradi. Yo la escuchaba en bucle porque habla de solidaridad, de libertad, de sentimientos colectivos, y al cumplirse diez años de la Revolución tunecina me traía mucha nostalgia. La letra árabe habla también de sacrificio y de trabajo, y yo quería hacer una película que habla de eso en relación a las nuevas generaciones que cultivan el campo en mi país. En el filme no hablo explícitamente de revolución, pero la canción está ahí”.
En cuanto al legado de la oleada de indignación popular que desde Túnez generó la llamada Primavera árabe en todo el Mediterráneo, pero que solo ha tenido un éxito claro en este país, Sehiri cree que “lo más positivo es que hemos conquistado una libertad de expresión que antes no había, aunque sabemos que ninguna revolución es 100 % satisfactoria. Estamos en una situación muy complicada, con mucha gente decepcionada y una gran crisis política y económica, pero existe también una sociedad civil muy fuerte que hace frente a las amenazas a la libertad, todos los días”.
Cine fuerte y creativo
La directora conecta esta idea con la situación de la mujer en Túnez, que goza de “una larga historia de militancia en favor de nuestros derechos”, si bien subraya que “la revolución tenía claro que debía luchar por nuestros problemas comunes, todos juntos, mujeres, jóvenes, viejos… Ahora hay muchas mujeres en el cine, en la política o en la medicina tunecinas, hemos conquistado un espacio. De hecho, la mayor parte de mi equipo somos mujeres. Pero todavía hay mucho por hacer, por ejemplo, en asuntos como la violencia conyugal”.
De lo que no tiene ninguna duda es de su defensa del celuloide de su país, “el más fuerte, el más libre, el más creativo y el más político” de la región, asevera. Un cine que, explica, antaño estaba hecho sobre todo por personas procedentes de las clases burguesas, “pero que ahora cuenta con el talento de gente de todas las clases sociales, y aunque hay problemas de dinero, está en expansión, demostrando que lo que hace falta de verdad son buenas ideas”.
Como directora encargada de inaugurar una nueva edición del Festival de Cine Africano de Tarifa, explica que “Túnez siempre tendrá en la mirada el Mediterráneo y Europa, pero estaría bien que nos fijáramos también en el sur, y que no olvidáramos nuestra africanidad. La característica principal de Túnez es su multiculturalismo, el hecho de ser a la vez un poco europea, mediterránea, árabo-musulmana y africana… Como Marruecos, está en la frontera de culturas y de continentes”.
Otra cara de la migración
“Hay ahora un gran debate en Túnez sobre la presencia de subsaharianos en nuestros territorio”, prosigue Sehiri. “eso nos ha hecho contemplar la cuestión de la migración al revés de como lo hacíamos hasta ahora, pues éramos nosotros los que nos marchábamos. Y se ha despertado un fuerte movimiento de solidaridad con la comunidad subsahariana. Con todo creo honestamente que el cine tunecino no debe representar a todo lo que se hace en este arte en el continente, bastante tiene con representarse a sí mismo”, apostilla entre risas.
Tras la experiencia “mágica” en Cannes, que según afirma “logró tener una buena resonancia y, como sucede con las primeras veces, nunca olvidaré”, la cineasta se dispone a emprender su andadura europea con Entre las higueras, un trabajo que ha sido comparado por afinidades estéticas y de fondo con la española Alcarrás de Carla Simón. “No he podido verla aún, pero creo que la luz, el campo, la naturaleza, son comunes a Túnez y España. Estoy segura de que el público español va a ver mi película exactamente igual que como la vio el tunecino”.
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