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“Es ofensivo cómo trata el cine el trauma de las agresiones sexuales”

Fotograma de 'Suc de síndria'

Alejandro Ávila

Berlín (Alemania) —

La estatuilla de los Premios EFA del Cine Europeo representa a una esbelta mujer que, presumiblemente, es Europa, la mujer fenicia raptada por Zeus y que se convirtió en una poderosa diosa al llegar a Creta. Suc de síndria (Zumo de sandía) es un corto dirigido por una mujer (Irene Moray), protagonizado por una mujer (Elena Martín) y que, aunque afecte a las mujeres, nos incumbe a todos por igual: el trauma de las agresiones sexuales.

Resulta, por tanto, de una belleza poética que Moray tenga muchas posibilidades de llevarse a casa la estatuilla de la poderosa diosa Europa luciendo, entre sus estrellas, el título de mejor cortometraje europeo de 2019. Un corto que reivindica el derecho de las mujeres que han sufrido agresiones sexuales a hablar, gritar y seguir adelante  con sus vidas sin vergüenza ni miedo.

Bàrbara sufre un trauma que le impide tener relaciones sexuales plenas con su pareja, Pol. Ambos tienen que enfrentarse a sus miedos para poder seguir adelante con una vida plena y jugosa... como una sandía.

Suc de síndria está considerado un corto que marca el futuro del cine español. ¿Por qué?Suc de síndria

Creo que por la sensibilidad y el punto de vista. Es una interpretación real y naturalista, que va con las emociones por delante. Es lo más especial que tiene el corto: se prioriza la emoción sobre lo racional.

Un elemento fundamental de tu corto es la valentía con la que actúa la actriz, Elena Martín, mostrando una absoluta desnudez física y emocional. ¿Cómo has trabajado con ella?

Era muy importante trabajar con Elena desde un lugar muy profundo. Había que hacerlo de forma orgánica. Aplicando terapias alternativas, trabajamos con ejercicios de meditación. En las escenas (sexuales) con Max (Grosse Majench), practicamos con técnicas de tantra, a la hora de tocarse y respirar, para que la energía fluyera entre ellos. A la hora de hacer las escenas más emocionales, trabajamos con visualizaciones. Había que llevarla a un espacio existente, donde estaba la emoción, la dejaba ahí y luego la traía de vuelta.

Tocas un tema de tanta actualidad como la denuncia de las agresiones, abusos y acosos sexuales que sufren las mujeres. ¿Por qué lo elegiste?

Es ofensivo y doloroso cómo se toca este tema en el cine y la prensa. Aunque no te haya pasado, hay una herida colectiva y cada vez que sale un caso de violación o feminicidio, te duele dentro. Es algo colectivo. Quería aportar un poco de luz y una narrativa distinta, que pudiera empoderar. Tengo amigas a las que les ha podido pasar, pero son fuertes y divertidas. Son mujeres que se enfadan y toman su espacio. 

Es interesante cómo muestras el miedo a los fondos marinos de Pol. ¿De qué manera dialoga su temor con el trauma de ella?

Al ser un corto, no tenía mucho tiempo para explorar los problemas de él. Su temor me servía como metáfora del miedo a la profundidad, a profundizar. Aunque parezca que ella tiene el trauma, ella se atreve a profundizar en él, pero él no lo hace. Gracias a que ella se arriesga, él se tiene que tirar al agua, para ver qué le pasa.

El lema de este año de los premios europeos es “El cine no tiene fronteras”. ¿Crees que a tu película le ocurre lo mismo, que no tiene fronteras?

Es una historia con una narrativa muy clásica. Quería que lo pudiera entender mi abuela y un niño de 15 años. El corto ha triunfado en lugares que jamás habría imaginado, como Japón o Taiwan. La a realidad es que la gente se ha emocionado y se ha abierto, porque es bonito verse reflejado.

¿Cómo estás viviendo que las espectadoras y los espectadores se acerquen a contarte sus propios traumas tras haber sufrido una agresión sexual?

Es doloroso y se necesita mucha gestión emocional. Es una labor emocional enorme, que he tenido que aplicar en el trabajo con los actores, la postproducción y las proyecciones, porque la gente se abre. Es un corto emocionalmente muy generoso. Elena, el equipo y yo hemos sido muy generosos. La gente se abre de vuelta y eso hay que recogerlo. Me da esperanza. Si se habla, quería que el corto fuera un abrazo, que llega y que te hace sentir acogido. No quería que fuera una hostia. 

¿Estás trabajando ya en tu próximo proyecto?

Estoy desarrollando un largometraje con Jan Mateu y estamos trabajando en un tratamiento para productoras. Estamos trabajando, en un sentido profundo, sobre la sanación femenina y el empoderamiento de las mujeres. Se acerca más va más a un realismo mágico. Y no, no es el largometraje de Suc de sandría

Al trabajar en tu siguiente proyecto, ¿has sentido esa brecha de género entre mujeres y hombres cineastas?

No lo he sentido, sino que son datos: solo el 12% de los directores son mujeres. Los hombres tienen el doble de presupuesto para su primera película. ¿Qué te voy a decir? Tengo la esperanza de que me quieran producir, pero la brecha de género está. Aunque la sensación de que ahora hay muchas mujeres, la realidad es que solo un 12% somos mujeres. Los números son importantes.

¿Te parece entonces necesario que, en el sistema de ayudas públicas a la producción, se otorguen más puntuaciones a películas dirigidas por mujeres?

Para el futuro, no me parece lo más ideal, pero, estando tan mal el patio, ahora mismo, sí. También creo que habría que dar más puntos a cineastas con menos recursos o a personas migrantes, porque el cine tiene que ser diverso y hay que favorecer la diversidad. Si no se da de manera natural, porque somos un país machista o racista, habrá que favorecer que esto deje de ocurrir.

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