Emmy Hennings, la precursora vanguardista de Lady Gaga
Rah rah ah-ah-ah! / Ro mah ro-mah-mah / Gaga ooh-la-la!. Una de las canciones más famosas de Stefani Germanotta, más conocida como Lady Gaga, arranca con tres versos inequívocamente dadaístas, un movimiento artístico con un siglo de antigüedad que orilló a una de sus fundadoras, la artista alemana Emmy Hennings. Un escritor cordobés, Fernando González Viñas, y una editorial sevillana, El Paseo, se han propuesto rescatarla de su olvido con la novela gráfica El Ángel Dadá. Venturas y Desventuras de Emmy Ball-Hennings, creadora del Cabaret Voltaire.
Según Fernando González Viñas, “Emmy se ha quedado un poco olvidada. La reivindico por ser una artista muy interesante y de la que en España no se ha traducido nada. En los convulsos años en los que se desarrollaron las vanguardias alemanas, había muchas mujeres. Allí sí se conoce mejor a estas artistas, se reivindican y se han publicado muchas de sus obras”.
Basándose en los numerosos escritos de Hennings y otras obras de la época, la novela gráfica dibujada por José Lazaro, el compañero artístico de González Viñas, reclama que Emmy Hennings fue tan fundadora del movimiento dadaísta como los famosos Hugo Ball (su pareja), Tristan Tzara o Marcel Janco.
El Ángel Dadá rescata en viñetas a una prolífica artista, que, entre otros méritos, tiene el de haber inventado el nombre de esta vanguardia. Como recoge la novela, dadá “era una palabra que yo decía a Ball a menudo, una especie de clave para decirle, como un niño pequeño, que quería salir de casa. Da en alemán significa allí. Es algo que ya expliqué en mi manuscrito Rebellen und Bekenner. Entonces, ¿por qué ningun historiador del arte se hace eco de ello. Quizá porque soy mujer. Quizá porque escriben de oídas”.
Porque el dadaísmo nació en un particular cabaret suizo de la mano de Emmy Hennings y Hugo Ball. Hennings cantaba, recitaba y escribía, pero se le atribuye a Ball la piedra angular del dadaísmo: el 5 de febrero de 1916, Ball recitó en el callejón de Zúrich (Suiza), donde se ubicaba el Cabaret Voltaire, Gadji beri bimba, un poema lleno de palabras sin sentido y que termina con unos versos, “gaga di bling blong / gaga blung”, que tanto recuerdan a los balbuceos iniciales de Bad Romance de Lady Gaga.
El dadaísmo surgió como una contracorriente al positivismo filosófico, el arte burgués y, sobre todo, los tambores de guerra que resonaban insidiosamente en una Europa presa de los movimientos belicistas y nacionalistas. Era un movimiento artístico antiarte, cuya definición era su indefinición: una respuesta desde lo absurdo a una realidad que se le antojaba absurda a sus artistas. Ante el caos, ellos proponían un cuestionamiento continuo de los límites del arte y la moralidad. ¿Cuál era la idea inicial del Cabaret Voltaire?, se pregunta la novela gráfica de González Viñas con la voz de Hennings como narradora. “Creo que concentrar toda nuestra vida en una sola noche. Queríamos ofrecer un cabaret que aunara música, literatura, arte...”.
Sobre el escenario del cabaret suizo Tristan Tzara recitó poesía “como si fuese un niño desvalido”, Hans Arp hizo representaciones con una falda de corte piramidal y rodeado de las marionetas de Sophie Taeuber, Hugo Ball daba rienda suelta a su misticismo, como obispo dadá, con el poema Karawane o Richard Hülsenbeck consiguió que la sala entrara en trance tocando su tambor, mientras recitaba sus Poemas de negro (Boum boum drabatja / Mo gere drabatja / Mo bonoooo ...) y el público danzaba en éxtasis con máscaras primitivas de Marcel Janco.
Sin embargo, la gran protagonista del cabaret era ella. Según una reseña del diario Zürcher Post citada en la novela, “la estrella del Cabaret es Emmy Hennings, estrella de muchas noches de cabarés y poemas. Años atrás, aparecía de pie junto a un susurrante telón amarillo de un cabaré berlinés, las manos en las caderas, exuberante como un arbusto en flor; hoy también presenta la misma apariencia atrevida e interpreta las mismas canciones con un cuerpo que desde entonces sólo ha sido ligeramente marchitado por el pesar”.
Hennings, “dueña de mi miseria”
Fueron, de hecho, muchos los pesares que tuvo que soportar el llamado Ángel Dadá a lo largo de su vida. Su padre murió a los 16 años años, perdió un hijo a los 19, abandonó a su siguiente hija, cantó, fue encarcelada, robó, se prostituyó y se codeó con los grandes artistas de las vanguardias europeas, mientras se declaraba, al menos en esta novela, “dueña de mi miseria”.
Para darle fuerza plástica a su vida, las viñetas de la novela gráfica son en blanco y negro. “Lo elegimos porque los personajes de la novela se mueven en la época del nacimiento del cine expresionista alemán. Esa referencia cinematográfica se plasma en unas viñetas rectangulares similares a la pantalla de cine. El negro alude al estilo expresionista y remarca las sombras y la dureza de la vida de Emmy, que se tuvo que dedicar a la prostitución durante muchos años. A la novela le pegaba mucho ese blanco y negro”, desentraña el autor de El Ángel Dadá.
Aunque Viñas ya conocía la figura y la obra de Hennings, al profundizar en el personaje, se quedó muy sorprendido con “toda la historia que Emmy tiene detrás. Me llamó la atención la dura vida que tuvo antes, durante y después del Cabaret Voltaire. También me sorprendió mucho que Emmy aparece como personaje de numerosas novelas y poemas de la época, porque ella no solo escribía y creaba, sino que se rodeó de personajes artísticos muy importantes.”.
Emmy Hemmings fue una autora muy prolífica. Su obra consta de al menos 20 novelas, libros de poesía, recopilaciones de cuentos y leyendas, así como poemas y relatos cortos publicados en revistas vanguardistas de la época. El propio Fernando, que también es traductor, se encuentra ya inmerso en la traducción del primer libro de Emmy Hennings en español, la novela Cárcel (Gefängnis), cuya primera edición se publicó en Berlín hace casi un siglo.
¿Hay una cierta similitud entre Lady Gaga y Emmy Hennings? “Hay una distancia abismal entre lo que ofrecen. Es cierto que el Cabaret Voltaire vivió de la voz de Emmy, mientras los demás hacían sus locuras, pero ella no tenía tan orquestada su imagen. Tanto a nivel creativo como vital, ya quisiera Lady Gaga parecerse a nuestra Lady Dadá. No creo que dentro de unas años la vida de Lady Gaga dé ni para una novela gráfica”, opina.
El biopic en viñetas goza de una salud de hierro desde que el Maus de Art Spiegelman, la novela gráfica autobiográfica sobre el Holocausto protagonizada por animales antropomórficos, se llevara un Pulitzer hace 25 años. Según González Viñas, la novela gráfica “está bebiendo de una doble vertiente: la biografía novelada y la autobiografía novelada. Aunque están surgiendo cosas más experimentales, hay una gran corriente de este tipo. Gracias a ello, nos estamos acercando a pintores y literatos como James Joyce, de los que podemos conocer los títulos de sus libros, pero no los hemos leído”.