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Raúl Solís: “No hay un debate por la 'ley trans' sino una lucha de poder por el control del movimiento feminista”

Javier Ramajo

30 de marzo de 2022 21:10 h

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Este jueves se celebra el Día Internacional de la Visibilidad Trans. Después de que en verano el Gobierno de España aprobara la denominada 'ley trans', que contempla la autodeterminación de género entre otras muchas cuestiones, los retrasos del Poder Judicial y del Consejo Fiscal están paralizando la tramitación del anteproyecto. Aunque a nadie se le escapa la durísima pugna mantenida entre PSOE y Unidas Podemos a cuenta de la futura norma, la batalla viene de atrás y ha tenido su último botón en las dobles convocatorias para el último 8M. Raúl Solís (Mérida, 1982) ha escrito un libro que no es de feminismo ni de transexualidad sino de derechos humanos, alega. El periodista ya noveló en 'La doble transición' las biografías de ocho mujeres que, pese a tener muchos elementos en contra, como la propia ley, fueron ejemplo de superación personal y colectiva. Ahora, con 'La batalla trans' (Edicions Bellaterra) se adentra en el porqué de las diferencias dentro del feminismo patrio.

¿Qué ha originado esa lucha de partidos en torno al anteproyecto de la 'ley trans' que, en primera instancia, aprobó el Consejo de Ministros en verano?

Realmente no hay una lucha de partidos por la 'ley trans' sino una lucha por parte de un sector del viejo feminismo vinculado al PSOE. El PSOE oficialmente se ha declarado a favor de la 'ley trans', por lo tanto no es justo decir que el PSOE está en contra de la ley sino que es un sector del feminismo y feministas vinculadas al PSOE. La postura que determina la posición de los partidos es la que se apoya en sus congresos de los partidos y el PSOE, en su último congreso, apoyó la autodeterminación del género a pesar de que las feministas antitrans vinculadas al PSOE hicieron todo lo posible para que eso no fuera así.

¿Cómo surge la idea de hacer este recorrido por esa “batalla trans”?

El libro nace a partir de la XVI Escuela Feminista Rosario Acuña de julio de 2019, la escuela de pensamiento más importante del feminismo institucional vinculada al PSOE que hay en España y que se celebra cada año desde 2003 en Gijón, dirigida por Amelia Valcárcel, la gran ideóloga de la reacción antitrans dentro del feminismo institucional español. Yo vi aquellos debates con gran interés y escuché que ella decía que íbamos a tener que utilizar un fresador de pollos para saber si al nacer un niño es un niño o una niña, tratando en masculino a las mujeres trans, etc. Seleccioné unos siete minutos y me di cuenta de que había una reacción antitrans muy importante dentro del Partido Socialista. En otros países, esa reacción ha venido siempre de partidos conservadores o, en algún caso, de partidos muy marginales vinculados a la izquierda. Pero en el partido que históricamente ha estado vinculado a la defensa de los derechos LGTBI, con mujeres que eran las que habían estado tomando el liderazgo en las posiciones feministas dentro del partido tuvieran una reacción anti trans, a mí me pareció muy preocupante y entonces empecé a dar la batalla de las ideas.

También sitúa el origen de este conflicto en el 8M de 2018, día de la primera huelga feminista convocada en España. ¿Qué pasó en aquella fecha?

El 8M de 2018, dentro del viejo feminismo, ocurrió lo mismo que le pasó a la vieja izquierda con el nacimiento del 15M. Aquel 8M fue un día histórico porque las calles se llenaron de hombres y de mujeres y el feminismo saltó de los partidos políticos y de las instituciones para hacerse popular. Fue entonces cuando sectores profesionalizados del feminismo muy vinculados al Partido Socialista, que han sido las que han estado liderando el feminismo en los institutos, en las cátedras, en las concejalías, en las unidades de igualdad, al fin y al cabo liderando las políticas de igualdad de los últimos 30 años, sienten que han venido a robarles algo que era suyo. Y ahí surge una lucha por el poder dentro del movimiento feminista que tiene su primera parada en aquella Escuela de Feminista Rosario Acuña de 2019, con una división del movimiento feminista que ya se vio, por ejemplo, en el Orgullo LGTBI en Sevilla del año anterior. El viejo feminismo ya no coincide con el feminismo que convoca a las marchas del 8M de 2018. Y el año pasado, el autollamado Movimiento Feminista de Madrid, que básicamente está compuesto por el sector antitrans, se pelea físicamente con la pancarta de las convocantes que es la organización mayoritaria de la Comisión 8M en base a que ellas dicen que son abolicionistas y el resto no.

Hay un viejo feminismo que no ha sido capaz de digerir que ha habido una corriente de feministas más jóvenes que traen otras posturas, que ya no solamente están interesadas en la paridad

Dice que la reacción a aquel 8M fue similar a la que hubo con el nacimiento del 15M. Explique un poco eso dentro del feminismo.

Lo que ha ocurrido dentro del feminismo para llegar a esta división es que hay un viejo feminismo que no ha sido capaz de digerir que ha habido una corriente de feministas más jóvenes que traen otras posturas, que ya no solamente están interesadas en la paridad, que también, sino que sobre todo están interesadas en cambiar de raíz las desigualdades que tiene la mujer. Es decir, no quieren un bizcocho partido a la mitad sino un bizcocho nuevo. La división viene de ahí, de la incapacidad de este viejo feminismo por entender el cambio que surgió el 8M de 2018. Su comportamiento, como decía, viene a ser un poco el mismo que el de la vieja izquierda con el nacimiento del 15M y que después fructificó en un partido político como Podemos. Todos nos acordamos cuando decían que dónde van a venir esos niñatos a decirnos a nosotros lo que tenemos que hacer. Es como la feminista del pueblo, que reunía cada 8M a ocho o diez personas, todas se conocían y estaban encantadas de ser las feministas del pueblo, y de pronto se sienten desplazadas porque en vez de ocho son 80 y no saben de dónde han salido las demás. Es una lucha de poder por el control del movimiento feminista. De hecho, la tesis del libro es que no hay un debate sobre la 'ley trans' sino un debate sobre el control del movimiento feminista basado en una reacción a la identidad y una reacción esencialista. Todos los movimientos, cuando se convierten en esencialistas, es porque no están defendiendo el cambio social sino los intereses propios del movimiento.

¿Por qué cree que este tipo de divisiones se manifiestan normalmente en la izquierda?

Yo no diría que hay una división ni en la izquierda ni en el movimiento feminista. Si entendemos que el feminismo es un movimiento social o una ideología que no puede aceptar ningún tipo de desigualdad, podríamos afirmar que el feminismo antitrans es un movimiento reaccionario pero no es un movimiento feminista. En el momento en el que este movimiento tiene comportamientos, argumentos y, además, una alianza clara con la ultraderecha, no podemos, no podemos otorgarles que sean feministas. Ningún movimiento emancipatorio tolera ningún tipo de desigualdad. Esto es como si el movimiento obrero mañana empezara a decir que los negros no son trabajadores. Aquí pasa lo mismo.

El feminismo se tiene que hacer cargo de por qué el 93% de los presos que hay en España son hombres

¿Qué cree que lleva a ese feminismo histórico a rechazar nuevos postulados?

La división en el seno del feminismo se da porque hay sectores del viejo feminismo que prefieren defender el chiringuito propio a defender un movimiento emancipatorio que aglutina todas las desigualdades, no solamente a las personas trans, también a los hombres. El feminismo tiene que también ser atractivo para que los hombres también se sientan llamados al movimiento feminista. No se trata de construir un país de mujeres feministas sino un país feminista, y para eso necesitamos también a hombres feministas. El feminismo se tiene que hacer cargo de por qué el 93% de los presos que hay en España son hombres. ¿Cuál es el tipo de masculinidad que respiramos los hombres que nos lleva a que seamos más violentos, a que tengamos mayores niveles de homicidios, a que contaminemos más, a que tengamos más accidentes de tráfico, a que no tengamos percepción del riesgo? Si queremos construir una sociedad igualitaria, también nos tenemos que encargar de cambiar las masculinidades, y eso se hace con un feminismo transversal, abierto y no esencialista que esté más preocupado del predicado del feminismo que del sujeto.

¿Qué destacaría de la futura 'ley trans'?

El tema de la autodeterminación del género, que básicamente significa que las personas trans van a dejar de ser consideradas enfermas mentales, que van a dejar de estar tuteladas por el Estado, por un médico, por un juez o por la psiquiatría. Las personas trans van a conseguir lo que consiguieron las mujeres no transexuales cuando pudieron empezar a ser autónomas. Ahora mismo, las personas trans para ser autónomas tienen que renunciar a su propia identidad. Aunque ya hay sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional que, sin necesidad de haber tenido un proceso de medicalización durante dos años como hasta ahora obliga la ley, ya se tienen identidad acorde a lo que son, el problema es que para ello hay que hacer un pleito judicial que cuesta dinero y que no todo el mundo tiene. Otra de las hipótesis con las que trabaja el libro es que la 'ley trans' ya existe.

Las siete plagas que barrunta el feminismo antitrans se contraponen con que en España ya convivimos con 14 leyes trans y no ha pasado nada

¿Qué quiere decir que ya existe?

En Andalucía, por ejemplo, desde 2014, y no ha habido ningún problema, ni en las universidades ninguna mujer trans se ha metido en los baños de mujeres a violar a mujeres como afirma el feminismo antitrans. Ni en las cárceles, donde existe una circular desde 2006 por la que las mujeres trans ya ingresan en los módulos de mujeres y no ha pasado nada, ni han violado a ninguna mujer en los módulos. Las únicas que han dejado de ser violadas han sido las mujeres trans que eran violadas en los módulos de hombres. Las siete plagas que barrunta el feminismo antitrans se contrapone a que en España ya convivimos con 14 leyes trans y no ha pasado nada. Solamente hay infancias más felices, menos tasa de suicidios, chavales que rinden mucho mejor en sus colegios, y no pasa absolutamente nada. Al revés, lo único que han aportado esas leyes es mayor felicidad para un sector de la población que hasta entonces estaba viviendo en la oscuridad del mundo.

¿Cómo considera que pueda acabar la cuestión cuando avance la tramitación de la ley? ¿Qué consecuencias tendrá en el Gobierno de coalición?

Creo que dentro del Partido Socialista tienen un debate muy grande todavía y que no tienen resuelto porque que hay sectores vinculados al feminismo asociados al PSOE que están dispuestos a todo porque están en posiciones muy beligerantes. El PSOE en este periodo ha sufrido mucho porque básicamente ha tirado al suelo la bandera LGTBI y la bandera feminista durante muchísimo tiempo. De hecho, las reacciones que hubo en contra del Partido Socialista en el Orgullo de Madrid del año pasado fueron tremendas. Nunca pude imaginar haber visto eso. El Partido Socialista era el dueño moral del Orgullo desde siempre y el año pasado no les dejaron avanzar. Creo que el Partido Socialista ha cometido un error muy grande como dejar a Carmen Calvo durante dos años lanzando mensajes en los que decía que los derechos de las personas trans ponían en cuestión la seguridad jurídica de 47 millones de españoles. Si hubiera dicho lo mismo de los negros, de los gitanos o de cualquier otro colectivo que estuviera peleando por sus derechos no hubiera durado ni diez minutos como vicepresidenta primera del Gobierno. Sin embargo, ha durado dos años y ahora es presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados donde se tiene que debatir y tramitar la 'ley trans'. Nadie asegura que Carmen Calvo no pueda retrasar la tramitación de la ley y que finalmente no se pueda aprobar porque acabe la legislatura.

¿Piensa entonces que el problema lo tiene el PSOE?

El Partido Socialista tiene un problema y tiene que reaccionar. Si está posicionado a favor de la 'ley trans' como así parece tiene que dar un gran paso a favor y se tendrá que enfrentar dentro de su propio partido a los sectores reaccionarios que están vinculados al feminismo antitrans y que militan en el PSOE. Las tres grandes ideólogas del feminismo antitrans, que son Alicia Miyares, Amelia Valcárcel y Ángeles Álvarez, son militantes del PSOE y han tenido posiciones de poder: Millares ha sido asesora de María Teresa Fernández de la Vega, Valcárcel fue consejera de Cultura y está en el Consejo de Estado, y Álvarez ha sido diputada hasta 2018. Es innegable que una reacción antitrans nace dentro de las filas del Partido Socialista. Es verdad que lo ha resuelto, pero ahora tienen ellos que gestionar lo que hay dentro. Estas señoras han creado un partido político, Feministas al Congreso (FAC), que podrían ser perfectamente “Feministas anti trans al Congreso”.

El colectivo trans aglutina aproximadamente al 0,1% de la población, unas 50.000 personas en España, y la mitad en exclusión social según algunos estudios. Es un colectivo muy minoritario y muy fácil de estigmatizar

¿Y qué futuro le augura a ese partido?

No se sabe. Ahora mismo es un partido marginal que no tiene ninguna visibilidad pero no sabemos. De todas formas, este movimiento es muy minoritario y eso hemos visto en las manifestaciones. En Madrid había 100.000 personas en la marcha feminista y en la reacción antitrans había 5.000 o 6.000. Tienen muchísima fuerza y muchísimo impacto en las redes sociales, y en los medios de comunicación también porque estas feministas antitrans están muy bien posicionadas porque han estado en los espacios de poder de los últimos 40 años. Al otro lado están las personas trans, que están muy invisibilizadas, que son muy pocas y que además vienen de una situación de mucha desventaja a nivel social. Yo siempre pregunto a cuántas camareras conoces que sean trans, a cuántas cajeras de supermercado, a cuántas catedrática, a cuántas dependientas, a cuántas periodistas que no hagan farándula. No conocemos a casi nadie. Es un colectivo muy pequeño que aglutina aproximadamente al 0,1% de la población, unas 50.000 personas en España, y la mitad en exclusión social según algunos estudios. Es un colectivo muy minoritario y muy fácil de estigmatizar.

¿Quiere decir que al final la polémica y la posibilidad de que no salga adelante la 'ley trans' lo paga otra vez un sector minoritario?

Yo estoy convencido de que si esta ley en lugar de haberla hecho el Ministerio de Igualdad de Irene Montero en un gobierno de coalición la hubiera hecho un gobierno de partido único del Partido Socialista no hubiera habido ningún tipo de polémica. De hecho, muchas de estas feministas antitrans han sido las que han aprobado hasta 14 leyes en los parlamentos autonómicos. La ley andaluza salió adelante porque estaba el Partido Socialista e Izquierda Unida, y el PSOE la apoyó muchísimo. En Cantabria, por ejemplo, Unidas Podemos no tiene representación en el Parlamento y ha salido adelante su 'ley trans' con autodeterminación del género. Así podría decir en todos los parlamentos autonómicos. La pregunta es por qué cuando la ley trans se aprueba en los parlamentos autonómicos donde se contempla la autodeterminación de género no se borra las mujeres y por qué cuando la 'ley trans' la aprueba el Ministerio de Igualdad en el que está Unidas Podemos se monta esta polémica.

¿Estamos defendiendo el feminismo, los intereses de partido, los intereses propios de un sector viejo del feminismo que se ha visto arrumbado de las políticas de igualdad por primera vez en 40 años? Es más, antes de que se firmara el acuerdo de coalición, un montón feministas como Laura Freixas, Ángeles Álvarez, Alicia Villares, Amelia Valcárcel, Rosa Magda, Rosa Peris y muchas otras vinculadas al PSOE escribieron manifiestos a Pedro Sánchez para que no cediera el Ministerio de Igualdad. Es más, en las negociaciones del acuerdo de coalición de agosto de 2019, cuando fracasó aquel primer intento, Carmen Calvo no ofreció a Unidas Podemos el Ministerio de Igualdad, y eso lo cuenta José Luis Monrosi en un libro sobre cómo fueron las negociaciones internas del pacto de coalición. Es decir, el Ministerio de Igualdad para el viejo feminismo vinculado al PSOE ha sido muy importante porque ahí es donde gestionaban el poder institucional y el movimiento social. Eso se les ha roto y ahí hay una pugna política muy grande por eso.

¿Soluciones a estra cuestión o el 8M del año que viene también prevé que haya manifestaciones separadas?

No creo que sea tan importante que sea juntos o separados sino que las causas unan. No se trata de que haya un feminismo separado sino de que que hay un sector del viejo feminismo que se ha posicionado en contra de los derechos humanos de un colectivo de la población. No es que haya división, es que hay un sector del viejo feminismo que está en posiciones ultraderechistas y que tendrá que decidir qué quiere ser de mayor, porque a la vista está de la realidad de que no llevan razón. Una encuesta publicada por Metroscopia decía que el 75% de la población estaba a favor de la 'ley trans, y el sector que más a favor es precisamente el de las mujeres. Estamos hablando de un movimiento que está muy hormonado en las redes sociales pero que, en la calle, la gente lo tiene más que asumido.

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