Cuando las revoluciones pacíficas que por contagio fueron cruzando fronteras en Oriente Medio allá por esa gloriosa primavera de 2011, ni los más avezados analistas políticos, ni los observadores internacionales, ni tan siquiera los primeros reporteros que aterrizaron sobre el terreno, pudieron adelantarse a la magnitud de una barbarie -a un “nivel de monstruosidad”- que ya hoy “es imparable”.
Así parece ser. No queda hueco para la esperanza en este amasijo de desinterés occidental, represión del Estado y oportunismo político del ISIS que se acumula en Siria, tras escuchar el relato de Mónica G.Prieto y Javier Espinosa en Sevilla. Acudieron a ese símbolo de otros tiempos -a ese bien entendido icono de Memoria Histórica- que es la Fundación Tres Culturas para presentar 'Siria, el país de las almas rotas', un libro tan desesperanzador como necesario, que intenta explicar lo inexplicable: cómo una revolución pacífica -“en las primeras manifestaciones jamás se vio un arma”- ha llevado al país a un conflicto civil irresoluble, donde “ahora ya todo es irracional, y después de tantas muertes y de tanto odio, después de tanta represión, ya no se combate por ideas, sólo por venganzas personales. Y eso ya es imparable”.
Así lo relata Mónica G. Prieto, coautora del libro junto con Javier Espinosa, estandartes ambos del reporterismo de guerra español, tan curtidos en conflictos armados como para, paradójicamente, no haber perdido un ápice de humanidad en sus relatos. En este libro, confiesa Prieto, “reivindicamos el periodismo. Somos reporteros, y creemos que el periodismo fomenta la empatía con el drama”.
El drama en cuestión lo resume Mónica con una sencillez espeluznante: el de una sociedad civil “que se siente secuestrada por la violencia de todos los bandos, y que ha sido humillada por la Comunidad Internacional, que sólo se mueve por intereses económicos. Los han echado de su país y ahora Europa los arroja a encontrar la muerte en el mar”.
Contra occidente
Y es que, en un discurso nada complaciente, Prieto y Espinosa también cargan las tintas en el libro contra la sociedad occidental. “En Siria no hay petróleo, no hay gas. Por tanto, no hay por qué intervenir, no es motivo de interés. Y ahora, al cerrarles las fronteras, comprobamos el doble rasero con el que funciona Occidente, que sólo aplica los Derechos Humanos con los suyos”, aseguró en Sevilla Mónica Prieto.
Por lo demás, 'Siria, el país de las almas rotas' es un relato que pone muchas veces cara y casi siempre voz a historias silenciadas o, lo que es peor, ignoradas. Todas protagonizadas por algunos de los 282.000 personas que han muerto desde que el conflicto comenzara en Siria el 15 de marzo de 2011, según un recuento difundido por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Aparte de este número de fallecidos, esta organización cifra en más de 11 millones los desplazados internos y refugiados en otros países. Y todo en medio de una confluencia diabólica: “la represión de Bachar Al-Asad enfrentada al oportunismo político del ISIS... Cuando todo empezó, en Siria no había terroristas, los han buscado y los han creado artificialmente entre los opositores al régimen”, asegura Espinosa.
No obstante, lo verdaderamente revelador de este relato es que no está escrito desde el olor de las moquetas de ninguna oficina, ni se ha fabricado con la distancia de los análisis políticos de convenciones ni asambleas. Este relato estremecedor ha sido contado desde el terreno hoy yermo de Siria, con historias personales atroces: como las del “cantante de la revolución” que apareció muerto a la orilla de un río con las cuerdas vocales arrancadas; la joven poeta de 17 años a la que le arrancaron las uñas antes de morir y otras tantas barbaridades que nuestra extremada sensibilidad occidental aparta de su bello horizonte.