El iceberg que viajaba a Málaga como símbolo del cambio climático y se deshizo en el camino

Néstor Cenizo

Málaga —

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El iceberg de Groenlandia que iba a ser expuesto en Málaga se ha quedado en algún punto del camino y ya no existe. Al menos, en estado sólido. Se ha evaporado, y será agua en estado gaseoso, líquido a lo sumo, igual que las 235 gigatoneladas (o 235.000 millones de toneladas) que, de media, pierde cada año Groenlandia. En este caso, estaba previsto que el trozo de hielo recorriera cerca de 4.000 kilómetros para llegar a la capital de la Costa del Sol y evaporarse a la vista de todos en Calle Larios. La acción, registrada en un documental, formaba parte de una expedición financiada por la Diputación Provincial y coordinada por el aventurero Manuel Calvo. Había sido muy criticada por grupos ecologistas, que denunciaron su impacto ecológico, y que pretendiera concienciar contra el cambio climático contribuyendo al mismo.

“Hubo un accidente, y el hielo que tenía que llegar no va a llegar”, ha reconocido este viernes Manuel Calvo, que mantuvo hasta hace una semana la esperanza de que el iceberg, que pesaba 15.000 kilos cuando salió de Groenlandia, arribara a Málaga. Asegura que el 9 de agosto la naviera le informó de que el contenedor refrigerado (a -22ºC) se había golpeado durante un traslado, las puertas se habían abierto y el iceberg había “salido disparado”. Se rompió en cuatro trozos, pero aun así siguieron adelante. Para entonces, el proyecto había aparecido en decenas de medios de comunicación. También este medio se hizo eco. Tras semanas de retraso, el pasado jueves desde la naviera le dijeron que llegaría el lunes. Un día después, le dijeron que no, y le enviaron una foto, “en la que el trozo más grande es una sandía”.

Calvo ha mostrado a este diario dos fotos de sendos contenedores. En una se ve una mole de hielo, y en otra, decenas de pedazos de tamaño reducido. No ha querido aclarar en qué puerto se descubrió que se había fragmentado, ni dónde está ahora el contenedor, ni cuál es la naviera que ha realizado el supuesto transporte fallido. Explica que el documental mostrará el viaje con su final, las fotos, y se darán detalles. Tampoco ha cuantificado la huella de carbono del traslado, aunque asegura que lo hará, y que está prevista la plantación de árboles para compensarla.

La expedición se desarrolló del 17 de julio al 3 de agosto, y en ella participaron cinco adolescentes que han superado el cáncer. El traslado del iceberg era la pata más visible de un proyecto que incluye a partir de ahora varias actividades divulgativas entre los jóvenes. Diputación de Málaga subvencionó el proyecto con 80.000 euros. Calvo asegura que ni él ni los diez miembros de la expedición cobraron, y que los 5.000 euros que costaría el transporte refrigerado de 15.000 kilos desde Groenlandia a Málaga iban a ser abonados a la llegada, de modo que no hay nada que reclamar. El coste reputacional lo asume él, dice. Este viernes ha pasado el mal trago de anunciar el fracaso.

“No lo arrancamos”

En un principio se había anunciado la llegada del iceberg a Málaga para finales de agosto o principios de septiembre. En las últimas semanas, este medio ha preguntado en varias ocasiones qué había pasado, sin respuesta. Calvo dice ahora que los retrasos se debían a “problemas burocráticos”, aunque resalta que siempre contó con el permiso de Groenlandia y de la aduana española para trasladar el iceberg con fines divulgativos.

Desde que se conoció a primeros de agosto, el pretendido traslado obtuvo una amplia difusión en medios de comunicación locales y nacionales, y generó críticas de ciudadanos, científicos y grupos ecologistas, que denunciaban que trataba de concienciar sobre el cambio climático con una acción ambientalmente muy costosa y un fin cuestionable: exponer cómo se derrite un gran bloque de hielo ante miles de turistas que se pasean por la cálida Málaga de finales de agosto.

“Esto ha tenido un final acorde con lo que siempre fue: algo berlanguiano”, comenta Librada Moreno, portavoz de Ecologistas en Acción, una de las entidades más críticas con la acción. “Es esperpéntico concienciar sobre el cambio climático contribuyendo al cambio climático. Es como concienciar del maltrato animal llevando a la gente a una corrida de toros”, señala, antes de apuntar a la acción en sí y su alto coste: “Ya sabemos cómo se derrite un hielo, basta coger uno del congelador y ponerlo al sol”.

Calvo se ha esforzado esta mañana por defenderse de las críticas, en una rueda de prensa en la Diputación de Málaga a la que no ha acudido su presidente, como estaba previsto. “Cogimos un trozo de iceberg, no lo arrancamos. En el Ártico hay millones de trozos flotando y nosotros cogimos una muestra minúscula”, ha dicho. “Traer un trozo de hielo es un espectáculo, pero nosotros no queríamos eso”.

“El fin justifica los medios”

Subraya que el traslado apareció en 180 medios de comunicación, contribuyendo así a una toma de conciencia sobre el cambio climático, aunque en muchos se resaltasen las críticas a la propia acción. En muchas noticias la información era confusa: algunas decían que el iceberg ya estaba en Málaga, otras fijaban fecha de llegada y las más prudentes relataban que el hielo estaba en camino. Y en todas se resaltaba el objetivo de Desafío Ártico, el nombre de la expedición, en la que también participan Fundación Dingonatura y Maratondog: concienciar contra el cambio climático. “Objetivo cumplido no, lo siguiente”, se felicita Calvo.

“Me han atacado desde todos los lados, pero España es diferente”, dice, subrayando que se han realizado acciones similares en otras ciudades sin generar tanto escándalo. En efecto, el artista islandés Olafur Eliasson y el geólogo Minik Rosing han desarrollado en la última década su proyecto Icewatch, consistente en disponer en forma de reloj varios bloques de hielo (el más grande de ellos de unos 10.000 kilogramos) en Copenhague (2014), París (2015), ante la Tate Modern en Londres (2018) o Glasgow (2021), coincidiendo en varios casos con las cumbres del Clima.

Manuel Calvo es un apasionado de los polos. De su cuello colgaba este viernes una figurita de un oso polar. Cuenta que su única pretensión era que la gente tomara conciencia del deshielo que él observa en sus recurrentes viajes al lugar, cuando comprueba que donde antes había un glaciar, hoy hay tierra o, a lo sumo, un riachuelo. “Parte del mundo no cree en el deshielo de los glaciares”, lamenta.

De la aventura se evaporó el iceberg, pero quedará un documental, que se estrenará próximamente en un instituto de Torrox, y una exposición fotográfica. “El fin justifica los medios”, dice el explorador, que había viajado siete veces al polo, y a la octava trató de traer un gigante de hielo. “Era la primera vez. Yo nunca había traído un iceberg”. 

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