“Mira: el jardinero de aquella casa de allí y yo. Somos los únicos que no votamos a la derecha”. Guillermo tiene 73 años, quiere dar un paseo antes de votar y prefiere no dar su apellido, quizá porque se siente una rara avis en este barrio bien de Málaga, en el que la derecha no es que gane, es que arrasa. Lo ha hecho siempre. Es verdad: el hombre exagera, lo admite. Pero poco: “Y si no los únicos, habrá dos más”.
Si hay una zona en Málaga que evoca irremediablemente a la alta burguesía y, por qué no decirlo, al pijerío, es El Limonar. A dos pasos del centro y uno de la playa, el barrio lo integran sobre todo chalets, sólo aquí llamados villas (Villa Fernanda, por ejemplo). Muchos fueron concebidos en el primer tercio del siglo XX como residencia veraniega de la alta burguesía (Félix Sáenz o el doctor Gálvez Ginachero), y algunos transformados con el paso de los años en hotelitos con encanto, hoy llamados boutique. Es esta una donde a pesar de las cuestas se pasea con gusto, gracias a los plátanos de sombra y la brisa marina. Donde ni siquiera cuesta aparcar porque, en lugar de la zona azul que solivianta a otros barrios, aquí los huecos abundan y son gratis.
“Aquí tenemos de todo”, dice Guillermo: “un centro de salud, el centro cultural…”. Y a pesar de eso, están “descontentos”. El hombre se teme lo peor: que esta vez el voto de sus vecinos vire todavía más a la derecha “por la ignorancia”, y contribuya también a un escenario que califica como “horroroso”, un Gobierno del PP integrado también por Vox.
Justo después de él, Antonio Fernández corrobora esa impresión. Se dispone a votar a Vox porque es el único, dice, que puede “meter en vereda a esta gente”. ¿A quién? “A socialistas y comunistas”. Dice Fernández, de 77 años, que él ha sido votante socialista pero que a él ya nadie se la juega. También que hace tiempo que echa en falta que alguien (“los barones”) le diga a Pedro Sánchez (“ese granuja”) que “ya está bien de engañar a todos”. Si no lo hacen, alguien tendrá que arreglar las cosas, y Vox es “el único que tiene cojones”.
“Tendrán que ceder los dos por el bien de España”
Si nos quedáramos aquí, serían tablas. Pero a medida que uno pregunta a más vecinos de El Limonar acaba por comprobar que es el PP quien se impone. También, que a muchos de sus votantes no les gusta demasiado ese primo gruñón que les reclama voz y voto en la herencia de la abuela, pero que qué le vamos a hacer. Es familia.
“Lo ideal es que fuera solo el PP, pero si no hay más remedio… Tendrán que ceder un poco los dos. Por el bien de los dos… Y de España”, dice José María Moreno (82 años), que advierte de que no hay que dejarse llevar por las apariencias, pues en el barrio “hay gente que ha votado a ETA”.
Miguel Ángel Ruiz sabe del barrio, porque aquí vive, y también de elecciones, porque esta legislatura ha sido diputado del Partido Popular. Las encuestas dan al PP entre siete y ocho diputados por la provincia, un resultado espléndido para ellos (lograron cuatro en 2018), pero lejos del puesto 11 que él ocupa, por lo que ya ha solicitado volver a su plaza de maestro. “Ilusionados en consolidar el cambio”. ¿Con mayoría absoluta o pactando? “Ilusionados en consolidar el cambio”, repite, con una sonrisa. Si el cambio supone ahora meter a Vox en el Gobierno, mejor no pensarlo ahora. Salvo apoteosis popular, él está de salida, pero tan sobrados van los populares, que ni siquiera eso lo descarta del todo: “Yo termino hoy. En principio”.
Luis (30 años) tiene claro el escenario: que gane el PP, con más escaños que la izquierda y que necesite pactar con Vox. No le gusta, pero es “entendible”. “Vox es antiinmigración, muy de España y nada de Andalucía. Por ejemplo, no tiene un programa dirigido a los andaluces”, lamenta. A Carolina Durante se le quedó vieja la canción demasiado pronto: Luis explica que sus amigos votarán mayoritariamente al PP, que ya no votan a Ciudadanos y que sí, también los hay de Vox, sobre todo entre “los de Madrid”. “Sus opiniones son sorprendentes porque hace dos años no existían”. Vox ha seducido a parte de su electorado introduciendo en el debate un ideario ultra que parecía superado.
Sin noticias de Ciudadanos
Sentada en un banco en el recibidor del colegio, Mónica Alejo dice que el votante de Ciudadanos es silencioso y que por eso con ellos los sondeos siempre se equivocan. Que los votantes liberales, haberlos haylos. Es apoderada de Ciudadanos y ha sido, hasta ahora, delegada territorial de Regeneración, Justicia y Administración Local. Pero lo cierto es que de Ciudadanos, que hace cuatro años rebasó aquí el 27% de los votos, pocos se acuerdan en este recorrido electoral. “¡Qué pepera eres!”, le dice un hombre a su pareja, mientras esgrime que lo mejor es que se repita la “fórmula” de los últimos cuatro años pero lamenta el “batacazo” que todos ven venir.
Eso alimenta la posibilidad de que crezca toda la derecha, pero sobre todo, por lo que dicen, el PP. Miguel y Rosa, votantes del PP como casi todos, dicen que en su entorno apenas han notado la supuesta mejora de Vox, pero Pedro Almonacid, el apoderado del partido ultra en el colegio El Limonar, cree que mejorarán el resultado de 2018. Se basa en que ya ha repuesto papeletas en tres ocasiones. También se ha quejado al presidente de mesa: las papeletas de su partido estaban tapadas, una vez, y torcidas, en otra ocasión. Luego le dice a una votante que no haga caso al Whatsapp, y no busque el nombre de Macarena Olona en la papeleta. Que eso es solo en Granada, aunque la candidata no haya vivido nunca ni allí, ni aquí.
“Yo nunca he tenido el voto claro, pero ahora sí. Y me da pena por Ciudadanos, pero se trata de voto útil. No quiero que se extreme más, y Juanma tiene un discurso centrado y muy malagueño, que por fin se ha reorientado la brújula”, dice Fidel Alda. Dice que en su entorno, algunos que votaron a Vox en las generales lo harán ahora por el candidato Moreno. Y en su familia, los cuatro votos van para el PP. “Por ideales”, dice Carlos (18 años), que vota por primera vez, cuya muñeca derecha la tapan las pulseras cofrades. Hasta sevillanas las tiene. “Yo me he leído los tres programas que me interesaban: PP, PSOE y Vox, por curiosidad, a ver qué tiene de tan extremo. Y hay cosas que compartía, pero no todas”, dice Alicia, hermana melliza.
A votar tras la misa en el barrio más rico de Málaga
Aquí el problema no es que los andaluces se vayan a la playa y pasen de las urnas, como ha alertado Moreno, sino encajar el voto entre el paseo de la mañana, la misa y el bañito antes del aperitivo. Por eso, abundan hoy los sombreros de paja y en el Colegio El Limonar (privado) hay dos picos de voto: después de la misa de 11 (en torno a las 12:15) y después de la misa de 12 (13:15).
Dice la Malagapedia que “limoneti” es aquella persona cuya vestimenta es cara y su peinado es de los años 60, y aclara que su armario “parece un zoológico, con abundancia de cocodrilos, caballitos, águilas…”. Este es, en efecto, el barrio más rico de Málaga: una renta media de 19.605 euros, que contrasta con una media de 11.252 en la ciudad, y más aún con los 7.683 del distrito Palma-Palmilla, uno de los más pobres de España. La mera mención de El Limonar sigue cristalizando como ninguna otra las diferencias entre la zona al este y oeste de la ciudad.
Esto ha tenido, y sigue teniendo, un reflejo en el voto. Primero, en una alta participación, del 72,95% en 2018 (por un 34,55% en Palma Palmilla). La brecha en la participación entre zonas ricas y pobres se está agrandando en los últimos años. También se nota en el resultado. De los 1.909 votos escrutados en el distrito aquel 2 de diciembre, el 37,22% fueron para el PP, el 27,72% para Ciudadanos y el 18,64% para Vox. El centro-izquierda superó a duras penas el 12%: el 6,07% el PSOE, el 5,97% Adelante Andalucía.
Por eso, Lucía Martínez (30 años) dice con una sonrisa que va a “llevar la contraria” a la mayoría de sus vecinos. Es terapeuta ocupacional en una residencia de mayores, y cree que su trabajo diario, su formación y el entorno en el que se mueve explican su voto a Por Andalucía. Otros dicen votar a la izquierda, pero rehúyen al periodista cuando se les pregunta su nombre. Y a la puerta del colegio electoral, el apoderado socialista Francisco Fernández explica que el partido aquí ni siquiera ha puesto interventores: “Todos sabemos dónde estamos. Hasta que no contemos los votos no sabremos el resultado, pero ¿en este colegio? Bueno, en este colegio está claro”.
“Nada. No va a ocurrir nada que no tengan previsto nuestros ilustres políticos, y las encuestas no valen para nada más que para ocupar el tiempo en la tela, quizá para orientar el voto”, dice Juan Pardo (73 años), que baja la cuesta con parsimonia y se declara partidario de que gane la idea de una “Andalucía para todos, no para unos pocos”. “Pero de los políticos no se puede uno fiar, y eso vale para todos”, cierra el hombre, mientras una mujer sube con sus amigas de vuelta del colegio: “Yo tengo claro que nunca, nunca, voy a votar a Vox, pero lo que no puede ser…”. Y aquí dejamos de escuchar.