Málaga: la victoria más pírrica del PSOE
El PSOE de Susana Díaz ha ganado las elecciones en Málaga con una victoria tan pírrica como su presunto triunfo en toda Andalucía: una victoria que es una derrota. En Málaga pierde dos escaños, empata a cuatro diputados con Ciudadanos y con PP y sufre una sangría de electores: casi una cuarta parte de su base electoral en 2015 abandonó este domingo la papeleta socialista.
La apuesta de Adelante Andalucía por colocar a Teresa Rodríguez como cabeza de cartel en Málaga ha salido rematadamente mal. La coalición no sólo no ha ganado escaños, sino que ha perdido uno y un tercio de los votantes que en 2015 eligieron a Izquierda Unida o a Podemos. Vox irrumpe con fuerza: 72.000 votos donde hace tres años sólo hubo 2.360. La victoria de la derecha sobre la izquierda es incontestable: diez escaños suman Ciudadanos, Vox y PP, por siete de Adelante Andalucía y PSOE.
Reflejo de los resultados autonómicos
Málaga, tradicional bastión de la derecha, es esta vez un buen reflejo de los resultados autonómicos. La victoria del PSOE es tan escasa, y su batacazo tan notable, que sólo puede interpretarse en clave de derrota. De poco sirve ganar si el bloque opositor que se postula por “el cambio” te dobla en diputados. Es ridículo cantar victoria si aunque sumes un puñado más de votos que el segundo, por el camino, has perdido una cuarta parte de tu electorado.
Esa es la tesitura del PSOE en Málaga. Empatado a cuatro diputados con el Ciudadanos y el PP, conserva la primera plaza con 152.000 votantes, frente los 202.000 malagueños que le dieron su apoyo en 2015. No ha ayudado un candidato como José Luis Ruiz Espejo, automáticamente asociado con el aparato socialista en su condición de delegado del gobierno andaluz. Apenas 10.000 votos han separado en esta ocasión al PSOE del PP, que ha estado tan cerca de ganar en la segunda provincia más habitada de Andalucía como lo estuvo en 2015.
Tanto el PSOE como el PP pierden 50.000 votos cada uno, y esto acorta las distancias con el tercero hasta la mínima expresión. Entre el PSOE (primero) y Ciudadanos (tercero), apenas 28.000 votos de diferencia, sobre un total de 639.555 emitidos (el 56,63% de participación, por el 61,08% en 2015). La situación es casi de empate técnico en escaños y en porcentaje. El PSOE se lleva el 24,2% de los votos en Málaga (en 2015 fue el 30,11% casi seis puntos porcentuales menos), el PP el 22,6% (por el 28,34% que logró en 2015) y Ciudadanos el 19,8% (en 2015 fue el 11,78%).
Analizado por municipios, el resultado también refleja este triple empate. Los tres partidos se alzan con victorias locales importantes, siempre por la mínima. El PSOE gana en Málaga capital, Marbella, Antequera y Ronda, pero el PP vence en Estepona, Fuengirola, Mijas, Vélez-Málaga, Nerja o Torremolinos. Ciudadanos irrumpe como primera fuerza en tres localidades de más de 35.000 habitantes, caracterizadas por tener una renta per cápita relativamente alta: Benalmádena, Alhaurín de la Torre y Rincón de la Victoria. Los municipios de interior se mantienen fieles al voto socialista.
El éxito de Ciudadanos y el fracaso de Adelante Andalucía
El PP situó en la provincia a su candidato a la presidencia, Juanma Moreno, y ha perdido un escaño y casi cincuenta mil votos, más de una cuarta parte de su electorado en 2015. Adelante Andalucía colocó a Rodríguez y ha perdido un escaño y más de 50.000 votos, un tercio de quienes votaron a Podemos e IU en 2015.
En cambio, el éxito de Ciudadanos en Málaga es el éxito de su apuesta por Javier Imbroda, a quien dio vuelo multiplicando sus apariciones en otras provincias y en los medios. La dirección de campaña se decía encantada con el exentrenador de baloncesto por su talante y su capacidad motivadora, y desde la cúpula se veían incluso con opciones de victoria. “Málaga es una provincia que se nos parece, e Imbroda encaja muy bien con nosotros”, decía un diputado nacional. Los resultados les han dado la razón: Ciudadanos suma 45.000 nuevos votantes en Málaga, sube ocho puntos porcentuales y dobla escaños: de dos a cuatro.
El reverso de la moneda es Adelante Andalucía. Su declarada intención de interferir en la “batalla de las derechas” presentando por Málaga a su candidata a la presidencia se ha saldado con un batacazo. No es sólo que haya perdido a un tercio de los electores que sumaban IU y Podemos, sino que de la refriega sale particularmente escaldada la propia Teresa Rodríguez. La decisión de colocarla como candidata por la provincia no ha sumado ni un solo voto.
Suya y de la dirección fue la decisión de presentarse por una provincia en la que nunca ha vivido. Ella misma declaró en una entrevista en eldiario.es Andalucía que no iba a ser “diputada por Málaga”, sino la “candidata a la presidencia”. Los resultados desmienten esa hipótesis, de modo que, además de opositora, ahora deberá representar los intereses de una provincia que no es la suya y que en gran medida le ha dado la espalda.
Vox irrumpe con un candidato para quien el franquismo no fue una dictadura
De poco sirvió el multitudinario acto de Torremolinos con el que Adelante Andalucía cerró su campaña. Allí, Rodríguez llamó a Málaga la Roja, pero resulta que Vox ha logrado dos escaños en la provincia. De 2.360 votos ha pasado a 72.455, un 11,51% de quienes fueron a votar. Se trata de un porcentaje de votos muy similar al de toda Andalucía (el 11%), y que muestra que su penetración es muy transversal. También ha calado su discurso en una provincia urbana, dinámica y relativamente próspera (dentro de Andalucía).
La campaña de Vox reservó un sábado para llenar la Plaza de la Marina, donde caben unas 2.000 personas, mientras Susana Díaz se metía en el aula magna de la facultad de Derecho rodeada por unos 500 simpatizantes. Santiago Abascal ha construido su campaña mostrándose en espacios abiertos, plazas en las que puede pararse el que simplemente pasa por allí. Así ocurrió en Málaga. Minutos después de empezar su mitin en la plaza de la Marina ya circulaban por whatsapp los vídeos de su intervención.
Poco ha importado que pocos conozcan a su número uno por la provincia, Eugenio Moltó, y menos a Ana Gil, que también será diputada. Moltó exmilitante del PP, sólo ha ganado algo de popularidad en la fase final de campaña: respondió, en una entrevista en Sur, que el franquismo no fue una dictadura.