A finales del mes de junio, el Ayuntamiento de Málaga ordenaba la expulsión de los activistas del centro social y cultural okupado en 2007 que ostenta el nombre de La Casa Invisible. Esta semana, apenas algo más de un mes después, el desalojo se paraliza, de momento. Al menos, como asegura en un comunicado el colectivo que gestiona el centro cultural, “ambas partes hemos acordado buscar una vía jurídica que nos permita su paralización”. Porque el centro social y cultural autogestionado de Málaga tiene una historia turbulenta con el alcalde, Francisco de la Torre, que ha pasado en varias ocasiones de contemplar su regulación a instar el desalojo en estos once años de historia común.
¿Qué ha pasado durante este mes? Que La Casa Invisible, situada en un edificio de la calle Nosquera de titularidad municipal, ha desplegado mucho músculo en las calles de la ciudad, y ha sumado apoyos importantes en el entorno cultural: el artista Nacho Vegas se dejó ver en la manifestación, así como la exconsejera de Educación Adelaida de la Calle, o Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofía, que reivindicó su valor como emblema cultural en un encuentro con Ferran Barenblit(director MACBA), Blanca Montalvo (profesora de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga), el artista malagueño Rogelio López Cuenca y Gerald Raunig, de la Zurich University of the Arts, en torno a un tema que afecta directamente al espacio: Reinventando las instituciones culturales contemporáneas.
Francisco de la Torre, un alcalde que si por algo se distingue es por pisar las calles de su ciudad y tomar el pulso a Málaga, se reunió el pasado 13 de agosto con miembros de La Casa Invisible para desatascar el conflicto; en concreto con miembros de la Fundación Comunes, creada en 2011 para la gestión del lugar. Según el comunicado del centro cultural, “el alcalde reconoce el interés público del proyecto y solicita la ampliación de la documentación y el reconocimiento de instituciones culturales y artistas que puedan certificar la relevancia que ha ido adquiriendo el Centro Social en estos 11 años de cultura libre y gestión ciudadana” y se retoma la vía “de diálogo para la cesión de este espacio municipal.
Por su parte, La Casa Invisible, se compromete, entre otras cosas “a asegurar y garantizar que el edificio se encuentra en condiciones de seguridad y estabilidad mediante todos los informes técnicos que sean necesarios”, una de las razones por las que se ordenó el desalojo de la misma hasta en dos ocasiones. Según publica el Diario Sur, el acalde no descarta la opción de participar en la financiación de la rehabilitación del edificio. También se ha comprometido a aportar la ampliación de documentación solicitada.
Aún así, aún no está “resuelto el archivo del expediente de desalojo” con lo que, según la Fundación, “seguimos el alerta naranja”.
El 13 de marzo de 2007 decenas de personas entraron en un antiguo edificio decimonónico y abandonado del centro de Málaga, que años antes había servido de sede a una sala de fiestas y que el Ayuntamiento había expropiado al precio final de 3,8 millones de euros. Aquella ocupación festiva derivó en poco tiempo en un “centro social y cultural de gestión ciudadana”, al que se llamó La Casa Invisible.
En once años de existencia, la Invisible ha sido una de las vanguardias de la oferta cultural de una ciudad entregada a una imagen de marca, la ciudad de los museos. La Invisible también ha sido germen y nicho de movimientos sociales que han planteado relaciones con el espacio público alternativas al modelo dominante, que en el Centro Histórico de Málaga pasa por un acelerado proceso de turistificación. El Centro se despuebla y se llena de apartamentos turísticos, bares y terrazas. Frente a esto, la Casa Invisible alberga las asambleas de la PAH o del Sindicato de Inquilinos e Inquilinas de Málaga, entre otros muchos grupos y asociaciones.
(Información de Néstor Cenizo)