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Maruja Torres y la desnudez: “Quise no parecer una perra rencorosa”

Maruja Torres, en Sevilla, con su nueva obra: 'Diez veces siete'.

Juan Miguel Baquero

“Quise no parecer una perra rencorosa, porque no lo soy”. Maruja Torres dejó atrás la redacción del número 40 de Miguel Yuste y también Beirut, Barcelona... 30 años de periodismo. Despedida. Enfrentó el abismo de la calle, las “ganas de asesinar pero no de intentarlo”, para librar un ajuste de cuentas con la existencia en Diez veces siete (Planeta, 2014), su autobiografía novelada. Un “libro de pérdidas”, define, que ilustra su desnudez. La de su historia. “De haber sabido que la mía iba a ser una vida medianamente interesante, habría llevado un diario”, dice Maruja Torres (Barcelona, 1943) en las primeras líneas de una obra que subtitula Una chica de barrio nunca se rinde.

Acostumbrada a desvestir a otros con palabras, acaba de marcarse un striptease vital. La definen como una periodista de raza. Ahora escribe en eldiario.es y Mongolia. Vivió la época dorada, cuando los tabloides empapelaban cualquier rincón. Inmersos en el contexto actual, ¿es temerario plantearle un juego de palabras, de sugerencias? Ríe abiertamente al oír un ejemplo. Maestra de ojos pícaros: “Si te gusta esta profesión, sigue, si no… pues cásate o yo qué sé”. ¿Bromea? ¿Es incompatible? “No, pero has de saber que al menos una de las dos cosas debería durarte para siempre”. Al lío.

PP y democracia: Yo antes lo decía de una forma… Se apuntaron a la democracia porque no tenían más remedio.

PSOE y revolución: (Risas) Pues no ya. Ya no. Tiene que plantearse primero hacer su revolución en casa y luego que intente revolucionar la sociedad.

Felipe González y ética: (Suspiro) Si la tiene debe ser la suya. A lo mejor nunca la tuvo, sabes, y siempre fue un pragmático.

Aznar y ética: Eso sí que es irreconciliable. Ni siquiera cristianismo.

Borbón y justicia: Viven en otro mundo. Creen tener derechos adquiridos por carácter divino. Si se ven en las monedas, eso debe ser 'súperegotril' –inventa– ¿no?

Felipe y fortuna: Es una incógnita. Ser monarca y moderno a la vez… Tenía que fijarse en sus homólogos centroeuropeos que van en bicicleta y viven en la ciudad.

Eso. Monarquía y modernidad: Incompatible. Aquí no hay tradición monárquica. Vamos por el segundo rey después de Franco. Pero creo que va a tener vida larga, estamos siempre cagados.

República y fracaso: Depende de las épocas. Nuestra Segunda República se funda en un momento en que latifundios e iglesia son fortísimos. Habría que ver. Las repúblicas ahora son inofensivas, simplemente laicismo, votaciones y valores republicanos.

Franco y casta: Económicamente hay una casta en España que tiene la pasta antes de Franco, que pone a Franco para conservar la pasta, que cuando Franco gana sigue teniendo la pasta y la ha ampliado con la gente de Franco, y que ahora están aquí todavía. Todos los del Ibex, los banqueros… pero la casta de los siervos aún me parece peor, la de los medios de comunicación al servicio de tantísimos capataces.

Podemos y terrorismo: Es una campaña difamatoria en la que no quiero ni entrar. ¿Podemos y populismo? Bien, vamos a verlo. Pero el millón y cuarto de personas que les han votado me merecen mucho respeto.

Niños y pobreza: Es sangrante que no sea la prioridad del Gobierno. Que estén con la tontería esa de que bajan unos eurillos los impuestos y no estén volcados en eso… Si es que son muy indecentes, perdóname, indignantes, sólo piensan en recortar derechos y devolver a los pobres a su sitio. Son más que casta. Oligarquía pura y dura.

¿Cree en venideros cambios políticos y sociales?

Creer es un verbo muy gordo. Digamos que estoy interesada, más que antes de las elecciones europeas. Desde luego ha habido una sacudida genial. Están todos en el proceso de mucho cambio para que nada cambie, todos, de la monarquía a Izquierda Unida.

¿El 'sistema' vislumbra esa posibilidad?

Les han pillado por la izquierda, les han pasado, sobre todo a IU y PSOE. El PP no necesita cambiar, tiene todo el poder. Y si empieza a nombrar alcaldes, fíjate. Eso sí es muy duro, estamos consintiendo que nos arrebaten todo tipo de derechos.

Por eso fue despedida, por no tragar. ¿Contarse a sí misma fue levantarse después de caer?

El libro es una recapitulación que me impongo una vez que salgo de El País –lo de 'salgo' es un eufemismo, retoca– mientras esperaba un taxi y lloraba a lágrima viva por el recuerdo de los años pasados. La angustia me llenaba, venía a la memoria lo que había sido aquello a finales del 81 cuando llegué de colaboradora… Es un libro que lo hice por narices. Y no hay paja, es intenso.

Y en este escenario convulso para la profesión aparece la prensa digital. ¿El regreso del lector a cambio del cliente?

El nuevo lector de medios digitales busca veracidad. Hay una serie de normas éticas que había que introducir y el territorio digital admite porque es de creación nueva. Estamos en los tiempos de la inocencia, del candor y de la lealtad de quien escribe hacia quien lee. Es una de las partes buenas, la mala es que se cobra poco. Va con los tiempos, estamos como los demás. Porque decirnos que estamos saliendo de la crisis también es censura. Nos censuran la realidad.

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