Juan Manuel Moreno y el PP han arrancado la campaña electoral a las próximas elecciones andaluzas en dos tiempos: primero con un acto en Málaga, donde pasó su juventud y por donde se presenta, y luego en Sevilla, para pegar los primeros carteles. En Málaga, donde no podía aún pedir el voto, ha sacado pecho por sus casi cuatro años de Gobierno y ha alertado contra el riesgo de la desmovilización ante los sondeos que dan por segura una victoria holgada de su candidatura. “No nos fiemos de las encuestas, no ganan las elecciones. Esa mayoría no puede quedarse en casa”, ha alertado a los suyos, antes de partir atropelladamente hacia Sevilla.
Precisamente, las encuestas reflejan una desmovilización del electorado socialista y de izquierdas, que parece aletargado ante la inercia de los conservadores. Moreno teme que la desmovilización de las iqzuierdas acabe por tener un reflejo en sus filas, y que el exceso de confianza le aleje de su objetivo electoral. Por eso, estos días repite que su meta el 19-J es lograr una “mayoría suficiente”. En ese concepto ha insistido también en Málaga, donde ha tirado de perífrasis para pedir el voto, sin verbalizarlo porque hasta la medianoche la ley lo prohíbe. “Quiero reclamaros que me volváis a ayudar. Quiero una mayoría suficiente, serena”. No se sabe exactamente cuánto es suficiente, pero se supone que, sin ser una mayoría absoluta, es algo cercano, que le coloque por encima de la izquierda (algo que las encuestas dan por hecho) y le permita afrontar una negociación de investidura en una posición de fuerza ante Vox.
“Todo lo que hemos construido se puede caer”, ha dicho Moreno para activar a su electorado. “Si la opción alternativa, de siete partidos, un gobierno Frankestein, si tienen un diputado más y gobiernan, ¿acaso creéis que no van a volver a poner el impuesto de sucesiones y donaciones? ¿A destruir una por una las reformas que hemos emprendido?”.
Los sondeos dan a Moreno y el PP una mayoría holgada. El último, el del CIS, de entre 47 y 49 diputados. Esas previsiones descartan cualquier escenario en que pudiera gobernar la izquierda, pero están lejos de otorgar a los populares la mayoría absoluta con la que no depender del apoyo o de la abstención de otras fuerzas para la investidura. Todo apunta a Vox. En las negociaciones de Castilla y León, el partido de extrema derecha ya logró del PP la vicepresidencia y tres consejerías. En Madrid, Vox no ha entrado en el Gobierno, pero la presidenta Díaz Ayuso regala los oídos a los de Rocío Monasterio. Ya en 2018, Vox fue determinante para propiciar el primer gobierno de derechas en Andalucía. Queda por ver lo que haría Moreno de repetirse el escenario. El candidato socialista Juan Espadas le retó esta semana a firmar ante notario que no pactará con la candidatura que encabeza Macarena Olona y Moreno ha asegurado que podría repetir elecciones si no ve clara la mayoría.
Moreno alardea de los datos de empleo
A Moreno le ha hecho de telonero Francisco de la Torre, alcalde de Málaga. Ambos han tenido un recuerdo para Elías Bendodo, ausente del acto por el fallecimiento de su padre.
De la Torre está satisfecho, ha dicho, porque ahora el Metro llegará al fin al centro (las obras han terminado, pero no hay fecha de inauguración) y “el proyecto del tercer hospital es una realidad”. Después, Moreno ha sacado pecho de su gestión, en un día en que los buenos datos del paro en toda España los lidera Andalucía. Todos los territorios reducen su tasa de paro, y Moreno enfatiza que “uno de cada cuatro empleos que se crean en España lo creamos en Andalucía”. Un éxito basado en “la humildad, la serenidad y el sentido común”, dice.
Sabe que también hay promesas incumplidas, como la de los 600.000 nuevos empleos, incluida en su programa electoral. “Todo no lo hemos podido hacer. Evidentemente”. Pero esgrime la pandemia y los imposibles: “Cuando no he podido cumplir mi palabra, he explicado por qué. Yo no tengo una varita mágica”.
Antes, el PP ha pasado un vídeo de votantes. Arranca Carmen, de Huelva, con una puya al PSOE: dice que siempre había votado socialista, pero ya no. Que ahora vota al PP. Otro simpatizante explica que Moreno es “el único que ni crispa, ni te crispa”. Las encuestas reflejan un dato inédito: un alto porcentaje de los indecisos (el 14%) está en el electorado tradicionalmente socialista, cuya alta abstención (400.000 apoyos socialistas menos en 2018) ya fue decisiva hace cuatro años. El PP quiere pescar en ese caladero reforzando el perfil “moderado” de Moreno, ahora que Ciudadanos parece estar en disolución.
El mensaje es que los últimos años socialistas estuvieron marcados por la inercia, la “indolencia”. “Pensaban que como se ganaba siempre, no pasaba nada porque no se hiciera”. Sabe que juega en casa. Málaga es su ciudad, gobierna el PP, y el sentimiento de agravio caló por retrasos que se hacían eternos, como el del Metro. Sin embargo, el PSOE se impuso en la provincia en 2018, también en la ciudad. Todas las encuestas le dan ahora como ganador.
Los otros ejes de Moreno son el fiscal y la corrupción. Andalucía “ya no es un infierno fiscal”, sino que está “en el top 5 de las comunidades con menos impuestos”, dice. Su objetivo ahora es “igualar fiscalmente” Andalucía a Madrid. Y la corrupción ya no ocupa espacio en las noticias, observa. Ahora todo es lo bien que va a Andalucía.
Manuel Carrasco y banderas para tapar pancartas
El PP se ha animado a contratar una banda para amenizar la espera. Éxitos de los ochenta. “Voy a pasármelo bien”. “Sabor de amor”. “Mil gaviotas”. “Insurrección”. Para recibir al candidato en modo atronador, ya no suena (como hasta hace unas semanas) People have the power, de Patti Smith, quizá demasiado punk y radical, y sí Manuel Carrasco, que sintoniza con su inercia ganadora: “Hay que vivir el momento”. No se trata ahora de hacer la revolución. Todo muy moderado, o “moderado radical”, una de frases ingeniosas para estampar en camisetas que sugería la web del candidato Moreno, hasta que alguien la eliminó.
En el acto de Moreno no falta la foto con niños, que le traen una gran bandera andaluza. “Esta bandera me va a acompañar los 14 días”, anuncia. Si las banderas sirven para cuantificar el sentimiento identitario, habría que pensar que en el PP el andalucismo golea a la españolidad por 5 a 1, tal es la proporción esta tarde. Disciplinados, los militantes la ondean cuando suena la música, y las bajan cuando habla Moreno. ¿Todos? Todos no. Inasequibles al desaliento, un reducido grupo, serán diez o quince, resiste brazo en alto todo el acto. Se afanan en tapar una gran pancarta que desentona del tono triunfal, porque pide la estabilización de los trabajadores de la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia. Es un esfuerzo. Algunos contorsionan, se ayudan de los dos brazos, y a ratos la cosa se convierte en un juego: quienes protestan amagan con desistir, los militantes se relajan. Pero es un truco: resucita la pancarta, y vuelven las banderas al viento.
La pancarta apenas trasciende en el ambiente triunfador del PP. Va Moreno subido en una ola, la de las encuestas, sobre la que parece dominar el asunto electoral. Pero sabe que puede ser traicionera y mandarlo al agua, así que insiste en que no hay que confiarse y cierra el acto pidiendo lo máximo que, a pocas horas de la campaña, puede pedir: “Muchos dirán esto está ganao. Que vamos a arrasar. No nos confiemos”.
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