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Mujeres y ciencia: sacar a las científicas de la oscuridad de la historia

Foto: Residencia de Señoritas

Sonsoles Valenzuela

“De mayor quiero ser... científica” Esta no es una respuesta tan habitual como nos gustaría. Por eso, para demostrar que hay mujeres dedicadas a la ciencia desde siempre y para contarles a las niñas de hoy que pueden ser científicas de mayores, se celebra el Día Internacional de la mujer y la niña en la ciencia cada 11 de febrero desde 2015, año en el que la ONU lo decidió. Y por eso, con motivo de esta celebración el Centro de Estudios Andaluces ha organizado esta semana en la Casa de la Ciencia en Sevilla un coloquio titulado ‘Investigadoras en Andalucía. Ha llegado nuestro momento', protagonizado por cuatro investigadoras andaluzas de distintas disciplinas presentadas por Mercedes de Pablos, directora del FCEA. Cuatro mujeres de distintas generaciones que contaron con datos, estudios, imágenes y con sus propias experiencias en la carrera científica, la situación de las mujeres en la Ciencia, con una mirada a Andalucía, a España y a Europa.

“Desde la Historia decimos que lo que no se nombra y mide no existe, y además, se degrada”. Así lo explica Rocío Plaza Orellana, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y autora de numerosas publicaciones divulgativas, entre ellas algunas vinculadas al flamenco y el folclore. Plaza indica que para conocer al género femenino en la Historia es necesario tener en cuenta la materia de estudio, la metodología y las propias circunstancias vitales de la propia investigadora. Y es desde la Historia desde donde se da luz a las que llegaron antes.

Es el caso de su propia experiencia: “Yo a las mujeres no las he buscado, no las tenía como objetivo, sino que me las he encontrado, leyendo por ejemplo crónicas de baile”. Mujeres como Manuela Perea, “luchando con sus castañuelas, dos volantes y un gran talento”, Josefa Vargas o Adela Guerrero. “Estaban ahí, constantemente, me las encontraba una y otra vez”. Haciendo historia, creando y aportando a la sociedad desde sus posibilidades, lugar, educación y cultura, aunque en los libros y en la producción científica no se las haya nombrado, estudiado, y por tanto tampoco reconocido. “Y una vez que me las he encontrado, ya no las puedo abandonar. Hay que sacar a las mujeres de la oscuridad en la que están en el pasado y colocarles la antorcha en la mano, porque son joyas que nos ofrecen todo tipo de información”.

Del pasado al presente inmediato de la mano de Elena Manzanera Díaz, subdirectora de Coordinación y Planificación Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Las cosas están cambiando. Al menos en el plano estadístico donde, según Manzanera, la perspectiva de género se está teniendo crecientemente en cuenta desde 2007 por ley. El género, hasta entonces invisibilizado, “se está aplicando como eje transversal en la recopilación de información estadística, a través de la desagregación por sexo de las diferentes variables”. La subdirectora y matemática recalca la relevancia de seguir sosteniendo este enfoque, en la medida que “lo que se define se puede decir, y lo que se dice sirve para mejorar, porque orienta por dónde tienen que ir las políticas públicas. Tenemos que seguir visibilizando esta situación”. En la línea, interviene Mercedes de Pablo para contar su experiencia desde el ámbito periodístico: “Hasta 1997 los medios no contabilizábamos las mujeres asesinadas. Lo entendíamos como un fenómeno del ámbito privado”.

“Estereotipos desde la cuna”

Pero la perspectiva de género en los datos no implica una mejora de la realidad. De hecho, más de la mitad de las estudiantes del sistema universitario español son mujeres, pero su presencia carreras de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas es de un 15% frente a un 38% de jóvenes, explica Mercedes de Pablos, citando el estudio ‘Científicas en cifras 2015’, presentado por la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Economía. Un estudio de la revista Science en enero de 2017 mostró que la falta de interés no empezaría en la universidad, sino en edades más tempranas, en torno a los 6-7 años, cuando las niñas ya han interiorizado estereotipos como atribuir a los hombres el talento, la brillantez o la inteligencia necesarias para abordar materias abstractas y complejas. “Los estereotipos llegan hoy desde la cuna”, concluye la directora.

El peso de esos estereotipos se traduce en el efecto tijera: las mujeres conforme se escala en puestos de responsabilidad empiezan a estar menos presentes. En el caso de la investigación, se observa que hay un 39% de investigadoras, pero cuando llegamos al porcentaje de catedráticas, la cifra cae estrepitosamente: “un 80% de los catedráticos son hombres, un 20% mujeres”. Con tono más luminoso muestra varios indicadores en relación a la propia experiencia del centro que lidera, con una mejor participación de las mujeres en la investigación en los últimos años: “del total de 11 premios que hemos concedido a tesis doctorales, 9 los han ganado mujeres”.

Pero la realidad es tozuda y Adela Muñoz Páez, catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla y vocal de AMIT-Andalucía, vuelve con datos reveladores: “Las mujeres no llegan a representar el 3% de los premios Nobel concedidos en Ciencia”. “Al igual que sucede con otros premios y dotaciones de prestigio, en los que las mujeres también desaparecen”. Y con otros preocupantes: “Hay factores preocupantes de descensos generalizados de la presencia de las mujeres en distintas áreas: en las matemáticas, las mujeres están huyendo. Antes representaban un 50-55% y los últimos indican que son un 25%. En ingeniería informática eran un 33% y ahora un 11%. Incluso en algunos casos solo representan un 5%”. En este marco, afirma que en perspectiva se ve una mejora sostenible, estando España por encima de la media Europea. También sentencia que “la ciencia de alto nivel requiere de financiación estable. Su falta nos está afectando a todos, mujeres y hombres, pero a las mujeres más”.

Sin embargo, los cambios son posibles. Como ejemplo directo, el de la misma Adela Muñoz que implacable activista en la causa de dar voz a las mujeres en la Ciencia, escribió el libro Sabias. La cara oculta de la ciencia, donde rescata los nombres de las mujeres que han hecho contribuciones relevantes a la ciencia.

La catedrática pone en pantalla la fotografía de varias “colegas científicas”, que aparecen acompañadas de sus hijos, a fin de contar que las mujeres atraviesan otro tipo de trabas en la carrera científica, fácilmente extrapolables a cualquier otro tipo de trabajo y ámbito, como es el sentimiento de culpa que se experimenta por desatender a los hijos por cuestiones laborales. “En mi generación se decía que los hijos de mujeres trabajadoras iban a salir terroristas o psicópatas”. En ese sentido, alienta a la importancia de seguir apostando por conciliar vida familiar y profesional, mostrando las conclusiones de un estudio de Harvard de 2015 que clarificó que las hijas y los hijos de las mujeres trabajadoras, lejos de tener problemáticas porque sus madres durante la crianza estuviesen trabajando también fuera del hogar, tenían mejores rendimientos en muchos ámbitos. Y concluye: “aunque parece que está cambiando hay que seguir trabajando para que las mujeres estén en las ciencias”.

Recién llegada al mundo de la investigación, Fátima Recuero López es profesora del Departamento de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide y ganadora del primer Premio Tesis 2017 del Centro de Estudios Andaluces. A viva voz cuenta su propia experiencia en la investigación y trayectoria profesional. “Los hombres tenían más presencia cuando yo estudiaba. A diferencia de lo que sucede en otras ciencias sociales, en ciencias políticas la presencia de las mujeres es menor”. Prosigue con la importancia de seguir impulsando que haya becas de investigación, que permiten que las mujeres accedan a la carrera investigadora y puedan completar sus tesis doctorales. Hasta ahí bien, pero prosigue: “donde se evidencia la discriminación es cuando llegamos al mercado laboral”.

Con cifras más inquietantes y con otras que hablan de cambios positivos, que aunque lentos ya están dándose, el ambiente que queda tras este coloquio enmarcado en el programa de la plataforma 11 de febrero, es esperanzador.Hay ganas de visibilizar, de comprender, de concienciar, de coeducar y de contar, tanto en las científicas como en el público. También de seguir en acción para que la sociedad se implique y para que a las niñas les llegue un claro mensaje: tú también puedes ser científica.

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