Mercedes López Herrera reivindica con rotundidad la voz de las mujeres teólogas en momentos como este, en el que el mundo mira al Vaticano. Para la presidenta de la Asociación Mujeres y Teología de Sevilla, durante estos días de cónclave, se hace balance del pontificado de Benedicto XVI y se ponen en el punto de mira cuestiones que Ratzinger ha dejado pendientes. En estos análisis las voces de las mujeres, de expertas teólogas, “que las hay y muy valiosas, se han oído poco”. Y no existen razones para esta discriminación, como tampoco para esa invisibilización histórica de las mujeres en la Iglesia, ni siquiera en los textos bíblicos. Lo que sí hay en la Iglesia “es fundamentalismo patriarcal, absolutismo teocrático, abuso de poder, sexismo, machismo y también mucha ignorancia”. Por eso, Mercedes López espera poco de este nuevo Pontífice, al que sólo traslada una única petición: que “pida perdón a las mujeres del mundo por haberlas desacreditado, desautorizado, vilipendiado y silenciado históricamente”.
“No sólo no ha habido un perdón”, insiste, lo peor es que “se ha seguido silenciado a mujeres muy valiosas, se ha despedido a teólogas de universidades y amenazado a mujeres en sus congregaciones por expresarse. Muchas relegadas sólo por expresar una opinión”. Benedicto XVI ha incentivado “esa asfixia”, dice Mercedes López, con la connivencia de muchos teólogos, que aun siendo críticos con este tipo de actitudes “no han apoyado públicamente el trabajo y la voz de las mujeres que están y trabajan en la Iglesia”.
¿Hay miedo a que la mujer acceda a este ámbito copado históricamente por hombres? “Claro que hay miedo, miedo a que se puedan mover los cimientos de una jerarquía gobernada por hombres. Esa es la razón por la que a las mujeres se les niega el acceso al sacerdocio”.
Pese a todo, la Iglesia Católica es mayoritariamente femenina: la componen un 61% de mujeres, organizadas en distintas órdenes religiosas, frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos, según cifras de la Santa Sede. Datos que para la presidenta de Mujeres y Teología de Sevilla solo evidencian que este modelo no sirve: “La Democracia en la Iglesia pasa por cambiar todas las estructuras, sobre todo aquellas que están en el primer nivel, que es ese lugar de acogida donde no existe exclusión”. Ni sexuales ni de género, porque “¿quién puede otorgarse el poder de poner puertas a la sexualidad o a la igualdad? El legado de Jesús nada tiene que ver con la construcción de los intereses que se ha producido posteriormente. Jesús de Nazaret estableció una comunidad de iguales sin distinción alguna, el centro era la persona y el horizonte el amor. Ha sido el sesgo patriarcal el que lo ha limitado todo”.
Romper con lo establecido
Romper con lo establecido“Es absolutamente imprescindible que las mujeres demos un paso adelante y transgredamos lo establecido, que superemos el Síndrome de Estocolmo Eclesial (SIES-e)”, aquel que hace que muchas mujeres, según Mercedes López, “sólo sean capaces de mirar hacia arriba, soportando situaciones autoritarias. Mujeres que temen levantar la voz y la mirada, sin darse cuenta de que la Iglesia, la sociedad, también la construyen las mujeres”, y apostilla: “La Iglesia debe estar para liberar no para condenar y mantener a las mujeres en el oscurantismo medieval”.
“De las mujeres cristianas que llevamos siglos sirviendo al patriarcado somos una gran mayoría las que hemos realizado cambios importantes en nosotras”, afirma la presidenta de la Asociación Mujeres y Teología. “Hay una parte de mujeres en las iglesias que no han hecho estos cambios aún”, aunque frente a ello, los movimientos feministas son imparables. “Las mujeres feministas vamos cambiando lo que nos rodea desde dentro, desde nosotras mismas, desde nuestra realidad inmediata… desde las comunidades cristianas, en los grupos de reflexión teológica, en las congregaciones de vida religiosa, en los conventos, en las profesiones, en las universidades, en las redes sociales… generamos nuevas relaciones de poder”. Mercedes López no tiene dudas: sólo es cuestión de tiempo, gracias a la formación y a la educación, que las mujeres ganen su espacio en la Iglesia.