Directos a la tumbona de la playa. Eso es precisamente lo que NO hacemos al llegar a Málaga. Invitados por Turismo de Andalucía, un grupo de periodistas tenemos la oportunidad de descubrir si la provincia más internacional de Andalucía es capaz de ofrecer algo más que sol y playa. ¿Cómo? Gastando cada centímetro de las suelas de nuestros zapatos, disparando los niveles de adrenalina, asomándonos a los abismos de la tierra, sobrevolándola a vista de buitre leonado, rodando por pistas imposibles.
Tracción a las cuatro ruedas
La primera parada de la aventura tiene lugar a los pies del Tajo de Ronda y con tracción a las cuatro ruedas. Un buggy 4x4 con motor de 900 cc. nos impulsa a la cima del Tajo de Ronda: más de un centenar de metros de altura nos proporcionan unas envidiables vistas de la Sierra de Málaga.
La verdadera aventura comienza, sin embargo, ladera abajo cuando las gomas de nuestros buggys muerden la tierra. Era el momento de ajustarse las gafas protectoras y el pañuelo: las curvas y las cuestas invitan a pisar a fondo el pedal derecho, mientras esparcimos la tierra en todas direcciones.
Moviéndonos entre fincas de viñedos y olivos, el amplio recorrido de suspensión de nuestros automóviles nos permite acelerar a placer sin miedo a volcar. Es así como llegamos al Albergue Los Molinos, desde donde disfrutamos, a sus pies, de unas vistas únicas del Tajo de Ronda.
Torcal de Antequera: el laberinto erosionado
Hasta arriba de polvo, aparcamos el buggy y nos dirigimos al hotel, donde recargamos pilas para lo que nos aguarda al día siguiente: un puñado de kilómetros trotando entre las rocas del Torcal de Antequera. María Cuesta es nuestra guía, que nos explica que esa impresionante montaña de formas caprichosas era un arrecife de coral, que 200 millones atrás, cuando los dinosaurios aún poblaban la Tierra, se formó cuando dos capas tectónicas chocaron.
“En el caso del Torcal, esas capas de sedimentos que se encontraban en el fondo marino, hizo emerger unas rocas muy blandas que se han visto sometidas a la erosión química, solar y vegetal”, explica María. Aunque sea uno de los lugares favoritos de las excursiones escolares, esta pequeña sierra esconde un terrible peligro: la niebla, provocada por el efecto foehn, impide ver a menos de un metro hasta 90 días al año.
Los elementos han terminado convirtiendo las rocas en divertidos monumentos naturales: gorilas, monos con guantes de boxeo, perros, tornillos... Para no perdernos por sus entrañas, el nomenclátor de El Torcal está diseñado como una ciudad. De este modo, hablamos de plazas, calles y monumentos. Si seguimos tirando de vocabulario urbano, podemos hablar de las alcantarillas de El Torcal como un fascinante laberinto de cuevas, grutas y simas.
En un visto y no visto, María desaparece. Se ha sumergido en la cueva de El Tinterillo, el escondite de uno de los denominados topos de la guerra. El Torcal ha sido y es refugio de todo tipo de personas y faunas. En el neolítico, vivieron aquí tribus caníbales, que practicaban rituales para fortalecer al clan. “Se cree así porque había un cráneo trabajado y con rastro de haber sido descarnado y cocido”, explica María.
“Hay gente que considera que esto es un punto de energía, donde viene todo los años un indio americano, la gente practica yoga, acuden miembros del hare krishna, está considerado un punto de avistamiento de ovnis y no hay contaminación lumínica”, abunda. No han sido los únicos pobladores de este paraje singular. Lobos, linces y osos moraron por aquí durante siglos. De hecho, el último oso fue cazado hace 500 años. Hoy en día, el Torcal sirve de refugio para anfibios como el sapo de espuela, reptiles como el lagarto ocelado, la lagartija rabilarga, la culebra bastarda o la víbora hocicuda. Además, hay 93 especies de aves, como el buitre leonado, el águila real o el halcón peregrino.
Caminito del Rey: una caminata de vértigo
No será la única experiencia de altura que tendremos durante esta expedición por la provincia de Málaga. La guinda la pondrá la joya de la corona del turismo de interior de la provincia: el Caminito del Rey. Reabierto hace dos años, la travesía de este espectacular camino discurre por tablones de madera adheridos a las escarpadas paredes del Desfiladero de los Gaitanes. Estuvo cerrado durante 14 años, con la entrada prohibida. Se cierra cada vez que muere gente. La última vez fueron tres jóvenes apodados Pocholo, Moro y Loco.
El Caminito del Rey original, que discurre bajo el actual, se construyó a principios del siglo XX. ¿El objetivo? Construir una presa con la que generar energía para las localidades de la zona. Se pusieron en marcha 600 operarios, a los que el guía llama héroes, pero que en realidad eran marineros procedentes de los astilleros de Málaga y Cádiz.
El camino de madera actual discurre sobre el primigenio de cemento. Se entrevé entre las vigas de maderas. Es muy estrecho, parece increíble que aquellos hombres fueran capaces de mover sacos de cemento y vigas por aquellos pasillos tan estrechos, desde los que se contempla la inmensidad del cañón horadado por el río Guadalhorce. Las vías del tren estaban allí antes de que se construyeran el camino. El ingeniero Rafael Benjumea utilizaba las vías, en horario no comercial, para traer su mercancía. Hoy en día pasa por allí el media distancia que discurre entre Málaga y Sevilla, proporcionando unas vistas tan espectaculares como las del Caminito del Rey.
El uso del casco es obligatorio. Como explica el guía Marcelo Zoratti, la guerra contra los desprendimientos ha sido eterna, ya que se trata de roca caliza, que se desprende fácilmente por el fraccionamiento producido por el agua y el viento. Moratti, un importante exproductor de cine argentino con películas como Caballos Salvajes o Cenizas del Paraíso, no se olvida de mencionar que actores de la talla de Frank Sinatra o Brigitte Bardot rodaron en El Caminito del Rey.
Santuario de la escalada, en El Chorro se celebra una maratón de 12 horas todos los años. Como los escaladores suelen usar las vías del tren para moverse, los ferroviarios más veteranos siempre hacen sonar el claxon de la locomotora para evitar tragedias. El vértigo se dispara al final del trayecto: una plataforma de suelo acristalado nos deja ver una caída libre de centenares de metros. Poco después, un puente colgante se balancea como en las películas, mientras avanzamos por él. Las aguas de color turquesa, fruto de las algas, el sol y la sal, ponen fin a una aventura inolvidable que demuestra que en Málaga el pulso se acelera… y no sólo por los excesos bajo los rayos del sol.