Los verdiales son una celebración, y por eso quienes saben de esto los llaman la Fiesta, sin adjetivos. Tienen como eje la música, pero en su concepción más pura trascienden el hecho de tocar unos instrumentos y cantar. El pasado fin de semana se celebró en Málaga el preludio de otros eventos verdialeros que quedan por venir durante la Navidad. En el barrio de Mangas Verdes, levantado en los años 60 por quienes llegaban a la ciudad procedentes de los Montes, se descubrió un nuevo mosaico en homenaje a un verdialero histórico. Y claro, se celebró con fiesta.
“No se trata simplemente de cantar o de tocar mejor. En el corazón de los verdiales y del arte popular está la producción de vida, que trasciende al arte meramente performativo”, explica Jorge Dragón, periodista y fotógrafo, y autor de El libro de la fiesta, un libro que sirve para comprender cómo se relaciona este arte milenario con lo popular. Los verdiales son baile y una música rítmica e hipnótica que se hace con guitarras, un violín, platillos y castañuelas, pero también una fiesta que se hace en la calle, y que pierde parte de la esencia cuando se traslada a un escenario. “Es gente que sale a la calle a comer, beber, cantar, bailar y celebrar”, añade.
Este fin de semana la fiesta se celebró en Mangas Verdes, un barrio al norte de Málaga. Allí se descubrió el noveno de los murales que Eugenio Chicano elabora cada año en homenaje a algún popular fiestero del barrio. En esta ocasión, el mosaico recuerda a Rafael Romero, fallecido en 2015, e integrante de una histórica familia de fiesteros.
Su hermano Pepe sigue dirigiendo la panda de Jotrón y Lomillas, la misma que dirigió su padre. “La primera vez que salí de fiesta fue con cinco años. Nos repartimos una perra gorda y una perra chica”, explica este hombre, que hoy tiene 69 años, y que porta la varilla tallada que le acredita como alcalde de la panda. Según dice, la vara tiene más de cien años y hasta seis carpinteros han intentado saber de qué madera es, sin éxito.
Pepe Romero cuenta también que la panda se desplazaba desde Mangas Verdes hasta Casabermeja “para ir de fiesta”, y hacían así el recorrido inverso al que hicieron quienes levantaron el barrio, construido en los años 60 por quienes habían tenido que abandonar los Montes de Málaga. Ellos se trajeron los verdiales a la ciudad, aunque durante años aquella música permaneció casi oculta, asociada con vergüenza a la miseria y la pobreza del campo.
La calle y el escenario
Los hijos y nietos de aquella generación de emigrantes empezaron a recuperar los verdiales en los años 80, en parte para evitar que desapareciera este folclore milenario, de cuyo origen no se tiene certeza absoluta aunque se encuentren en él elementos romanos, fenicios y moriscos. Carmen Tomé, profesora de baile, constituyó una asociación en la que tuvieron su origen pandas como la de Jotrón y Lomillas. Hoy la asociación sigue siendo también una escuela, con unos 40 alumnos.
La asociación se adscribe a la corriente “purista” frente a la “renovadora”; es decir, aboga por mantener la fiesta a pie de calle como algo puramente lúdico y popular, y evitar su asimilación a un producto cultural al uso. La otra tendencia, más institucionalizada, tiene su día grande el 28 de diciembre (de ahí el sobrenombre de tontos), con el certamen de pandas verdialeras en Puerto de la Torre. Es el evento más concurrido del año.
“Nosotros somos partidarios de evitar el escenario en lo posible, porque va en contra de la propia fiesta. En la fiesta de Mangas Verdes se invita a las pandas, nadie cobra, la gente se junta con quien quiere y está el tiempo que quiere”, señala Tomé.
Junto a esta celebración de Mangas Verdes, ella señala otros eventos que mantienen la esencia del verdial. El primero ocurre en Benagalbón el tercer sábado de cada mes de septiembre. Diez o doce pandas se reúnen y recuperan el tradicional choque o, como dice Jorge Dragón, “levantan coplas” en las que sacan a relucir el ingenio. Se trata de improvisar las coplillas en unos piques que bien pudieran ser el ancestro de las batallas de gallos.
El otro evento está a la vuelta de la esquina. La tarde del Día de Navidad, algunas pandas recorren las ventas de los Montes de Málaga haciendo rifas, con las que se les reta a tocar o cantar de tal o cual manera. “Eso lo que produce es la risa y juerga”, comenta Tomé. Y nada más fiestero que la risa y la juerga con la que seguir celebrando los verdiales, por otros mil años más.